bloqueo saludDe acuerdo con evaluaciones del Ministerio de Salud Pública los daños del bloqueo se estiman en 66.5 millones de dólares norteamericanos.

Para quienes insisten en continuar llamándolo embargo económico, dar un vistazo al Informe que presentará Cuba en el próximo mes de octubre ante la ONU, sobre las afectaciones que la política irracional del gobierno de los Estados Unidos ha causado en sectores como la Salud Pública, bastaría para desterrar ese eufemismo o cuando menos, cuestionarlo.

En un país como este, donde el sistema de salud no es un negocio que enriquece algunos bolsillos, sino un derecho universal que disfrutamos todos sin discriminación, las prohibiciones o dificultades para adquirir medicamentos, reactivos, piezas de repuesto para equipos de diagnóstico y tratamiento, instrumental, y otros insumos, no pueden verse, de ninguna manera, como sanciones económicas.

Aunque como consigna el informe sobre la resolución 68/8 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada “Necesidad de po­ner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”, solo algunas de estas afectaciones se pueden calcular en términos monetarios, tampoco la cifra para este periodo es desdeñable.

De acuerdo con evaluaciones del Mi­nis­terio de Salud Pública (MINSAP) se estima que entre abril del 2013 y junio del 2014 hay daños por valor de 66.5 millones de dólares norteamericanos, sin tener en cuenta que, detrás de cada una de estas trabas o limitaciones, se pone en riesgo la vida de un ser hu­mano.

Entre los ejemplos que cita el mencionado informe se encuentran las dificultades afrontadas por el Centro Nacional de Genética Mé­dica para la compra de equipamientos y reactivos necesarios para el funcionamiento adecuado de sus laboratorios, lo que repercute de manera directa en el desarrollo del programa nacional de diagnóstico, manejo y prevención de enfermedades genéticas y defectos congénitos.

En particular, su Laboratorio de Biología Molecular enfrenta serias trabas en la adquisición de reactivos provenientes de firmas radicadas en Estados Unidos. Entre ellos figuran reactivos como los geles de SSCP (Polimor­fismo Conformacional de Simple Cadena) y los Kits de Tensión con plata, utilizados para el diagnóstico de enfermedades como la fibrosis quística, la hiperplasia adrenal congénita, la galactosemia y otras.

Asimismo, el medio de cultivo completo Amniomax, empleado para el cultivo de células humanas de origen prenatal, que garantiza los estudios cromosómicos a las embarazadas mayores de 37 años o con patologías detectadas por ultrasonidos.

Otra institución, en este caso el Car­dio­centro Infantil William Soler, no ha podido adquirir nutrientes de mayor calidad como el aminosteryl, de especial importancia para el tratamiento pre y postoperatorio de pa­cientes desnutridos con cardiopatías complejas y críticas. Este solo se produce por los La­boratorios ABBOT, de origen estadounidense.

Mientras que el Instituto de Hematología e Inmunología, centro que diagnostica un promedio anual de 72 leucemias en niños en el país, 75 % de estas linfoides agudas, tiene imposibilitado adquirir la enzima L-As­paraginasa modificada, o la obtenida a partir de la bacteria Erwinia carotovora, que son mejores para el tratamiento de esta enfermedad, pues desde hace más de 10 años están prohibidas para Cuba por desarrollarse en Estados Unidos.

En estas situaciones y en el derecho a la vida se piensa cuando se afirma cada año que el bloqueo debe cesar. No se trata de sanciones económicas, como se ha intentado justificar a lo largo de más de cinco décadas, sino de una política cruel que apela a cualquier artificio, con tal de doblegar a un país por decidir su destino.

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