DpJdKvRUYAAfTvmEvocar el inicio de las luchas independentistas de Cuba sin hablar de Carlos Manuel de Céspedes no es posible. Cada cubano, desde que comienza a conocer la historia del país, sabe que Céspedes dio la libertad a sus esclavos en su ingenio La Demajagua, que los invitó a la lucha y que es conocido como el Padre de la Patria. Pero, ¿dónde comienza a gestarse la aventura?

En 1867 Francisco Vicente Aguilera, hacendado bayamés, funda el Comité Revolucionario de Bayamo con el objetivo de impulsar una guerra que separara a Cuba de España. Ya el 3 de agosto de 1868 se reúnen en la Finca San Miguel del Rompe, en Las Tunas, representantes de Camagüey, Holguín, Bayamo y Manzanillo, presididos por Aguilera.

El bayamés es partidario de postergar el inicio de la lucha armada hasta que concluyera la zafra azucarera correspondiente al período 1868-1869, que podía aportar recursos para la organización del levantamiento del país. Se compromete a trasladarse hasta Estados Unidos y regresar antes del 24 de diciembre, fecha máxima acordada por los conspiradores para pronunciarse con suficiente material de guerra y dar comienzo a la Revolución.

Emergen diferencias de criterio entre Aguilera y Céspedes en el encuentro, y esta reportera puede imaginarlos de pie, ceños fruncidos, uno frente a otro analizando, exponiendo sus desacuerdos con fuerza, pero con mesura.

Céspedes considera que no es preciso dilatar el alzamiento y que convenía aprovechar la difícil situación política española por temor a ser delatados. Tras largas y apasionadas discusiones se acuerda para el 3 de septiembre el alzamiento, con el veto de Camagüey por considerarlo prematuro. Inconforme Céspedes con los acuerdos, se reúne el 7 de octubre en el ingenio El Rosario, propiedad de Jaime Santiesteban, con miembros de las delegaciones de Bayamo, Holguín, Las Tunas y Manzanillo, y les significa que él se levantará con los que le sigan a más tardar el día 14.

Entonces llega a Bayamo un telegrama desde La Habana, la conspiración ha sido descubierta. Ocurre lo que sabemos. Céspedes se alza con sus esclavos en La Demajagua y da a conocer un escrito que pasa a la historia como Manifiesto del Diez de Octubre, pero que inicialmente se llamó Manifiesto de la Junta Revolucionaria.

Y vuelven en ráfagas las imágenes de Céspedes: de pie predicando, papel en mano, aquello que resultó el programa de lucha:

“Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres somos iguales, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y las propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio; admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación, gradual y bajo indemnización, de la esclavitud”.

Logias masónicas e insurrección

La aspiración a una república laica, la formación del ciudadano con deberes y derechos, y la preparación patriótica de los hombres que conquistarían la independencia, fueron los objetivos principales de las aproximadamente 20 logias masónicas que se crearon en todo el país en aquella época. Las más significativas fueron Tínima de Camagüey, Estrella Tropical de Bayamo y Buena Fe de Manzanillo.

Los responsables del movimiento masónico en Bayamo fueron Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) y Francisco Maceo Osorio, quienes además, estuvieron al frente del Comité Revolucionario. Sin embargo, los trabajos de un proyecto y otro, aunque tenían relación, no podían mezclarse.

Según Manuel A. Aguilera en su artículo “La independencia”, durante los trabajos masónicos de aquellas logias, jamás se trataron asuntos políticos, pues los revolucionarios eran muy cuidadosos y se reunían de forma separada. Figuraban entre ellos muchos individuos que no eran masones.

Por tanto, los trabajos independentistas se hacían con posterioridad al funcionamiento de las tenidas masónicas, como aquella noche del 14 de agosto, cuando los conspiradores se reunieron en la casa de Perucho. Allí Maceo Osorio, antes de despedirse, comentó con Perucho la necesidad de un himno para el movimiento independentista, algo similar a La Marsellesa.

demajagua campanaDemajagua o La Demajagua

¿Demajagua o La Demajagua? Si lo ha visto escrito de las dos formas, no se alarme, es el mismo sitio. Esta es una de las cuestiones que en torno al lugar ha suscitado dudas, sin embargo, ambas son aceptadas para referirse a la hacienda.

El sitio protagonista de la gesta revolucionaria en Cuba guarda curiosidades como, por ejemplo, que estaba ubicado en las cercanías del mar. Desde los portales de su casa de tejas con columnas dóricas, Céspedes podía contemplar las operaciones de los barcos y allí mismo ordenó construir su propio muelle.

Pero siete días después del estallido que haría historia en el país y en Manzanillo, el lugar se hacía polvo, literalmente. Era bombardeado por el barco de guerra español Neptuno y posteriormente incendiado por los marinos de la embarcación.

De semejante carbonización sobrevivió la campana, que tenía una altura de 59 centímetros y pesaba más de 200 libras. Pero 79 años después, en 1947, la historia la puso en manos de quien fuera sucesor del Padre de la Patria, Fidel Castro, entonces vicepresidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Derecho. La campana presidió simbólicamente un acto por el 10 de octubre en la escalinata de la Universidad de La Habana.

Otro de los hechos que llenan de simbolismo y magia al sitio, Parque Nacional La Demajagua desde 1985, es que antes de su viaje al cosmos, Arnaldo Tamayo Méndez acudió al sitio y tomó tierra del lugar, que luego llevó consigo al espacio.

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Tomado de Cubahora

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