pandemiaCuando finalizó la Primera Guerra Mun­dial en 1918, el mundo ya libraba otra batalla. Poco antes había estallado la llamada gripe española, una pandemia que acabó con la vida del triple de los 17 millones de soldados y civiles que fallecieron durante esa contienda bélica.

Fue la crisis sanitaria más grave de la historia de la humanidad, que obligó a los países a repensar la necesidad de acciones colectivas contra las enfermedades infecciosas.

Ahora el mundo afronta una compleja si­tuación debido al virus del ébola, que ya ha causado alrededor de 4 000 muertes en África occidental. De acuerdo con la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mar­garet Chan, esta epidemia de­mues­tra que "estamos mal preparados para responder a una emergencia sanitaria severa".

"El mundo está mal preparado para respon­der a cualquier emergencia sanitaria sostenida", aseveró la experta en un dis­cur­so­ leí­do por un funcionario del organismo internacional durante la reunión del Comité de la Región Pacífico Occidental de la OMS en Manila.
Chan insistió esta semana en que esta afirmación no se refiere exclusivamente a la epidemia de ébola, sino a cualquier otra de la misma magnitud.

Recordó que ya en el año 2009, con la gripe H1N1, la OMS pudo determinar que el planeta no está preparado para ofrecer una respuesta adecuada y definió el actual brote del virus del ébola como la mayor emergencia sanitaria de nuestra era.

La funcionaria puso énfasis en que parte del problema inicial de cómo ha evolucionado esta enfermedad —contra la cual aún no existe medicamento alguno— recae en el hecho de que los países donde surgió (Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona) son pobres y cuentan con unos sistemas de salud muy precarios.

"El brote (de ébola) demuestra los peligros de las crecientes desigualdades sociales y económicas en el mundo. Los ricos obtienen el mejor tratamiento. A los pobres se les deja morir", denunció.
PANDEMIAS EN LA HISTORIA
Si bien el actual brote de ébola ha activado las alarmas en todo el mundo, otras enfermedades a lo largo de la historia han sido tan o más severas.

La primera gran pandemia de la que se tiene conocimiento es la peste de la guerra del Pelo­poneso. Esta se originó en el año 430 a.C., aproximadamente, y provocó la muerte de 30 000 ciudadanos atenienses (por lo que también se le llama como la peste de Ate­nas). Los cuerpos de los enfermos eran apilados e incinerados en grupos de cientos.

Fue registrada por el historiador Tucídides y se supone que el virus habría llegado en los barcos del puerto de El Pireo, luego de originarse en Etiopía, arrasando buena parte de Egipto y Libia.

La plaga de Antonina surgió en el año 165 d.C., cuando un grupo de soldados romanos que volvían de Mesopotamia y el Medio Orien­te contagiados por lo que se cree sería viruela o sarampión, llegaron a Roma para expandirla. Esta plaga fue la que terminó con la vida del emperador romano Marco Aurelio y de otras 5 000 personas.

En las costas del Mediterráneo, entre los años 541 y 542, tuvo lugar la primera expansión de la peste bubónica. La plaga de Jus­tiniano se encargó de diezmar a los habitantes de Cons­tantinopla, alcanzando un pico de 10 000 muer­­tes por semana. Se estima que tuvo su origen en el Alto Egipto y que con el comercio logró llegar a la capital Bizantina.

La temible peste negra—otra variante de la peste bubónica— se hizo con la vida de más de 25 millones de personas en Europa entre los años 1348 y 1350; mientras que la gran peste española o La cucaracha— un virus de influenza— llegó a contagiar a mil millones de personas en todo el mundo en 1918.

Por otra parte, la expansión del virus causante de la viruela (Variola major) llegó a provocar 400 000 muertes anuales entre los europeos a finales del siglo XVIII. Se cree, además, que este fue uno de los responsables de la desaparición de los aztecas y los incas, entre los que alcanzó una letalidad del 90 %.

RIESGOS LATENTES
Aún con el desarrollo de la ciencia y la técnica, en la actualidad algunas enfermedades virales continúan causando más muertes que los conflictos armados, el hambre y la pobreza.

Este es el caso del virus de la gripe o influenza, que surge de forma estacional y es capaz de provocar entre 250 000 y 500 000 muertes al año. En ocasiones sus variantes se cruzan entre animales y humanos, como sucedió con la AH1N1, conocida como gripe aviar, que llevó a la OMS a declarar el nivel de pandemia en junio del 2009.

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida o VIH/sida es la sexta causa de muerte a nivel global, solo por detrás de las dolencias respiratorias entre las enfermedades infecciosas más letales. Entre 1990 y 2010 las muertes provocadas por esta enfermedad crecieron un 127 % en el mundo desarrollado y un 439 % en los países del llamado tercer mundo.

Según la OMS, anualmente mueren 780 000 personas como consecuencia de la hepatitis B crónica— que conduce infección en el hígado que puede derivar en una cirrosis o en cáncer— y actualmente la sufren unos 240 millones de personas.

Igualmente, se calcula que cada año fallecen 760 000 personas debido a enfermedades diarreicas agudas y que estas constituyen la segunda causa de muerte entre los me­nores de cinco años.

Cada año entre 350 000 y 500 000 personas mueren por la infección del virus de la hepatitis C, que puede desembocar en cirrosis o en cáncer y que afecta a 130-150 millones de pacientes en el mundo.

El virus del sarampión causa al año unas 122 000 muertes, lo que supone 330 muertes al día.

El virus de la rabia transmitido por los perros y otros mamíferos mata cada año a 55 000 personas, sobre todo en Asia y África. Está extendido por más de 150 países y el 40 % de los afectados son niños menores de 15 años.

La fiebre amarilla (o vómito negro) infecta a unas 200 000 personas cada año y mata a 30 000. Es un virus endémico de las regiones tropicales de África y Sudamérica, donde tiene al alcance a una población próxima a los 900 millones de personas.

En tanto, el dengue amenaza a la mitad de la población del planeta. La OMS estima que se producen al año entre 50 y cien millones de infecciones. Su incidencia ha aumentado dramáticamente en los últimos años debido a que el calentamiento global está favoreciendo su dispersión.

A pesar de este escenario, las grandes potencias mundiales siguen gastando billones de dólares en armamentos y otros renglones no vitales. Con solo una fracción de esos recursos y una mayor voluntad política, el mun­do podría estar mucho mejor preparado para enfrentar los verdaderos retos de la humanidad en el siglo XXI.

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