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bri panama 580x169China invitó formalmente a América Latina a participar en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR, por sus siglas en inglés) en enero de 2018, durante su encuentro con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Santiago de Chile, donde el canciller chino y de Venezuela estrecharon manos a modo de fotografía principal del evento.

Desde entonces, 16 países de la región manifestaron su intención de formar parte de este proyecto de conectividad comercial y ya han pactado acuerdos en esa vía.

Además de Venezuela, que es aliado estratégico de Pekín en la construcción del mundo multipolar, otros países firmaron convenios: Panamá, Brasil, México, Bolivia, Antigua y Barbuda, Costa Rica, Chile y Guyana.

El plan a escala global que arrancó en 2013 con el anuncio público del presidente Xi Jinping, contempla el fortalecimiento de infraestructuras, comercio e inversiones entre el gigante asiático y aproximadamente 65 países, involucrando al 62% de la población mundial y el 75% de las reservas energéticas conocidas.

En ese sentido, Latinoamérica viene a formar una gran línea transoceánica de transporte en la Ruta debido a que comparte con China el Océano Pacífico, siendo éste la extensión natural que conecta a las dos zonas económicas, como lo comentó China en su reunión con los países de la CELAC a principios de 2018. Allí mismo recalcó lo fundamental del bloque continental en el plan de cooperación internacional.

Sin embargo, las inversiones para concretar la IFR no parten desde cero. Proyectos bilaterales con diferentes naciones de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe se remontan al año 2005. En ese año, recibieron 4.7 mil millones de dólares en inversiones chinas. Para 2018, esta cifra tuvo un incremento de 425%, cerrando en 20 mil millones de dólares.

En los últimos ocho años, el intercambio comercial también aumentó 22 veces, excediendo los 280 mil millones de dólares en 2017. Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), proporcionados por su secretaria Alicia Bárcena, posicionan al país asiático como el segundo socio comercial más importante para la región, y el primero para América del Sur, suplantando a Estados Unidos.

La intención de interconectar globalmente las economías nacionales a través de la IFR y bajo el liderazgo emergente chino, formaliza y da un nombre a más de una década previa de relaciones comerciales.

Proyectos y planes de la Ruta de Seda en Latinoamérica

Mapa del desarrollo en infraestructura y transporte del proyecto IFR chino. Foto: The Dialogue/ Misión Verdad.

La compleja relación sino-latinoamericana que hasta la década de 1990 se enfocaba en invertir en productos mineros y recursos naturales para su traslado a China, entró al nuevo siglo con el objetivo de consolidar infraestructuras de transporte de alto impacto, incluyendo la construcción de carreteras, puertos marítimos y ferrovías.

Según la base de datos de finanzas China-América Latina elaborada por The Dialogue, centro de estudios políticos estadounidense, existen 150 proyectos vinculados al transporte de los cuales casi la mitad se encuentran en etapa de construcción.

Además, en los últimos años se ha diversificado hacia el sector energético, invirtiendo 96.9 mil millones de dólares en la transmisión y generación de electricidad.

Por número de proyectos, Bolivia, Brasil y Jamaica son los principales destinos de la inversión china en canales físicos de comunicaciones. En el país andino se han desarrollado más de 20 obras entre carreteras y puentes, mientras que en Brasil, país donde el monto total supera los 28 mil millones de dólares, se han discutido 13 acuerdos en relación a la infraestructura de transporte, al igual que en Jamaica.

China ha puesto especial énfasis en las zonas portuarias tanto del Pacífico como del Caribe y el Atlántico. De hecho, tiene mayor éxito en la adquisición o construcción de este tipo de instalaciones. Alrededor de 20 proyectos ya han sido concretados o están en fase de ejecución en México, Cuba, Panamá, Venezuela, Ecuador, Brasil y Chile. Por su parte, están discutiéndose las facilidades portuarias en Colombia, Perú y Uruguay.

De estos puertos, tienen especial relevancia los 19 pactos de cooperación en materia de comercio e infraestructura que se acordaron en torno al Canal de Panamá. Aquí destaca la movida diplomática panameña para profundizar su relación política con China en el marco de la Franja y la Ruta, siendo el primer país que firmó un proyecto que forma oficialmente parte del proyecto: la ejecución de una vía férrea de alta velocidad entre las zonas urbanas.

En junio de 2017, Panamá rompió relaciones diplomáticas con Taiwán, lo que dio apertura a proyectos gigantes como la construcción del cuarto puente sobre el Canal de Panamá, de un puerto de cruceros en la entrada del Pacífico y de un puerto de contenedores ubicado cerca de la entrada atlántica.

Por su condición geográfica, Chile también es considerado como un acceso natural a la región por la vía del Pacífico. Además de las zonas portuarias, China invierte en las telecomunicaciones a través de la propuesta para construir un cable de fibra óptica submarino que atraviese el océano con un largo de 24 mil kilómetros. Este medio permitirá un mejor intercambio de informaciones entre Asia y Latinoamérica.

La respuesta geopolítica de Estados Unidos

Llama la atención que muchos de los países afiliados comercialmente a los proyectos más emblemáticos de la IFR sean los que Estados Unidos considera aliados o sus socios más fuertes en la región latinoamericana.

La cooperación omnidireccional de su rival económico, que en últimas no busca imponer ni modificar las visiones políticas nacionales de los países con los que se relaciona y, en cambio, fortalece el desarrollo común de los bloques del Sur Global, ha supuesto una seria piedra de tranca al establecimiento de Washington para sostener una posición de dominio en la región.

El politólogo alemán Wolf Grabendorff lo afirma de la siguiente manera: “La declarada intención china de establecerse como potencia alternativa en el sistema internacional no se ha topado con voces críticas en América Latina, y eso reafirma los temores geopolíticos en Estados Unidos”.

China está desafiando la hegemonía estadounidense en medio de la debacle del orden mundial liberal encabezada por la Administración Trump, que busca paliar sus efectos desatando una agresiva guerra arancelaria a escala global de la que no escapan los países latinoamericanos.

Al comparar lo que ofrece cada modelo económico, la apertura global china en condiciones de igualdad contrasta con el supuesto proteccionismo estadounidense que no tiene intenciones de cuidar los intereses nacionales sino los económicos de grupos empresariales privados.

Más allá de las constantes giras de funcionarios del alto mando político para imponerles a países satélites que escalen el conflicto en Venezuela y los ensayos militares en territorios fronterizos bajo la justificación de seguridad nacional, no existen proyectos tentadores que compitan con la inmersión de China en las agendas económicas de América Latina y el Caribe.

En los últimos dos años, esa actitud violenta de “tómalo o déjalo” que promueve Estados Unidos tendrá graves consecuencias en las relaciones comerciales con los países cercanos. Ya México ha sentido el choque al evaluarse las condiciones del Tratado de Libre Comercio, lo que ha supuesto un déficit comercial de 64 mil millones de dólares. Otros acuerdos comerciales con Colombia, Chile, Perú y Centroamérica están en la mira de las decisiones comerciales estadounidenses.

En cuanto a resultados, las cifras son bastante elocuentes. Datos del Comercio Exterior de la Oficina del Censo estadounidense arrojan que, desde el año 2017 al 2018, las exportaciones e importaciones latinoamericanas tuvieron un 7.13 % y un 6.54 % de aumento.

Al contrario, para la alianza sino-latinoamericana, las importaciones y exportaciones de ese mismo año aumentaron en un 30% y 23%, respectivamente. Los Estados huyen de las medidas unilaterales que los hacen negociar en posición de desventaja para abrazar los planes que ofrecen políticas económicas de complementariedad, anclados en este momento con China y los países del orden multipolar.

¿El ocaso estadounidense se acelera con cada paso que da hacia la línea de la Doctrina Monroe?

Venezuela, el socio comercial chino que amenaza el “patio trasero”

China y Venezuela mantienen una cooperación estratégicas en varias áreas. Foto: Leo Ramírez/AFP/Misión Verdad.

El triunfo de los proyectos que abarcan las nacientes relaciones entre China y Latinoamérica está vinculado a la estabilidad política y la gobernabilidad de los territorios, así como a la integración regional del continente.

En principio, la consolidación del bloque regional fue forjada a pulso durante la primera etapa del gobierno de Hugo Chávez. En el proyecto, se avizoraba el traslado del centro de poder de Occidente hacia el eje euroasiático, por lo que los esfuerzos de crear nexos diplomáticos sólidos con naciones hermanas para presentarse como otra fuerza multipolar fue una disposición voluntaria de los primeros años del chavismo.

De allí que la configuración desde Venezuela de organismos como ALBA, Petrocaribe y CELAC, plataformas multilaterales que reunían los diversos intereses nacionales de la región, acompañó aquel objetivo. Por la misma razón surgen los ataques de los últimos años a estos mecanismos de integración y a los actores políticos que lo dirigen, con “socios” estadounidenses como Colombia liderando iniciativas tipo Prosur.

Necesariamente, el gobierno del presidente Nicolás Maduro es el principal foco de las agresiones por ser vanguardia en la región contra la Doctrina Monroe del siglo XXI, planteando un esquema de comercio internacional con otras naciones emergentes, alejado de la hegemonía del dólar y utilizando sus recursos energéticos y mineros para la causa.

Cada agresión a la economía venezolana mediante instrumentos financieros o las operaciones irregulares para hacer ingobernable el territorio, busca dañar (entre otros puntos) la agenda comercial asiática en la que está involucrado el país, siendo China una “amenaza existencial” a los intereses del Pentágono.

Sin embargo, Venezuela, que es puerta principal para el ingreso de la IFR en lo que Estados Unidos considera su “patio trasero”, así como para otras propuestas contrarias al neoliberalismo, ha contenido los intentos de cambiar el orden político nacional mientras contraataca con el acercamiento al mundo multipolar que tanto le preocupa a Washington.