madre juan duany

El 15 de agosto de 1976 Juana González Ruiz nunca imaginó que despedía por última vez a su hijo, el esgrimista guantanamero Juan (Jabao) Duany González. Partía hacia La Habana para unirse a la delegación que participaría en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe de Esgrima, celebrado en Venezuela.

“Estaba acostumbrada a su lejanía de casa, viajaba constantemente a la escuela de alto rendimiento deportivo en la capital. Pero ese día lo despedí llorando, cosa rara, incluso mientras hacía cualquier tarea en la casa las lágrimas salían solas”, recuerda Juana.

“Después comprendí que le había dado el último abrazo, la última caricia, a mi hijo de apenas 18 años, una de las víctimas del atentado al avión de Barbados el 6 de octubre de 1976. Víctima -reitera- de personas que sin escrúpulo alguno decidieron quitar la vida a jóvenes que regresaban a casa con el sabor de la victoria, por los resultados de la importante competencia”.

Para entonces Jabao iniciaría la carrera de ingeniería Civil, estudios que según rememora su madre siempre le pidió que realizara, “no quería que solo quedara como esgrimista, aunque esa era su pasión, conversaba mucho con él para que estudiara algo que le sirviera para cuando ya no fuera deportista”.

“Cuando venía de vacaciones casi no podía salir porque los muchachos del barrio lo cogían para que le arreglara la ropa. Era buen costurero. Le traían los pantalones para que se los pusiera estrechitos en las piernas, algo que se usaba en aquellos tiempos, y en eso se pasaba horas”.

Juana González Ruiz, recuerda al Juan respetuoso, tranquilo, quien siempre la hacía reír, y comenzó a practicar esgrima por la especialidad de sable, sin que nadie lo supiera. “Cuando me enteré que faltaba a la Educación Física, vino su explicación: utilizaba ese tiempo para entrenar el deporte que lo había encantado. Esa pasión lo hizo ser bueno con el arma”.

Aún González Ruiz prefiere no hablar mucho de la noche en que trabajadores del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación llegaron a su casa para avisar de lo ocurrido, que en primera instancia anunciaron como accidente. “En ese momento -comenta- en medio de tanta tristeza dije a todos estar segura que no se trataba de ningún accidente, había sido un atentado”, hecho que le confirmaron a ella y su esposo al llegar al entierro simbólico en la Habana.

“Luego supimos algunos detalles, nos contaron que la mañana que salieron de Barbados la recepcionista del hotel donde se quedaron le cedió el teléfono a un hombre que se lo pidió prestado, este señor, que estaba implicado en los hechos, cuando llamó dijo: Ya salió el camión de carga. Ese era el aviso de la atrocidad que iban a cometer con esos niños”.

“Fueron momentos muy tristes para todos en casa. Solo me queda una foto de él y frente a ella siempre pongo alguna ofrenda porque no tengo donde hacerlo. Se supone que una madre, un padre no tengan que enterrar a sus hijos”.

Como Juan Duany González, otros guantanameros perecieron en el terrible hecho, es el caso de Ramón Infante García, integrante también del equipo de esgrima y el supervisor de tráfico aéreo internacional Martí Suárez Sánchez.

Han transcurrido 41 años del atentado y Juana no olvida la enérgica despedida de duelo de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro que emocionó a toda Cuba. Si bien continúa consternada por la impunidad que acompañó a los autores intelectuales del abominable crimen: el fallecido Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, quién aún vive y regocijado de su barbarie: “Pusimos la bomba y qué…?

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