raul y niñosPocas fechas en la vida de un joven son recordadas con más añoranza que la noche de los quince años. El traje blanco, el vals, las flores, las fotos, los nervios, la compañía de los padres y el primer amor juvenil se agolpan de un tirón en el instante mágico del brindis.

Y si esa noche sucede en un lugar extraordinario, entonces las emociones llegan a límites inimaginables. Así lo vivieron este miércoles de abril veintidós adolescentes de la escuela especial Solidaridad con Panamá que celebraron sus quince primaveras junto a un invitado muy especial: el Presidente cubano Raúl Castro Ruz.

Algunos en sillas de ruedas, otros caminando, llegaron a la pista de baile con sus parejas. Vestían de blanco impecable y llevaban la alegría dibujada en el rostro. Mientras, por el altavoz se escuchaba el nombre de cada uno y el de sus padres, sus canciones preferidas, el perfume que usan, la comida que adoran, la música que escuchan, el signo del zodiaco y el nombre de sus amores hasta entonces secreto.

No importó la discapacidad  física o intelectual. Como cualquier joven cubano a su edad, ellos también disfrutaron su vals de quinceañeros. Eran dos muchachas y veinte muchachos, cada uno cumpliendo su sueño esa noche.

Desde un costado de la pista Raúl hizo suya la alegría de estos jóvenes y de sus familias. Se le veía la felicidad y así se los hizo saber al terminar la danza.

“Estoy muy emocionado”, les confesó. Cuando veo cosas así admiro más a Fidel, que en 1989, año muy difícil para nuestro país, fundó esta escuela, cuando no sabíamos ni cómo íbamos a subsistir. “Por escuelas como estas estamos dispuestos a darlo todo.”

“Yo creo que es una de las obras más hermosas, más bonitas y más justas de la Revolución”, aseguró ante padres, familiares, maestros, trabajadores e invitados que se juntaron esa noche para hacer felices a los 171 niños con limitaciones físico-motoras de todo el país que allí se forman y son cuidados con extremo amor.

Luego se tomó fotos con los homenajeados; conversó con ellos, incluso uno le habló de su bisabuela, quien fuera amiga de Vilma; cargó a los más pequeños, les preguntó por sus estudios y les prometió volver pronto.

Ya antes la directora de la institución, Esther La O Ochoa, le había agradecido a Raúl por estar allí, por la alegría de sus niños, por darle continuidad a la obra del Comandante Fidel, que el 31 de diciembre de 1989, cuando la familia cubana festejaba ese fin de año, él estaba aquí, fundando nuestra escuela.

“Desde entonces la hemos amado, la hemos cuidado”, dijo quien, desde hace años, se ha entregado a hacer realidad el sueño de Fidel en la escuela Solidaridad con Panamá, un lugar donde la Revolución se ha hecho amor.

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