estudiantes medicina fusilamiento Lo sucedido a partir de ese momento, en que comenzó a desencadenarse la historia de agresiones contra el movimiento estudiantil revolucionario, también permanece latente en la memoria de todos los cubanos Foto: Archivo

La infamia del poder colonial marcó ocho ide­ntidades: Alonso Álvarez de la Campa (16 añ­os), Anacleto Bermúdez (20), Eladio Gon­zález To­ledo (20), Ángel Laborde (17), José de Marcos Medina (20), Juan Pascual Rodríguez (21), Car­los de la Torre (20), Carlos Verdugo (17). De los otros cinco probablemente nunca se sa­brán sus nombres.

A los primeros, estudiantes de Medicina, se les impuso la pena de muerte en un proceso sumario y amañado, acusados de actos que no cometieron. Pero sobre ellos pesaba el he­cho de formar parte de una generación de jó­venes que hizo suyo el sentido de pertenencia a una nación y manifestó su apoyo a la causa independentista, y en muchos casos participó en ella activamente.

A los otros, cinco hombres negros, pertenecientes a la sociedad secreta Abakuá, los ani­mó un arraigado sentimiento de justicia, que se expresó en el gesto de tratar de salvar a los jó­venes blancos del holocausto, mientras mar­­­chaban hacia la explanada de la Punta, donde en definitiva se consumó el crimen.

Por mucho que la historia oficial quiso si­len­ciar esta acción, enterado del suceso, el co­mandante Ernesto Che Guevara lo reflejó al in­tervenir, luego del triunfo de la Revolución, en el acto conmemorativo del aniversario 90 del fusilamiento de los estudiantes de Me­dicina:

Y no solamente se cobró en esos días la sangre de los estudiantes fusilados. Como noticia intrascendente que aún durante nuestros días queda bastante relegada, porque no tenía im­portancia para nadie, figura en las actas el hallazgo de cinco cadáveres de negros muertos a bayonetazos y tiros. Pero de que había fuerza ya en el pueblo, de que ya no se podía matar impunemente, da testimonio el que también hubiera algunos heridos por parte de la canalla española de esa época.

El escritor Serafín Quiñones, quien ha in­vestigado el tema, llamó recientemente la atención sobre una carta firmada por el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, recogida en la selección de su epistolario publicado por la editorial Boloña, y dirigida en 1943 al Mi­nistro de Obras Públicas del gobierno de tur­no:

La Sociedad Cubana de Estudios Históri­cos e Internacionales tuvo conocimiento en su sesión del 12 de los corrientes, de las inves­ti­gaciones realizadas por su Presidente que suscribe (el propio Roig de Leuchsenring, No­ta del Autor), en virtud de las cuales ha que­dado comprobado con datos procedentes de documentos oficiales, el hecho, reseñado has­ta aho­ra de forma muy imprecisa por algunos historiadores, que el día 27 de noviembre de 1871, cinco cubanos de color perdieron la vida a manos de los Voluntarios españoles en un intento desesperado por salvar a los ocho es­tudiantes de Medicina, inicuamente conde­nados a muerte y ejecutados en aquella fecha luctuosa, o por lo menos, en generosa protes­ta popular contra el crimen. Aunque el Go­bier­­no de aquella época logró borrar para la pos­teridad los nombres de los héroes de aquella hazaña, los hechos son innegables; y aquellos nobles y valientes hijos del pueblo merecen que la patria honre su memoria anónima y que las generaciones venideras no desconozcan su sacrificio.

Atendiendo a estas razones, la Sociedad Cu­bana de Estudios Históricos e Inter­na­cio­na­les ha acordado, en aquella misma sesión, dirigirse a usted para solicitar dicte las órdenes oportunas para que en el Parque de los Már­tires, actualmente en construcción por ese Mi­nisterio, se rinda cerca del templete que rodea el lienzo de pared junto al cual cayeron los estudiantes de 1781, un permanente homenaje a la memoria de los que pagaron con su vida la defensa de aquellos inocentes. Dicho sencillo homenaje podría realizarse utilizando uno de los hermosos bloques de granito sobre los que descansaban en otra época los leones que adornaban el Parque Central, y en el que se grabará una inscripción contentiva del relato de la ha­zaña de aquellos héroes desconocidos que son también mártires de la libertad.

El reclamo del Historiador de la Ciudad, maes­tro del infatigable Eusebio Leal, nunca fue atendido. En la trama conmemorativa del 27 de noviembre se perpetuó por muchos años un hiato injustificado entre el asesinato perpetrado contra los estudiantes y la masacre contra quienes intentaron rescatarlos.

Los ocho estudiantes de Medicina y los cin­co hombres que lucharon por redimirlos su­man trece semillas que debemos honrar a un mismo tiempo y lugar. A los trece les corresponde el juicio martiano en su célebre y conmovedora oración Los Pinos Nuevos cuando al honrar a los estudiantes nos llamó a querer “a aquellas criaturas que el decoro levantó de un rayo a la sublimidad”.

Fuente: Periódico Granma

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