puerto rico electricidadEl huracán María apenas tardó unos minutos en dejar sin electricidad a la localidad puertorriqueña de Coamo, rompiendo postes de madera, cortando cables y derribando transformadores.

Durante meses, los vecinos suplicaron a la compañía eléctrica de Puerto Rico y al Cuerpo de Ingenieros del Ejército que restablecieran el servicio, con escasos resultados.

De modo que la gente de esta localidad montañosa de 40.000 personas, al sur de la isla, ha empezado a reparar las instalaciones por su cuenta, desenterrando cables soterrados y cavando agujeros para los postes de madera en un esfuerzo de “hágalo usted mismo” para resolver una pequeña parte del apagón más prolongado de Estados Unidos.

“Si no hacemos esto, llegamos a verano (sin luz)”, dijo el vicealcalde, Edgardo Vázquez, que utiliza mapas dibujados a mano para organizar una brigada de maestros, albañiles, un trabajador postal y un contable, que trabajan respaldados por empleados municipales con equipo profesional, herramientas y experiencia en tareas eléctricas sencillas.

La compañía eléctrica puertorriqueña y el Cuerpo de Ingenieros tienen a miles de empleados y gestores de compañías públicas y privadas, llegados del territorio continental, trabajando en toda la isla para reanudar el suministro eléctrico.

La operación, financiada con miles de millones de dólares del gobierno federal, se ha visto obstaculizada por el terreno accidentado y la lenta llegada de suministros, así como por las demoras en pedir ayuda a compañías eléctricas en territorio continental después de la tormenta de categoría 4, que golpeó la isla el 20 de septiembre. Más de 400.000 clientes siguen sin luz en Puerto Rico.

En Coamo, frustrada por meses de calor y oscuridad, Carmita Rivera, un ama de casa de 60 años, convocó una reunión en su casa a mediados de enero para intentar encontrar soluciones locales al problema.

“Ha llegado la desesperación”, dijo Rivera. “Nos sentíamos como ‘¿y nosotros, qué?’. Somos seres humanos. Había que decir ya basta”.

Cincuenta personas se presentaron y no tardaron en ponerse manos a la obra. A finales de enero, un grupo de vecinos colocó un poste de madera de 136 kilos (300 libras) sobre dos troncos y lo deslizó hasta un hoyo recién abierto de metro y medio (cinco pies) de profundidad.

“¡Lo logramos!” exclamó un hombre con el puño en alto.

La ley indica que sólo la compañía eléctrica local, conocida como PREPA por sus siglas en inglés, tiene autoridad para trabajar en la red eléctrica de la isla. El vicealcalde de Coamo dijo que el director regional de PREPA autorizó a su departamento de obras públicas y sus voluntarios a trabajar en el sistema de distribución de baja tensión de la localidad. La agencia les proporcionó materiales y también han reutilizado cables que no sufrieron daños en la tormenta.

Después, un miembro de la compañía se pasa para comprobar que el trabajo está bien hecho. Las líneas de alta tensión que llevan la energía hasta el pueblo siguen vedadas a todos salvo trabajadores de PREPA y contratistas autorizados.

No se han reportado muertes ni heridas graves, aunque Sue Kelly, presidenta y directora general de la Asociación Estadounidense de Energía Pública, dijo que tener tanta gente trabajando para restaurar el suministro es comprensible pero preocupante.

“El principal problema es la seguridad”, dijo. “Estamos haciendo buenos progresos (...) Pero los esfuerzos sin coordinar pueden derivar en muertes”.

En San Sebastián, una localidad en las montañas al oeste de Puerto Rico, un grupo de trabajadores municipales, empleados jubilados y voluntarios ha restaurado la electricidad en casi 2.000 hogares pese a las objeciones de PREPA, cuyos empleados han presentado denuncias a la policía y a la Administración estadounidense de Seguridad y Salud en el Trabajo.

El portavoz de la compañía Geraldo Quiñones declinó hacer comentarios sobre los esfuerzos comunitarios y solo señaló que las localidades pueden ayudar despejando carreteras y escombros, identificando lugares sin electricidad y llevando materiales a zonas de difícil acceso.

Pero ante cada vez más quejas de los alcaldes por la lentitud en las reparaciones, el gobernador Ricardo Roselló permitió a las localidades a firmar un acuerdo con la compañía eléctrica para asumir las reparaciones si están interesadas y eximir a la agencia de cualquier responsabilidad. Por ahora, solo una docena de poblaciones lo ha hecho.

En Coamo, el vicealcalde depende de los vecinos para que le digan dónde hay cables e instalaciones dañadas. Utiliza mapas hechos a mano para señalar las casas que tienen electricidad o no. Vázquez envía fotos e información diaria a responsables de la compañía eléctrica para que sepan lo que se está haciendo.

El 30 de enero, su equipo y él pudieron devolver el suministro eléctrico a al menos tres casas de la ciudad, incluida la de Antonia Pagán, de 78 años, que abrazó a los trabajadores y se echó a llorar. Lo primero que hizo tras recuperar la electricidad fue utilizar la licuadora para hacer un batido a su hijo con manzanas, fresas, plátanos y uvas.

“Eso es una agonía”, dijo Pagán, añadiendo que se le habían caído casi todas las uñas lavando ropa en el mismo río donde lo había hecho su madre en el pasado hasta que el pueblo volvió a tener electricidad.

Pagán, que perdió la vista en el ojo derecho por un glaucoma, dijo que lo mejor de tener electricidad era que ya no chocaba con cosas en la oscuridad. Sin embargo, cientos de personas en la zona siguen sin luz, como Felipe Rodríguez, un carpintero retirado de 53 años que tampoco tiene agua corriente pero sigue recibiendo facturas por servicios de los que no dispone.

“Yo ya estoy cansado”, dijo. “Me levanto todas las mañanas y es lo mismo, lo mismo”.

Eso no le ha impedido ayudar a otros a conseguir electricidad. Hace poco utilizó su vieja camioneta descubierta de 1986 para llevar colina arriba un pesado poste de madera y después se subió a un tejado para ayudar a guiarlo hasta el hoyo preparado para colocarlo.

Mientras él y otros luchaban por mover el poste, se gritaban instrucciones sobre cómo hacerlo o avisos para evitar una ventana.

Finalmente lo instalaron, uno de los más de 60 que han levantado por ahora los voluntarios y trabajadores municipales de la ciudad. Se estima que el 30% de los habitantes locales sigue sin electricidad.

Es un panorama desolador para Óscar Rodríguez, un vecino que pidió a la compañía eléctrica que termine lo que empezaron sus paisanos.

“A veces nos deprimimos porque parece que ha caído en oídos sordos porque no estamos viendo nada”, comentó. “Pusimos las cosas en una bandeja de plata”.

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