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medicamentoHay que ponerle coto a la impunidad en la venta ilegal de medicamentos, por insensible y el costo que entraña para la salud de las personas y de la Revolución.

Receta en mano, la joven indagaba por teléfono sobre la existencia de una vacuna anticonceptiva y “está en falta” fue la repetitiva respuesta recibida al otro extremo del hilo telefónico, luego de sucesivas llamadas a varias farmacias de la ciudad de Guantánamo.    

Tenía indicadas tres ámpulas de medroxiprogesterona, destinadas a protegerla de un  embarazo durante nueve meses, solución ofrecida en la consulta de planificación familiar a la que acudió con su pareja, necesitada de postergar la concepción de otro hijo.    

Cada una de esas inyecciones cuesta 11 pesos en moneda nacional, comentó a la ACN la guantanamera, y seguidamente manifestó la molestia porque alguien sin escrúpulo alguno, trabajador del sistema de distribución de medicamentos, se las ofrecía a 5 CUC cada una: 11 veces y 36 centavos por encima de su precio original.  

“Tienen que aparecer, de dónde voy a sacar tanto dinero, acudiré a las vías oficiales”. En ese soliloquio se encontraba enfrascada cuando la periodista coincidió con su desesperada conciudadana, y además de concederle la razón (lo cual no resultó difícil),  intentó infundirle ánimo, tarea a todas luces compleja.    

Posterior a este episodio de la vida real e imbuida en la redacción de estas líneas, el popular humorista Luis Silva en una reciente entrega de su programa Vivir del Cuento, describió con su habitual desempeño similar historia, por fortuna, de ficción.    

Pánfilo, personaje principal del estelar espacio televisivo, trasladó a la pantalla una problemática de nuestra sociedad, resumida en dos momentos: en el primero llega a su casa sin los medicamentos que buscaba porque se “agotaron” en la farmacia y la presencia de la revendedora que le ofrecía tres de ellos a 180 pesos, situaciones que si algo no provocan cuando nos toca lidiar con ellas, es precisamente la risa.    

Según declaraciones de autoridades de este sector publicadas en la prensa nacional, la Industria Farmacéutica cubana presenta desde 2016 hasta el pasado año una situación de la que aún no se recupera: inestabilidad en el abastecimiento al sistema de salud, causas de ausencia o baja cobertura de medicamentos en la red farmacéutica del país.    

Las raíces del problema están, explicaron, en el déficit de financiamiento oportuno para pagar a los proveedores y en las afectaciones del bloqueo estadounidense, que provoca erogar más divisas de lo que cualquier otro país gastaría para garantizar muchos insumos.    

Agregaron entonces que paulatinamente comenzarían a entrar volúmenes importantes de materia prima, vaticinio insuficiente pero cumplido, ya que un grupo de medicamentos tienen presencia en las farmacias, lo que alivia, pero no elimina  aún los faltantes.  

Si bien la venta ilegal de medicinas no es una práctica nueva, sin dudas el desabastecimiento ha disparado el auge de esa reventa incompatible con la solidaridad habitual del cubano, y por demás delictiva, de una punta a otra del país.    

La procedencia  de esos surtidos es de variada índole: salen de las farmacias, ya en  complicidad con sus trabajadores, bien por el premeditado e indiscriminado otorgamiento de recetas a personas que con ellas acaparan desde una aspirina hasta el anticonceptivo de la historia (de infamia, no de vida) narrada en este comentario, de los almacenes, hospitales, policlínicos y otros centros de salud.    

Y la realidad es que, cuando no hay donde debe existir, la gente acude a buscarlo en cualquier parte para aliviar sus malestares, sin preguntar el origen, aunque después escuches las quejas por el precio pagado, el desorden, el descontrol y un largo etcétera.    

A Cuba le cuesta millones de dólares mantener el programa de medicamentos, que garantiza un cuadro básico de 801 surtidos a sus ciudadanos a precios subsidiados, mientras los revendedores “hacen su agosto” ofertándolas a sobreprecio, sin que al parecer les remuerda la conciencia, en el supuesto que la tengan.    

Y por si no bastara, esas mismas bondades hacen que las medicinas producidas en el país “cojan camino” allende los mares, o sea, se escapen al extranjero, a veces en manos de quienes critican al sistema social cubano, tan humano que hasta a quienes denuestan de él es capaz de beneficiarlos en una situación de emergencia.    

Por innumerables razones hay que ponerle coto a la impunidad en el expendio ilegal de medicamentos, por insensible, pero también por ilegal y el costo que entraña para la salud de las personas y de la Revolución.