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sub15 beisbolA Yorlis Luis Rodríguez Díaz y Ramón Ernesto Pérez Favier, los une algo más que los 15 años de edad, la ciudad de vida y nacimiento, y la pasión por los deporte: los enlaza una medalla dorada que puede ser la envidia de muchos y que con orgullo muestran colgada en réplica desde sus cuellos, los hermana la satisfacción de saberse, por méritos propios, campeones mundiales de béisbol en su categoría.

Yorlis es buen conversador, habla sin pausas pero con frases bien pensadas de la grata experiencia por tierras mexicanas, del apoyo que siempre tuvieron los cubanos del público azteca –excepto cuando se enfrentaron a los locales, por supuesto-, del trato amable de los organizadores, del recuerdo de una corona que, sabe, le acompañará para toda la vida.

“Pude jugar en nueve de los diez partidos, pero sin dudas el más importante para mí fue contra Panamá, donde necesitábamos ganar, y por eso salí al cajón de bateo decidido a embasarme por cualquier vía, y aprovechando mi velocidad pude llegar a primera base con un toque de bola, luego de lo cual la unión de un wild pitch, hit, y error, pude anotar para el empate que, a la postre, se convirtió en victoria”, confiesa este torpedero que en el pasado Campeonato Nacional Sub 15 fue líder en bases robadas con 25 y carreras anotadas con 38.

Según este muchacho, que tuvo sus inicios beisboleros a los siete años de edad en el Combinado Deportivo Sur Hospital de la ciudad de Guantánamo, ellos valoraron igual de importantes a todos los rivales, pero sin dudas el gran escollo era Los Estados Unidos, con quien disputaron la final y ya habían perdido en el inicio de la segunda fase.

“Ese día, Noel Guerra, nuestro director, nos impulsó a salir a divertirnos, a jugar con alegría, sin presión, porque solo así llegaría la victoria, y se cumplió. En los primeros tres innings estábamos nerviosos por el bullicio en el estadio y el sabernos finalistas, pero poco a poco nos fuimos relajando y pudimos hacer las cosas bien”, recuerda Yorlis, cuya aspiración futura es seguir jugando pelota, vestir el uniforme de los Indios Guerreros del Guaso y no dejar el del Cuba.

Lo que nunca olvidará Ramón

Para Ramón Ernesto el oro ha sido el mayor regalo de su vida agrandado por el hecho de que se lo ganó por derecho propio: primero por sus resultados en el Campeonato Nacional de su categoría donde logró 10 victorias con una sola derrota, lo que permitió su inclusión en el equipo de las “cuatro letras”, y luego por la dos victorias que se apuntó en tierras mariachis.

“En la segunda fase el juego contra Taipei de China era de vida o muerte- refiere este zurdo que entre ambos partidos ponchó a 11 contrarios-, pero salí sin presión y pude trabajar con inteligencia y concentración sobre las debilidades de cada bateador, usando sobre todo los rompimientos, que son mi principal arma. Creo que el juego contra Australia en el segmento eliminatorio del torneo me resultó más difícil y de mayor significación porque era la primera vez que lanzaba fuera de mi país y contra rivales foráneos”.

Cuenta Ramón que en el roce con las demás novenas pudo percibir que los pitcher en Cuba, al menos en su nivel, no envidian nada en calidad a los extranjeros pese a tener más carencias en cuanto a implementos y tecnologías para la preparación.

“Ahora con esta medalla tengo más compromiso para entrenar y tratar de volver hacer equipos nacionales y poder representar a mi provincia y mi país, sea como cerrador, que es lo que me gusta, o como abridor, donde he tenido mis mejores resultados”, afirma este lanzador, salido de las áreas del Combinado Deportivo San Justo, que luego pasó por el complejo Plaza de la Revolución, y ahora estudia en la Escuela de Iniciación Deportiva Rafael Freyre, donde también se bate fuerte con los libros y libretas porque entre sus metas también se encuentra la de ser Licenciado en Cultura Física.

Un vecino guantanamero

Pedro Portuondo fue otro de los lanzadores que formó parte de este equipo campeón del mundo. Aunque se hizo pelotero en Santiago de Cuba y en representación de esa vecina provincia integró la novena nacional, nació en la tierra del Guaso, donde vivió hasta los 8 años, edad en que se mudó al poblado de La Maya.

De lejos impresiona porque con solo 15 primaveras mide 1.91 metros, y al saber su historia el impacto crece porque hace solo un año que entrena béisbol.

“Yo practicaba Taekwando y tuve que dejarlo por una lesión en la cadera. Mi segunda oportunidad llegó cuando me vieron lanzando un día, creyeron que tenía buena velocidad y me hicieron la prueba de las millas para confirmar. Ahí mismo pasé a la matrícula de pelota en la EIDE santiaguera, y mira, en ese mismo curso integré el equipo nacional y logré ser campeón del mundo”, rememora Pedro, más corto de palabras que sus otros dos compañeros, mientras agradece el cariño con que lo han tratado por esta corona tanto en el “Chago” como en Guantánamo.

En el Mundial azteca, este pequeño gigante logró una victoria frente a Lituania en la fase eliminatoria, y perdió frente a México en el segmento final, partido en que la defensa cubana, la mejor del Campeonato, según Pedro, no se portó a la altura del resto de los juegos.

Las enseñanzas de Francisco

El entrenador guantanamero Francisco Acosta Pérez se le cuela al deporte de las bolas y los strikes, tanto que integró como preparador esta escuadra recién coronada campeona del orbe, y ya archiva en sus vitrinas personales tres medallas mundialistas en la misma categoría, una de cada color.

“No fue fácil porque tuvimos solo 15 días para prepararnos antes de partir a México y como el torneo cubano había terminado tiempo antes, muchos de los atletas llegaron en baja forma. Tuvimos que aplicar un plan directo a competencia, atendiendo las diferencias individuales y usando como base las tácticas del juego colectivo. También nos ayudaron los siete topes de preparación”, explica y agrega:

“Va y con más tiempo de entrenamiento las cosas hubieran salido mejor, pero al final el resultado fue bueno, regresamos campeones, con solo dos juegos perdidos, y entre los líderes en ofensiva, defensa, y pitcheo. Se lo debemos, sobre todo, a la cohesión del plantel, y al deseo grande que teníamos de ganar”.

Apunta este entrenador, que los guantanameros deben estar satisfechos con la actuación de los muchachos, y este desempeño debe servir de punto de partida para seguir trabajando con ellos y lograr que crezcan su nivel para que puedan aportar a causas mayores.

Fotos: Leonel Escalona Furones

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