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familia manuel tamesEn la antigua estación de trenes, habilitada como vivienda temporal, conviven dos familias que perdieron todo por las inundaciones que provocó la crecida del Río Seco.

Que si “José no pasó por aquí” o “María es tan fuerte como Irma porque tiene las mismas letras en el nombre”: tanto han golpeado a Guantánamo los ciclones en los últimos tiempos, que la gente comienza a asumirlos de un modo distinto, cercano, quizás mejor preparados, quizás temerario.

Pero en fenómenos así siempre suceden imprevistos, como lo fue esta vez la crecida del Río Seco, en el municipio de Manuel Tames, la peor que se recuerda por esta tierra.

Dos semanas después, hablar de lo sucedido causa desasosiego. Entendible, si tenemos en cuenta que 117 familias perdieron sus pertenencias y fueron afectadas 314 viviendas, 32 de ellas con derrumbe total. La recuperación va llegando, poco a poco.

Bien lo sabe Pedro Pelier Rojas, quien desde la tranquilidad del nuevo espacio que será temporalmente su vivienda, espera a que le traigan el refrigerador, único electrodoméstico que pudo rescatar, enterrado en el fango varios metros “río abajo”, a donde fue arrastrado por la crecida.

“Con buena suerte que todavía funciona”, dice mientras se dispone a mostrar a Venceremos el sitio de algo más de cuatro metros cuadrados. Al fondo, un baño sanitario pequeño y, en el lado opuesto, una improvisada meseta de cocina.

Claro que, “para quienes perdieron todo, esto es mucho: un techo en que guarecernos si viene otro mal tiempo y, como no tenemos casi nada, de momento sobra espacio”.

Como la suya, otras doce familias encuentran resguardo en locales estatales donde, apunta Joennis Samón Mora, presidente del gobierno en el municipio Manuel Tames, “se crearon las condiciones mínimas de habitabilidad – entiéndase electricidad, agua, servicio sanitario y drenaje de residuales- para que los damnificados permanezcan ahí de manera temporal”.

familia manuel tames2Joennis Samón: “La industria de materiales de la construcción en el municipio es suficiente para garantizar la recuperación de las casas, incluidos los derrumbes totales. De los 51 contratos facturados hasta el momento, 40 núcleos familiares ya tienen en sus manos los recursos, el resto debe adquirirlos esta semana”.

Así sucede en la añeja estación de trenes, al centro de la antigua cabecera territorial, donde Mirian Ril Fernández acomoda lo poquito que le quedó. En el suelo se apilan cinco colchones, uno para cada miembro del núcleo familiar, “y así evitamos que se mojen si cae un aguacero, porque el techo de fibro tiene huequitos”, explica la enfermera.

“Hace tres días pasó una comisión del Consejo de Defensa, encargada de anotar este problemita (huequitos del techo), pero todavía no lo han resuelto y nos preocupa la salud de los niños que están aquí”, dice.

Pared con pared, Arlenia Martínez Peralta, carga en brazos una bebé recién nacida. Su rostro comienza a borrar la desesperación. Sabe que la ayuda irá llegando paulatinamente, en tanto esperan la aprobación de las formas de pago y adquisición de bienes que utilizarán para construir una nueva vivienda.

Lo entiende también Matilde Lacutí Caraballo, un poco más presurosa, porque siente que “el proceso va lento”. Su familia, de doce miembros, habita una de las oficinas del desmantelado central azucarero, a donde los trajeron procedentes de la Escuela Especial 4 de abril, que sirvió como centro de evacuación durante el meteoro.

“Estamos hacinados, somos muchos y este local es chiquito. Cuando nos bañamos el agua sale porque no hay ningún muro que la contenga, y todavía no funcionan los enchufes, además no sabemos cuándo llegarán las camas y cómo quedará el precio de los colchones, que dicen que son caros.

“No estoy pidiendo que me lo den todo, pero sí que arreglen un poquito este local. A fin de cuentas esta será mi casa, nuestra casa, por un tiempo, y hay que tenerla lo mejor posible”, recalca.

A ella, como a Sainé Guzmán, ubicada justo al lado, les falta información sobre el proceso a seguir para determinar a qué modalidad serán acogidos. En el ingenio se repartieron, también, hornillas eléctricas y módulos de cocina.

“A estas cuestiones prestaremos especial atención, puntualizó el presidente del gobierno, pero la población no debe desesperarse, son varias las afectaciones y es imposible atenderlas todas al mismo tiempo.

“Para agilizar el proceso –subrayó- funciona en la zona de defensa una oficina de trámites integrada por especialistas de Vivienda, Banco de Crédito y Comercio, Planificación Física y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, encargados de evaluar los daños y, a partir de ahí, determinar de conjunto con la familia los procedimientos a seguir.

En correspondencia con las decisiones del Gobierno cubano para los damnificados por el huracán Irma, el Presupuesto del Estado financiará el 50 por ciento del precio de los materiales de la construcción que se venderán a los damnificados por la destrucción total o parcial de sus viviendas, incluidos el pago de los intereses del Banco para aquellos que soliciten crédito, el cual, además, tendrá baja tasa de interés y mayor plazo de años para la devolución.

Ello muestra, aun en las peores circunstancias, la voluntad estatal de atender a cada uno de sus ciudadanos.