cuba letrero banderaFoto: Ismael Batista

Formar, componer, ser, son esos algunos de los significados asociados al verbo «constituir» y que se aplican en su totalidad al excepcional momento que vive hoy la sociedad cubana. Un acto de creación colectiva, con el fin último de la plena realización del ser humano, que es, en definitiva, el centro del camino que como sociedad hemos decidido transitar.

Aunque no puede decirse que este proceso de reforma constitucional comenzó el pasado 13 de agosto, pues le han antecedido importantes pasos, como el trabajo de la comisión creada al efecto y los análisis en el seno de la Asamblea Nacional del Poder Popular, nadie duda de que sin la visión abarcadora del pueblo sería imposible el producto final: una Carta Magna, fiel a nuestras tradiciones políticas más profundas y atemperada al contexto (presente y futuro) de la nación.

Precisamente el poder popular, ese que ejerce la ciudadanía por su libre y espontánea voluntad, resulta uno de los elementos distintivos de Cuba ante el mundo; de ahí que este, como tantos otros procesos de nuestra historia, implique una elevada conciencia y sobre todo, se cristalice de forma definitiva en un ejercicio transparente y profundo.

«Nosotros tenemos una larga trayectoria constitucional que no aparece solo con la Revolución. A los cubanos les ha interesado siempre tener un fundamento jurídico de base para el Estado, y es por eso que en diferentes momentos de nuestra historia han buscado la identificación con ese documento de trascendencia social. Hay países que proyectan una imagen de democracia, de fuertes fundamentos constitucionales y, sin embargo, tienen constituciones antiquísimas, en cuya base no hay parecido alguno con la realidad del Estado.

«La cuestión más importante de esta reforma es lograr que se involucren en el proceso de discusión y debate la mayor cantidad de personas posibles. Como ciudadanos, debemos entender que en la Constitución no pueden estar contenidos todos los preceptos de nuestras necesidades individuales. En la Carta Magna se prescriben los principios generales del Estado y de la sociedad, y del vínculo de los ciudadanos con ese Estado. Estamos asistiendo a un ejemplo supremo de participación política, porque la constitución en primer lugar tiene un orden político, un sentido político, es lo que va a guiar el camino de una sociedad».

Desde esa perspectiva mira la Máster en Asesoría Jurídica y profesora de Derecho Constitucional en la Universidad de Las Tunas, Zahira Ojeda Bello, este proceso en el que hoy se involucra el pueblo cubano. Como profesional vinculada directamente al momento histórico concreto que vivimos, ella reconoce que entender en toda su magnitud lo que para un país representa la reforma constitucional, es quizá el mayor reto que se nos presenta.

LA IDEA DE NACIÓN

Sin embargo, aunque muchos de los cubanos y cubanas que asisten hoy a este nuevo ejercicio de democracia no asistieron al desarrollado en 1976, con el fin de aprobar la Constitución vigente, existen antecedentes muy cercanos que nos han permitido ampliar la idea de nación tanto en el orden personal como colectivo. Así lo afirma Dalia Colón Barroso, profesora de Cultura Económica y Política en la Escuela Provincial del Partido de este territorio.

«Para llegar a esta actualización de la Constitución hay que referirse a varios antecedentes del pasado reciente. Primero, el 6to. Congreso del Partido, que dedicó todos sus análisis a la actualización del modelo económico y social, y cuyo fruto más trascendental fue la aparición de los Lineamientos con nuevas políticas que impactaron en toda la sociedad cubana. Después vino otro proceso que fue la Primera Conferencia Nacional, donde ideológicamente quedó definido el papel de todas las instituciones para hacer realidad esos lineamientos, sería la envoltura política de los Lineamientos. Pero más adelante se desarrolla, a raíz del 7mo. Congreso, el proceso de consulta para analizar el documento que contenía la conceptualización del modelo económico, político y social cubano y el plan de desarrollo económico hasta el 2030.

«Entonces surge la interrogante de cómo es posible cumplir con todo lo contenido en esos documentos, harto discutidos, y aprobados gracias al consenso popular, con una Constitución que viene a ser obsoleta en relación con el contexto actual. Cuando hacemos ese análisis, comprendemos que es indispensable modificar nuestra Carta Magna, de ahí la importancia política que tiene este proceso».

Como catalizador del necesario ejercicio de las libertades públicas, como concreción de nuestros hábitos democráticos, así define el doctor en Ciencias Filosóficas Carlos Alberto Suárez Arcos, la reforma constitucional cubana.

«Nuestro pueblo, cuando lo comparas con otros pueblos, tiene una instrucción muy superior y elevada, que en estos años estuvo acompañada por una confianza plena en la generación histórica, en quienes hicieron la Revolución. Entonces, es completamente saludable que en este momento de continuidad, el pueblo se enfrente a un proceso como este.

«Los procesos de constitución vienen a ser el establecimiento de los marcos, de los conceptos legales y jurídicos, para que los términos República, democracia, revolución, tengan cauces por donde fluir hacia un fin superior, cuyo propósito supremo es hacer que el hombre sea soberano del hombre».

István Ojeda Bello, periodista del semanario 26 de Las Tunas, valora profundamente esta oportunidad que tiene hoy el pueblo de Cuba de dar un paso definitorio para su futuro. Cada opinión debe ser escuchada y respetada, así piensa este profesional de la prensa.

«Implica una responsabilidad para todos y todas, porque se trata de diseñar, desde la Constitución, el país que queremos y eso es bastante difícil, porque implica buscar puntos de consenso. Este proyecto de constitución, la manera en que ha sido diseñado y escrito, es, desde mi punto de vista, superior a la Carta Magna vigente, porque no se trata solamente de que ha actualizado muchos conceptos, sino también que ha transformado el propio rol que ante la sociedad tiene un texto constitucional, y eso comienza desde incluir en el Artículo 1 que Cuba es un Estado de derecho. Eso implica un cambio muy importante y que mantiene al texto constitucional unido a lo mejor de la tradición del constitucionalismo cubano y latinoamericano, sin dejar de ser socialista y marxista».

ILIMITADO PAPEL

Más allá de las tendencias de opinión que se generen al calor de las discusiones, o de que este o aquel párrafo sea el más polémico, no cabe duda de que hoy se pone a prueba una vez más la madurez política de cubanos y cubanas. Sería imprudente desdeñar el hecho de que aún nos falta un largo camino por recorrer en función de incrementar la cultura jurídica de nuestro pueblo, y que eso, en cierta medida, pudiera considerarse un obstáculo para el pleno entendimiento del papel que desempeña una Constitución en la conducción de un Estado.

Sin embargo, lo que sí es indudable es el pleno conocimiento que tiene el pueblo de su realidad, la capacidad de analizar su contexto, de reconocer el ilimitado papel que tiene dentro de él; y si es esa la visión que prima en cada uno de los debates, de seguro el proceso podrá cumplir el objetivo cimero para el que fue concebido.

No puede verse esta construcción colectiva divorciada de nuestra realidad individual, pues todo aquello que contribuya a perfeccionar la sociedad en que vivimos, también permitirá nuestra plena realización dentro de ella.

Es este otro momento de unidad, sí. No porque tengamos que pensar del mismo modo, ni porque se aspire a un criterio unánime en torno a los asuntos que recoge el proyecto de reforma de nuestra Carta Magna, sino porque, una vez más, la palabra «todos» hace alusión a ese sentimiento colectivo, invariable y característico de los nacidos en Cuba, de que solo en nuestras manos está la posibilidad de que el futuro supere con creces al presente.

Fuente: Periódico Granma

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