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granma campeonCuentan que desde las siete de la mañana del domingo 28 de enero del 2018, después de una noche de insomnio y celebraciones, el parque Julio Antonio Mella abrió sus puertas a miles y miles de tuneros que, casi sin descansar, fueron dispuestos a dejarle pocos espacios en las gradas a los parciales granmenses.

La estrategia rindió sus frutos y a las dos de la tarde, siete horas después de que se inundaran las tribunas con la marea verdirroja, solo quedó una pequeña franja disponible para los aficionados de los Alazanes.

Sin embargo, desde su limitado espacio, los granmenses marcaron el ritmo de la música, como mismo lo hizo su equipo en el diamante, donde fueron amos y señores, con gasto repartido en el home (Manduley, Despaigne, Benítez, Céspedes y Raúl González impulsaron o anotaron).

Así lograron erigirse bicampeones del clásico cubano de las bolas y los strikes, no sin antes pasar un susto en el final del noveno por el empuje eterno de los Leñadores. Sin embargo, las congas que llegaron desde Bayamo a la postre sonaron bien alto y silenciaron el resto del parque, de luto cuando la Mizuno cayó en el guante de Yoelkis Céspedes para certificar el último out del campeonato.

La fiesta siguió después en las calles y la caravana de los monarcas partió entre cánticos rumbo a la caliente tierra granmense, la capital del béisbol cubano en la actualidad.

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Alain Sánchez casi nunca es expresivo. De él recuerdo, como mucho, un grito de furia cuando vestía la camiseta de los Tigres avileños hace un par de años, pero nada más. Por lo general, devora entradas con la mayor calma del mundo.

No obstante, en ocasiones Alain abre sus ojos inmensos de manera impresionante, sobre todo cuando conversa después de culminar su faena. Y justo así se le vio en las cercanías de la cueva de los Alazanes, donde, rodeado de camisetas con el ribete de campeón, se vanaglorió por ganar el juego bueno, el caliente, el que siempre se recuerda.

Si algo le faltaba a la final de la 57 Serie Nacional de Béisbol era una joya de pitcheo, de esas legendarias, y el derecho villaclareño, sin el cartel rutilante de otros serpentineros, la rubricó durante ocho episodios inmaculados, en los cuales embrujó y dejó sin filo todas las hachas de los Leñadores.

Con su parsimonia habitual, Alain ganó su cuarto pleito de la postemporada y, cuando menos lo esperaba, le levantaron la mano como el Jugador Más Valioso de los play off, el complemento perfecto para su tercera corona nacional a los 31 años.

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No es un mito que Las Tunas fue el equipo con más remontadas en la fase regular. Eso es cierto, muy cierto, y precisamente por su capacidad de reacción, por su eterno espíritu de lucha y por su confianza en la victoria, vendieron muy cara la derrota en el séptimo partido de la final.

Sus maderos habían sido congelados por Alain, a tal punto que no le habían llegado ni siquiera a la segunda base en ocho entradas, pero despertaron a la hora de mayor presión, a solo tres outs de la eliminación. Larduet y Jhonson sacaron al villaclareño del box y contra Raidel Martínez, siguieron la fiesta Alarcón, Ayala y Paumier, quienes colocaron la pizarra con mínima diferencia.

Sin embargo, el propio Yosvany Alarcón, el héroe de tantas fechas en el Mella, se convirtió en el villano al lanzarse sin éxito en busca de la segunda almohadilla, donde quedó rendido, con ganas de que se lo tragara la tierra, a sabiendas de que al ser puesto out se perdían las opciones de empatar. La vida, seguro estoy, le dará la oportunidad de redimirse en el futuro.

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En la historia de los clásicos domésticos, esta fue la séptima final que se extendió a siete desafíos, y por quinta ocasión el vencedor del sexto duelo no logró coronarse después en el pleito de vida o muerte.

De las anteriores, Villa Clara ganó a Industriales en 1994 (Serie 33) en el séptimo choque con jit decisivo de Michel Perdomo y anotada de un joven Ariel Pestano, y se recuperaron de un traspiés el día antes. Algo parecido le ocurrió a Holguín en el 2002 (Serie 41), cuando cayeron en el quinto y sexto duelos frente a los Gallos espirituanos, para luego imponer su ley con el memorable ponche de Oscar Gil a Frederich Cepeda.

Por último, Ciego de Ávila se levantó de sendas derrotas en los sextos choques de las Series 54 y 55, en las que Isla de la Juventud y Pinar del Río, respectivamente, igualaron las acciones con tres victorias por bando pero no consiguieron culminar la faena.

Con su flamante corona, los Alazanes se convierten en el noveno equipo que conquista dos títulos en línea desde el inicio de nuestras series nacionales, tras Industriales, Azucareros, Vegueros, Henequeneros, Villa Clara, Pinar del Río, Santiago de Cuba y Ciego de Ávila. Además el séptimo conjunto que gana finales consecutivas desde que estas se instauraron en 1990.