1muro frontera MéxicoDonde ya existe una alta y electrificada valla que ocupa más de mil kilómetros de los 3 200 de frontera que separan México de Estados Unidos por obra y gracia de la ocupación norteamericana en el siglo xix, donde el primero perdió más de un 50 por ciento de su territorio, ahora el propio país usurpador ha decidido construir un costoso muro con una inversión superior a los 10 mil millones de dólares.

Por supuesto, en ninguno de los argumentos utilizados por la nueva administración estadounidense para emprender la obra, se recurre a la historia y a la humillación impuesta al país vecino cuando se le despojó de más de 2 millones de kilómetros cuadrados de su área.

Lo que sí se ha dejado claro desde el primer momento por Washington es que «el muro lo tendrá que pagar México de cualquier forma».

Y, aunque han pasado casi dos siglos de haberle extirpado a la nación azteca tierras y recursos minerales que hoy dan esplendor a la potencia imperial, la nueva imposición —por el método y el objetivo— parecen dar continuidad al anhelo expresado en el año 1804, por el expresidente John Adams, quien dijo que «[…] la gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo».

En unas Reflexiones publicadas el 10 de agosto del 2009, con el título Las bases yanquis y la soberanía latinoamericana, el líder de la Revolución Fidel Castro escribía: «En 1848 arrebataron a México más del 50 por ciento de su territorio, en una guerra de conquista contra el país, militarmente débil, que los llevó a ocupar la capital e imponerle humillantes condiciones de paz. En el territorio arrebatado estaban las grandes reservas de petróleo y gas que más tarde suministrarían a Estados Unidos durante más de un siglo y lo siguen en parte suministrando…».

Y para no dejar ningún cabo suelto, en 1882, el gobierno de Estados Unidos le impuso a México un tratado, según el cual las fuerzas militares estadounidenses podían incursionar libremente en su territorio.

Es parte de una historia que ni Latinoamérica ni el mundo deben olvidar y mucho menos cuando en pleno siglo xxi vemos claros indicios de reverdecer aspiraciones imperiales, usando métodos de estos tiempos.

En el caso que nos ocupa, según la bbc, una de las maneras para financiar la obra —además de la posibilidad de crear un impuesto del 20 % a las importaciones mexicanas— es echando mano a las remesas que los mexicanos en Estados Unidos envían a sus familias.

Esto, por supuesto, empeorará la difícil situación financiera que viven muchos en la vecina nación y que dependen de ese dinero, que según datos del Banco Central mexicano, supera los 25 mil millones de dólares al año.

Sean Spicer, portavoz del actual mandatario estadounidense, citado por la agencia rt, ha revelado que solo con el impuesto a las importaciones mexicanas, Washington podrá «ganar 10 mil millones de dólares anualmente. Será una verdadera fuente de financiación».

Por su parte, el presidente de México, Enrique Peña Nieto ha advertido: «Lamento y repruebo la decisión de ee.uu. de continuar la construcción de un muro que desde hace años, lejos de unirnos, nos divide. México no crea muros. Lo he dicho una y otra vez: México no pagará ningún muro».

Se trata de levantar una muralla por más de 3 218 kilómetros, que hasta hoy han estado protegidos por altas y electrificadas vallas metálicas, testigo mudo de la muerte de muchas personas que en su afán por llegar al territorio vecino han sido víctimas de las balas lanzadas por los soldados norteamericanos que vigilan día y noche.

Otra arista de este tema es la corrupción divulgada por una investigación del diario The New York Times, que afirma que hay miles de registros judiciales y documentos internos que indican que en los últimos diez años casi 200 empleados y trabajadores contratados por el Departamento de Seguridad Nacional han recibido cerca de 15 millones de dólares en forma de sobornos.

«No es bueno hablar de la construcción de muros o de una aplicación más severa si no se puede asegurar la inte­gridad del sistema de inmigración, cuando se tiene fraude y corrupción con ­sus propios empleados», indicó un funcionario de asuntos internos del Departamento de Seguridad Nacional a la citada agencia, quien prefirió guardarse en anonimato.

El tema de la larga frontera entre México y Estados Unidos es tan complejo como su historia. Pero exponer a la nación azteca a medidas hegemónicas, discriminatorias y racistas más que solucionar el problema, solo conducirán a recordar lo ocurrido dos siglos atrás con la expropiación de la mitad de aquel territorio por parte de su vecino, herida que aún permanece abierta y sin sanar.

No puede ser la solución, la de encerrar con un costoso muro el derecho universal del tránsito de personas y bienes a través de fronteras.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar

feed-image RSS