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cuentapropismo ilegalidades

Hace algún tiempo el colega Enrique Valdés Machín, de la Agencia Cubana de Noticias (ACN) refería como mientras caminaba por barrios de La Habana  lo impresionó el “desarrollo industrial” de buena parte de los trabajadores por cuenta propia, que operan desde las llamadas mesitas hasta aquellos disgregados en espacios públicos,  alrededor de establecimientos estatales y hasta dentro de las propias áreas de algunos.

Se preguntó cómo es posible que la industria cubana deseche la posibilidad de adquirir en esos lugares las almohadillas sanitarias tan necesarias para las mujeres y quienes dependen para su adquisición de una cuota por farmacias y hasta apreciaba la buena calidad de las maquinillas de afeitar en ofertas particulares, sí como estropajos de aluminio, cepillos dentales…

Admiró la incursión de algunos “cuentapropistas” en la elaboración y venta de medicamentos, café mezclado, detergente en todas sus variantes y ponderó su capacidad para encontrar y vender jabas de nailon,  a pesar de que estas permanezcan desaparecidas de las tiendas de  origen.

Hasta termómetros y esparadrapo, ausentes hace años en las farmacias y elogió el acabado de los toma corrientes, la variedad de breaker, y la posibilidad de adquirir uno solo de los tres tubitos de cola loca que conforma el envase antaño vendido en tiendas TRD.

Sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron los relucientes modelos de llaves de agua en venta de la marca Gryza sin que ninguno de los vendedores “supiera identificar” el exitoso fabricante-suministrador

La historia es afín en cualquier territorio del país e incluye muchos más surtidos, hasta los constructivos, con exhibiciones para nada disimuladas de losas, mosaicos… que nada envidian a los importados o de producción nacional y sin ningún alerta de “cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”. ¿Será que son artículos ilegales o mal habidos?, se preguntaba el periodista de marras, quien, para encontrar  respuesta buscó la Resolución 42/2013 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), encargada de ofrecer los servicios de orientación y autorización para el Trabajo por Cuenta Propia (TCP).

La referida normativa jurídica refrenda que los TCP tienen el deber de “realizar exclusivamente la actividad o las actividades para las cuales están autorizados, y comercializar las producciones y servicios que realicen”; y nunca utilizar en el ejercicio del trabajo, materias primas, materiales y equipos de procedencia lícita.

¿Cómo es posible –se preguntaba- que con una resolución tan clara florezcan a la vista de todos, en un mercado ni tan negro ni tan subterráneo, tamañas ilegalidades? ¿Por qué permitir que los esfuerzos estatales por acercar a precios bastante asequibles artículos de primera necesidad para la población, se vayan por la borda?

Si la propia normativa prevé el retiro de la licencia a solicitud
de los órganos de inspección o de los funcionarios de las direcciones de Trabajo  en los casos de violación de la legislación, ¿qué justifica la impunidad con la cual operan hoy los infractores?

Preocupa, además, el expendio en esos sitios de medicamentos normados, de producciones destinadas a la industria eléctrica, de mercancías cuya materia prima es de dudosa, dudosísima procedencia.

En su andar alguien le dijo, como pudieran decirle a cualquier periodista en cualquier rincón de este país, al que Guantánamo no es ajeno: no se preocupe por nada, si necesita un cohete para viajar al espacio, una escafandra o un unicornio como el que se le perdió al cantautor Silvio Rodríguez, acuda a esos lugares, allí se vende de todo lo que ellos no fabrican.