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familia cubaLa tendencia actual muestra que las parejas se quedan con un solo hijo. Foto: Foto: Jorge Luis González

Basta solo mirar alrededor para que el índice de envejecimiento poblacional —estimado ya en un 19 % de la población con 60 años y más, cuando el último Censo de Población y Vi­viendas del 2012 anunciaba un 18,3 %— deje de ser un frío número y tome rostro.

Cuba envejece y lo hace aceleradamente. Si países del primer mundo como Francia tardaron unos cuatro siglos para alcanzar estos indicadores, Cuba lo ha hecho en apenas cinco décadas. Es un hecho que coloca el país frente a múltiples de­safíos, en tanto obliga a prestar mayor atención a las necesidades emergentes de una población de edad avanzada cada vez más nu­merosa.

Pero este fenómeno demográfico también exige replantearse disyuntivas: envejecemos, ¿beneficio o problema? Ambos, si asumimos que es el resultado del desarrollo social alcan­zado.

De acuerdo con los estudiosos de este fenómeno, conceptualmente el envejecimiento poblacional pudiera ser reversible, pero no parece viable, al menos en el caso de Cuba. Resulta difícil que pueda producirse un aumento tan importante en la fe­cundidad capaz de revertir el efecto que una mayor sobrevivencia ejerce sobre la estructura por edad.

Cuba no cuenta con un reemplazo generacional desde el año 1978, pues desde esta fecha la Tasa Global de Fecundidad es menor a los 2,1 hijos por mujer necesarios para alcanzar este relevo poblacional. En el 2011, la Tasa Global de Fecundidad fue de 1,77 siendo la más alta de los últimos 24 años (comparada con 1,83 en 1990).

Según el Anuario Estadístico de Salud del 2014, este indicador disminuyó a 1,68 hijos por mujer; mientras la Tasa Bruta de Reproducción (cantidad de hijas por mujer) descendió de 1,80 en 1970 a 0,81 en el pasado año.POR QUÉ NOS PONEMOS VIEJOS
“La fecundidad cubana es baja, pero siempre lo ha sido. Las mujeres han tenido la expectativa de tener dos hijos; y en los úl­timos años uno solo”, refirió Antonio Aja Díaz, director del Cen­tro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Ha­bana (Cedem).

Unido a lo anterior, el académico agregó que “nosotros perdemos anualmente alrededor de 38 000 efectivos de población, todos muy jóvenes, con una feminización muy alta, es de­cir mu­­jeres en plena capacidad reproductiva. Esta dinámica es si­milar a la de muchos países desarrollados, con la particularidad de que esas naciones reciben emigración; que si bien no lle­va al nivel de reemplazo, sí acumula un número de nacimientos significativos. En nuestro caso no es así, por tanto te­nemos que trabajar también por retener población y ese es un tema pendiente. En un contexto demográfico como el cubano este es un elemento disfuncional, que no ayuda a ese desarrollo, porque se pierde población joven, en plena capacidad re­pro­duc­tiva, productiva y necesaria demográficamente ha­blando”.

Para la investigadora Grisell Rodríguez Gómez, la principal causa del envejecimiento demográfico es la baja fecundidad; pero insistió en que “los reducidos niveles de esta variable que tenemos hoy también constituyen un logro; en tanto son el resultado del ejercicio de un derecho de la mujer. Si la mujer, la pareja, la familia,  está haciendo uso de este derecho al decidir cuántos hijos tener —y el resultado es este nivel de envejecimiento—, indirectamente es un logro”.

La experta explicó a Granma que si bien la fecundidad es alta en países con bajo nivel de desarrollo económico y social, y baja en países del primer mundo —al menos así empezó a comportarse en sus inicios— ya hoy hay muchos países del co­no sur latinoamericano, así como Cuba, que siendo subdesarrollados tienden al comportamiento bajo de esta variable.

A ello se suma, explicó, que la fecundidad cubana es temprana, pues el mayor peso está en los grupos de 20 a 24 años. “Más del 60 % de nuestra fecundidad es en mujeres jóvenes menores de 30 años”.

La Encuesta Nacional de Fecundidad del 2009, puso en evidencia que la mayoría de las féminas cubanas, al igual que los hombres, tienen un ideal de familia pequeña, pues prefieren tener uno o dos hijos, decisión en la cual influyen además de las aspiraciones profesionales, el ejercicio de sus derechos re­productivos.

Asimismo, sobre la decisión de tener hijos inciden otros factores como las carencias económicas, el limitado acceso a la vi­vienda y el elevado costo para la atención de los pequeños, a lo que se adiciona en muchos hogares la falta de servicios de apo­yo a la familia y la coexistencia con adultos mayores que re­quieren cuidados.

Entre las causas fundamentales para el aplazamiento de la decisión de ser padres y madres, más del 35 % de los hombres y mujeres encuestados en la mencionada investigación alegaron la situación personal, familiar y económica, donde gravita el hecho de tener ya hijos pequeños o considerarse aún jóvenes para asumir el rol materno o paterno.

“Los estudios no obstante muestran que no todo está perdido, pues si el ideal de las mujeres en Cuba es tener más de dos hi­jos, potencialmente estamos en el nivel de reemplazo; pero la realidad es que nos encontramos por debajo”, subrayó Ro­drí­guez Gómez.

De acuerdo con la entrevistada, “en Cuba tenemos un pa­trón de fecundidad bajo desde inicios del siglo XX: cuando en 1910 las mujeres tenían cinco hijos promedio, en América La­tina la media era de 14 por mujer. La tasa global de fecundidad de la mujer en Cuba nunca subió de esos porcientos. No se pueden tomar decisiones pasando por alto esta historia”.

Hoy es una urgencia atender este tema. Se han pensado ac­ciones desde las políticas gubernamentales que fueran en la lí­nea de estimular la fecundidad, dijo; “pero, hay que estar conscientes de que no hay recogido en la historia universal un patrón bajo que se haya movido a uno alto; porque toda la transición de esta variable en el mundo, siempre ha ocurrido a la inversa. Tam­poco podemos dar la espalda a patrones culturales y comportamientos que ya la persona tiene asimilados e in­terio­riza­dos”.

“Desde la academia defendemos la perspectiva de que la mujer cubana no abandona su intención de tener hijos. Al te­ner uno cumple con uno de los roles socialmente aceptados de la mujer (tener un hijo y hacerlo temprano); pero el segundo, el ideal, se posterga, se abandona la idea, o se tiene. Es ahí don­de hablamos de que existe la reserva, porque está la intención, el deseo explícitamente reconocido de tenerlo por parte de mu­chas mujeres, pero no tienen condiciones materiales. Hacia ahí deben estar dirigidas las políticas, a apoyar, a acompañar a esas mujeres que quieren tener su segundo hijo pero no lo han he­cho por esas razones”, argumentó la especialista.

“Hay otras que no lo tendrán aun recibiendo garantías y es­tímulos porque no les interesa, porque no está en sus planes, en su proyecto de vida; lo cual además es su derecho absoluto; como también es un derecho que se le acompañe y se le apoye pa­ra logar ese ideal de familia. Y las políticas que se tracen de­ben estar acordes con esos derechos”.

Refirió la académica que las encuestas e investigaciones realizadas en este campo muestran que no está ocurriendo un proceso de toma de decisión en torno al momento de tener un hijo. “Muchas veces la decisión se toma con el embarazo presente, pues se hace ante la falla o el no uso de los métodos anticonceptivos”.

Muchos son, de acuerdo con la entrevistada, los elementos que intervienen en este proceso. “Hay una valoración del costo de tener un hijo, en todos los sentidos, no solo en el económico, porque también se piensa en el costo-tiempo y el postergar otros planes y proyectos individuales”.

En este contexto aparece el aborto, utilizado como alternativa anticonceptiva de alta recurrencia y no como fallo de estos métodos. Los estudios han demostrado que no hay una cultura en el uso y atención a la anticoncepción, que permita la planificación familiar.

“Es este además un asunto marcado por las relaciones de género. La mujer siente que el hijo va a ser solo su responsabilidad, que le va a tocar a ella. Hoy esa mujer dice, entonces no, ahora no”, agregó la experta.

En ese sentido, enfatizó en que cualquier política encaminada a elevar la fecundidad “tiene que partir de un diagnóstico fi­dedigno de qué es lo que pasa hoy: qué roles están desempeñando la familia, la pareja, la mujer y las entidades públicas (Educación, Salud y Trabajo) y ¿por qué? ¿Qué se habla en las es­cuelas sobre este fenómeno? Aún no lo suficiente, por lo que sigue siendo un tema pendiente a incorporar en la vida de los ni­ños y jóvenes ¿cómo en el nivel primario de atención se aborda? Tienen que retomarse alternativas y estrategias desde la comunidad, pero no es un problema solo de salud pública.

Es una atención colegiada, y todas las instituciones tienen que trabajar en función de apoyar y acompañar a aquella pareja que sí quiere tener el hijo.

Eso es algo en lo que hay que avanzar, como mismo hay que trabajar en potenciar los roles de la responsabilidad materna y paterna”, explicó.

Para la doctora Grisell Rodríguez Gómez, “no se puede culpabilizar a la mujer o la familia porque no está teniendo hijos. Ello tiene que estar en el proyecto de la mujer, de la pareja, de la fa­milia, y en ese espacio existe potencialidades”.

De modo general, los especialistas alertan sobre las políticas de estimulación de la maternidad, en tanto estas no pueden abordarse de forma pragmática. Que la fecundidad aumente se­rá un proceso de generaciones, que debe pasar el filtro sociológico, cultural, religioso, y de costumbres de la sociedad. Las in­vestigaciones y las acciones que se propongan tienen que ser lo suficientemente rigurosas y contemplar la diversidad en la for­mación de las familias cubanas.

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Fuente: Periódico Granma