greg-abbott-gobernador-de-texas-usa10Greg Abbott, Gobernador de Texas, se reúne con el Ministro Rodrigo Malmierca, en La Habana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Llegó a La Habana. Se instaló en el Hotel Quinta Avenida y solo lo hemos visto en unas fotografías de Desmond Boylan, de AP, asomado por la ventanilla de un Mercedes junto a unos contenedores en el Puerto de Mariel. Por alguna razón, el Gobernador de Texas, Greg Abbott, apenas ha tenido contacto con la prensa en las 51 horas programadas de viaje a La Habana.

 

La esperanza de una primicia para Cubadebate pronto se fueron al piso. La convocatoria al encuentro entre Abbott y Rodrigo Malmierca, nuestro Ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extrajera, solo nos permitiría cinco minutos en el salón y unas imágenes protocolares. No hay nada más árido, profesionalmente hablando, que asistir a una cobertura donde lo único que ocurre es un intercambio de saludos para una foto oficial, en torno a una mesa.

 

Pero, si llegamos antes y hay café, es posible que haya noticia. Ante una taza humeante, mientras esperan la llegada del Gobernador republicano, le pregunto a uno de la veintena de acompañantes, que ha entrado en el salón por adelantado: ¿Cuál es el mensaje del Gobernador en La Habana? “Que estamos aquí”, sonríe y comenta algo sobre las dificultades para conectarse a Internet, lo que en cubano sería como “ir de palo para rumba”.

 

La ironía del mensaje es que Abbott, un republicano de manual, apuesta por una iniciativa de Barack Obama –restablecer los lazos económicos con Cuba y levantar el bloqueo-, a pesar de estar en desacuerdo con el Presidente en casi todo lo demás. Es la prueba de que hay apoyo bipartidista al levantamiento de la política fallida de EEUU hacia la Isla. O mirado desde otro prisma, la prueba de que la resistencia del pueblo cubano en más de medio siglo ha valido la pena, y ahora el gobierno estadounidense empieza a hablarnos en igualdad de condiciones y sus políticos descubren a la Cuba de verdad, aventurándose tras el telón de acero que Washington había levantado.

 

Husmeando por aquí y por allá, me hago una idea de qué ha pasado desde el lunes con esta delegación y logro enterarme de la agenda del Gobernador para este miércoles: un encuentro con Ricardo Cabrisas, el Vicepresidente del Consejo de Ministros, y con el Canciller, Bruno Rodríguez Parrilla. Luego, en la tarde, viajarán de vuelta a Austin.

 

Ayer, durante la visita a la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), los diálogos entre cubanos y estadounidenses tuvieron tintes surrealistas, me cuenta un colega que viaja con los visitantes: los texanos presentaban sus proyectos para vender a la Isla arroz, pollo congelado o adelantar otras propuestas económicas, y los anfitriones agradecían amablemente la oferta, pero recordaban las disposiciones del bloqueo.

 

¿Por qué comprarle a Texas arroz –hay que pagarle por adelantado y al contado-, si Vietnam puede venderle a Cuba todo lo que necesita mediante créditos justos? Los visitantes no podían creer lo que oían. Aquí han descubierto, sorprendidos, la draconiana legislación de su país para Cuba, incluida la Ley Helms Burton, que impiden que barcos extranjeros puedan tocar puerto norteamericano si pasan antes por uno cubano. “Quizás si mandáramos arroz en un barco de papel que luego se desarme en La Habana”, ironiza otro con un dejo de amargura.

 

“Si bien estamos a la espera de la decisión del gobierno federal, Texas quiere comenzar el proceso de construcción de relaciones con líderes empresariales como CIMEX, por lo que vamos a prepararnos para actuar rápidamente a favor del beneficio mutuo”, ha dicho Abbott en La Habana, según confirma un integrante del pool de periodistas que lo acompaña.

 

El Gobernador también ha reconocido que su influencia para levantar el bloqueo es limitada, pero uno de los compañeros de viaje, Saba Abashawl, directora de Asuntos Externos para el Sistema de Aeropuertos de Houston, reconoce que Abbott está siendo modesto en esta apreciación, pues en su viaje a Cuba “envía un fuerte mensaje a Washington”.

 

Abbott es el tercer gobernador estadounidense que visita la Isla tras Andrew Cuomo, de Nueva York, y el de Arkansas, Asa Hutchinson, después de la fecha -17 de diciembre de 2014- en que oficialmente se inicio del proceso para normalizar las relaciones entre Cuba y EEUU. Lo vemos entrar discretamente al amplio salón de la casa de protocolo del MINCEX, en Miramar, donde se producirá el encuentro con Malmierca.

 

Ante una mesa larga ya están ubicadas ambas delegaciones. A su derecha, en la pared, cuelga un cuadro con la imagen y una frase de Carlos Rafael Rodríguez, intelectual brillante y ex Vicepresidente cubano fallecido en 1997, en el que habla de acompañar hasta sus últimas consecuencias a jóvenes y ancianos de su pueblo: “Con ellos lucharé en el puesto que me corresponda”, se puede leer desde el lugar en el que espero de pie. El Gobernador de Texas, que tiene una lesión en la columna por un accidente de juventud, arrima su silla de ruedas a la mesa.

 

Malmierca comienza por los saludos, pero Abbott lo interrumpe. El ruido del aire acondicionado reverbera el sonido de la sala. El Ministro ofrece apagar el aparato. El ambiente es distendido y Abbott ríe al responderle: “Noooo, somos de Texas”. Se escuchan el tableteo de las cámaras y poco después, los periodistas somos pastoreados fuera del salón.

 

En el camino y contagiado con el buen humor del ambiente, Desmond Boylan, el fotógrafo, me cuenta su aventura del día anterior, mientras perseguía por toda la ciudad al Gobernador Abbott. Llegó al Ministerio de Comunicaciones, en la Plaza de la Revolución, y le pidió a la recepcionista que lo dejara pasar a la “reunión con el Gobernador de Texas”. Boylan, irlandés, pronuncia la palabra “Texas” con fuerte acento peninsular: “tezzass”. “Un momento”, dijo amable la señora y llamó por teléfono a la secretaria del Viceministro: “Aquí está un señor que viene a una reunión con el Gobernador de ETECSA”. “No, con el Gobernador de Texas, el americano del Estado de Texas”, rectifica el fotógrafo. Impertérrita, se disculpó la recepcionista: “Ah, sí, perdón, ya sé, los que usan unos sombreritos”.

 

 

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