Con producción al bate de Despaigne Cuba derrotó 3-1 a México. Foto: AP.
Par de alazanes guiaron a los leñadores cubanos por el camino del éxito en su primera presentación en la Serie del Caribe frente a los Charros de Jalisco, con marcador de tres carreras por una. Uno de color blanco, congelando los bates rivales por espacio de siete episodios, y el otro, “el caballo de los caballos”, con su hacha “japonesa” abriendo espacio con su oportuna ofensiva.
Lázaro Blanco, convertido hace rato en el líder de la caballería antillana, mantuvo en silencio a los mariachis mexicanos durante todo el choque, trabajando con fino comando en sus lanzamientos al punto de permitir solo tres sencillos y dejar inmaculada la casilla de las anotaciones.
Alfredo Despaigne, imponiendo su clase, conectó un trío de imparables en cuatro turnos al bate y remolcó las tres carreras que pudo anotar la selección nacional.
Los cubanos lograron superar ese prearranque que en muchas ocasiones los paraliza en eventos internacionales. El cohete impulsador del granmense contratado en la liga japonesa, en el tercer episodio, fue un detonante para las huestes tuneras, pulverizó las tensiones internas y sacó a flote la verdadera calidad de los peloteros cubanos.
La tropa de Pablo Civil se vio cómoda ante los envíos del abridor de los Charros, William Oliver, muy asequible por su parecido a la media que podemos encontrar en nuestros campeonatos domésticos, y lo demostró pegándole seis indiscutibles y anotándole tres carreras en cuatro entradas y dos tercios de actuación.
Casi a la hora de apagar las luces del estadio, los mexicanos levantaron a sus parciales de los asientos al ligarle un par de cohetes al relevista Vladimir García y otro impulsador de Jesús Valdés al apagafuegos Raidel Martínez, pero era tarde de salsa en la ciudad panameña y la banda grupera se ahogó en un silencio con el elevado de Agustín Murillo a manos de Jorge Johnson, que dio por terminada la repentina rebelión.
Fuente: Cubadebate
