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Temblaba en sus centros Estados Unidos.

 

Al pasar las horas esta noche, millones de ciudadanos, expertos, analistas, políticos y más no podían creerlo: uno por uno de los estados claves que determinarían el resultado fueron cayendo en manos de Donald Trump, y al final el candidato insurgente republicano se convirtió en el presidente electo de Estados Unidos.

 

Hillary Clinton concedió esta noche mediante una llamada telefónica a Trump.

 

Al cierre de esta edición, a las 2:30 am hora local, el candidato republicano salió a declarar su triunfo en el hotel Hilton, en Manhattan.

 

Acompañado por su familia y por el vicepresidente electo, Mike Pence, declaró que deseaba unir el país después de esta contienda. Es hora de que nos juntemos como un solo pueblo unido, afirmó, jurando que será el presidente de todos los estadunidenses.

 

Prometió invertir en la infraestructura de la nación y que los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados más. En el ámbito internacional, indicó, buscaré colaboración y no conflicto, y que aunque siempre pondrá a “America primero”, estará dispuesto a hablar con otros países de igual a igual. Después de la ovación se despidió y por las bocinas del salón se tocó You can’t always get want you want, de los Rolling Stones.

 

A las 3 de la madrugada ganaba la elección con 291 votos frente a 218 de Hillary Clinton en el Colegio Electoral, y, en números preliminares, con 57.5 millones de votos frente a 56.8 millones de su contrincante.

 

Los expertos buscaban explicar por qué sus sondeos y los sofisticados modelos de pronóstico fallaron; los políticos de la cúpula, incluso del propio Partido Republicano, no sabían cómo responder y los mercados bursátiles se alarmaron, indicando la posibilidad de un derrumbe bursátil el miércoles en las bolsas de valores estadunidenses.

 

El multimillonario populista acusado de ser un demagogo, depredador sexual, xenófobo, quien descarta la ciencia del cambio climático y una de las personas más descalificadas para ser presidente en la historia del país, ahora estará por asumir la riendas –y el botón nuclear– de la mayor potencia en el mundo.

 

Cunde la incredulidad y el temor entre varias comunidades: inmigrantes mexicanos y latinoamericanos no podían creerlo, comunidades musulmanas se angustiaron, organizaciones leales al Partido Demócrata, de defensa de los derechos de la mujer, los sindicatos y los ambientalistas, entre otros, consideran que es un desastre.

 

La insurgencia populista triunfó. Algunos argumentaron que si ya no estaba la opción de hacerlo por la izquierda –decenas de millones expresaron su hartazgo, desencanto y sus temores–, lo harían por la derecha (no pocos comentaban esta noche que el socialista democrático Bernie Sanders podría haber ganado ante este escenario).

 

Ese hartazgo –registrado desde el inicio de esta contienda, hace año y medio en sondeos, entrevistas y cantinas– con lo que se percibía como una cúpula arrogante y cínica, desapegada de las mayorías y que hace el trabajo para una élite de intereses poderosos.

 

Con ello, la candidata por excelencia de ese establishment, la reina política del país, fue derrocada. Justo en el momento de su coronación todo se vino abajo. Ya se había preparado el anuncio y el festejo oficial de que Hillary Clinton sería la primera presidenta de Estados Unidos; ya estaban redactados los discursos sobre cómo se estaba marcando historia, pero esta noche todo eso quedó interrumpido.

 

Pero Clinton rehusó ofrecer un discurso de concesión esta noche ante sus seguidores. Su jefe de campaña, John Podesta, llegó a las 2 de la madrugada al centro de convenciones Javits, donde se había preparado el festejo de su triunfo, para anunciar que Clinton no tendría mensaje esta noche, ya que quedan votos para contar, y que no habría más hasta ver los últimos votos. Poco después se anunció que la demócrata había telefoneado a Trump para aceptar su derrota.

 

Algunos señalaron que en parte el resultado fue una rebelión racista contra el primer presidente afroestadunidense, pero otros indicaron que era más que eso, que era una expresión de repudio contra toda la cúpula –la demócrata y la republicana– y sus patrones.

 

La fuerza de Trump en los estados industriales fue clave en generar un apoyo masivo entre trabajadores, resultado de su constante consigna contra los acuerdos de libre comercio, sobre todo el tratado con México y Canadá. En parte, esto es la cosecha de tres décadas de políticas neoliberales aplicadas dentro de Estados Unidos, parte de lo cual fue atacado por el magnate.

 

Algunos pintaron esta contienda como una entre el Estados Unidos del futuro y el país del pasado. Los resultados preliminares mostraban que la coalición de latinos y mujeres, y en menor grado –y esto podría haber sido una clave en el derrumbe– los jóvenes y los afroestadunidenses, fueron la base sobre la que dependía la demócrata para llegar a la Casa Blanca. Pero no lograron derrotar la apuesta de Trump sobre los blancos, sobre todo los no jóvenes, y un reducido sector latino conservador y antimigrante. La vulnerabilidad de Clinton siguió expresándose en una reducción del apoyo del voto joven y el afroestadunidense, en comparación con el ofrecido a Barack Obama hace cuatro y ocho años.

 

La elección, según sondeos preliminares, comprobó que esta fue una contienda en contra, y no en favor, de ambos candidatos, los más desaprobados por el electorado en la historia moderna del país. Alrededor de 20 por ciento de los votantes de Clinton, según encuestas a boca de urna, informaron que habían emitido su voto en contra de

 

Trump, mientras 27 por ciento del sufragio para Trump fue más bien contra Clinton.

 

A la vez, mayorías expresaron que no confiaban en la honestidad e integridad de ambos candidatos presidenciales. Pero por un porcentaje elevado, Trump ganó la mayor parte de los que decían que reprobaban a ambos.

 

Por tanto, no es necesariamente que la gente haya votado por Trump, sino, como comentó uno de sus simpatizantes a La Jornada, por un volcán que necesitamos para quitarnos de encima a los políticos corruptos de ambos partidos.

 

Trump será el primer presidente en la historia que llega a la Casa Blanca sin ninguna experiencia política y sin ocupar algún puesto electivo. Ese hecho fue presentado por él como prueba de que era un insurgente, o sea, alguien externo a la clase política (aunque, como todo multimillonario, financiaba a integrantes de esa clase política, incluyendo donaciones de fondos a la campaña legislativa de su contrincante Hillary Clinton).

 

Con el triunfo del multimillonario, el Partido Republicano controlará tanto la Casa Blanca como ambas cámaras del Congreso, ya que mantuvo su mayoría en ambas cámaras esta noche (estaban en juego todas las 435 curules de la cámara baja y un tercio, 34 curules, del Senado). Sin embargo, será un partido en crisis y fracturado, ya que gran parte de la cúpula de ese partido se opuso a Trump. Hasta el último presidente republicano, George W. Bush, y el ex candidato presidencial de su partido hace cuatro años, Mitt Romney, no votaron por el abanderado hoy, y el líder de la cámara baja, el republicano más poderoso hasta ahora en Washington, Paul Ryan, tiene una relación hostil con él.

 

Las otras elecciones

 

Más allá de las elecciones federales, la mejor noticia para los inmigrantes fue la derrota, después de dos décadas en el poder, del alguacil Joe Arpaio -tal vez el símbolo nacional antimigrantes de mayor perfil.

 

Y la mariguana (y con ello el rechazo al esquema de la llamada guerra contra las drogas) triunfó. En California, el mercado más grande de este país, fue aprobada por referendo la iniciativa para la legalización de la mariguana. Massachusetts fue el primer estado del este en legalizarla. Según proyecciones, Florida se convirtió en el primer estado del sur del país en legalizar la cannabis para usos médicos. Para algunos, después del aparente resultado presidencial, esta es la mejor –y más necesaria- noticia del día para aguantar lo que podría ser una noche larga en este país.

 

No pocos están semibromeando con abandonar el país, solicitar asilo en otros países. Esta noche el sitio oficial para asuntos migratorios de Canadá en Internet se cayó repetidamente por el volumen de consultas.

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