Argeo Martínez en, el municipio de Manuel Tames.
Jordanis Grandales Iznaga es el maestro líder del proyecto socio-cultural Jagüey-La Esperanza, en el poblado deHabla con pasión de su dedicación de varios años a esta labor de “pluriempleo”, con reconocimientos locales y nacionales.
¿Cómo te iniciaste como promotor cultural en este pueblo?
Nací y me crié en este pueblo, tradicionalmente llamado ingenio La Esperanza, de trabajadores agrícolas y azucareros, con mucha tradición cultural, de expresiones populares de música y baile.
Por eso desde pequeño, en mi casa, comencé a interesarme en las cuestiones de la tradición cultural, integrando primero la comparsa de La Esperanza en las fiestas populares, y después montando yo mismo representaciones coreográficas sencillas, siempre con niños como yo. Soy un promotor natural.
Luego me fui a estudiar en un politécnico, pero la carrera no me gustaba y cuando abrieron la plaza laboral de promotor cultural para esta comunidad la ocupé, y más tarde, en el 2006, entré en un curso de maestro emergente, y hasta el presente, porque estudié y me gradué de Licenciado en Educación en la especialidad de Educación Infantil.
Estudié desde mi puesto de trabajo porque hacía falta, respondiendo a un llamado que hizo nuestro Comandante en Jefe, y en eso sigo porque a mí siempre me ha gustado trabajar con y para los niños.
¿Por qué te gusta trabajar con los niños?
Los niños son lo más grande, mis hermanos.
Es hermosa la tarea de educador, ver cómo los pequeños aprenden lo que uno les enseña: son como esponjas. No solo les enseñas las materias curriculares, sino que muchos se suman con facilidad a la labor cultural hacia la comunidad, que tanto me interesa, y aprenden más a la vez que se identifican mejor con la gente de su barrio.
Con los niños hago música, teatro, danza…, con la intervención de los instructores de arte de la Brigada José Martí que hay en la escuela, porque no domino las artes plásticas, y así he hecho crecer este proyecto socio cultural Jagüey-La Esperanza.
Pero no son solo los niños. Porque también trabajo con las personas de la tercera edad. En el proyecto están insertados dos círculos de abuelos, donde hay 17 artesanos, con manualidades diversas, incluido el papier maché. Muchos de los elementos materiales que empleamos en las presentaciones surgen precisamente de esa interacción entre los adultos, ya sean familiares de los niños, artesanos, instructores de arte y otros.
En ese sentido me siento correspondido y reconocido por la comunidad, por el apoyo que tenemos desde la dirección y trabajadores del ingenio de azúcar, pasando por todos en la escuela, como la guía base del centro, Dianelis Robles Lescaille, que integra el grupo Jagüey de la Universidad de Guantánamo, y hasta las más humildes familias en los barrios, es decir, las personas más sencillas.
¿Qué experiencias has tenido con Jagüey-La Esperanza?
Yo me vi en la necesidad de montar cosas con varios primos hermanos míos, todos hijos de una tía y que son ahora instructores de arte de danza, música y teatro aquí, en la escuela. Lo hice sin saber, porque no soy instructor de arte en ninguna manifestación, porque en aquel momento no había aquí personal especializado para hacerlo, y el talento de los niños se estaba perdiendo.
Ahora, el proyecto, fundado oficialmente de modo formal en diciembre de 2013, está integrado por 78 niños, 27 jóvenes y 14 personas de la tercera edad, pero participa toda la comunidad. Tiene su grupo gestor.
Como especifica nuestra fundamentación revitalizamos elementos “afro haitianos y la conservación del medio ambiente, teniendo como una de las prioridades la defensa de las tradiciones y manualidades que forman parte del patrimonio cultural de nuestro Consejo Popular, además de introducir valores de resistencia y pertenencia en las nuevas generaciones”.
En Argeo, por costumbre, lo único que abunda en cuanto a recreación y cultura, es el consumo de alcohol y cigarro, y se crece en ese ambiente que
por imitación se transmite a los jóvenes que antes fueron niños.Con el proyecto, no. Propiciamos actividades sanas a las que los pequeños pueden aficionarse con placer, ir a la Casa del Azucarero, intercambiar con los trabajadores de esa rama, hacer presentaciones en los barrios, montar un espectáculo en el parque, integrar carrozas y comparsas tradicionales con los coches y los caballos ataviados para el caso…
Mi mamá cose los diseños de vestuario que ella misma elabora para nuestros espectáculos. Mi familia y vecinos colaboran, muchos de ellos educadores también.
Repito: la Empresa Azucarera (AzCuba), Gastronomía, Comercio, la panadería, Cultura y demás entidades son parte del proyecto.
Con nuestros muchachos nos movilizamos también a las tareas de la zafra, los llevamos a ahilar la caña cortada, para que conozcan y aprendan cómo se hace ese trabajo como parte del proceso para la producción de azúcar. Siempre les insistimos en la importancia que tiene nuestro pueblo como sede de la única fábrica guantanamera de este renglón de exportación y consumo nacional.
Por voluntad de la dirección de AzCuba, compartimos un local suyo con el Sindicato, lo que nos permite contar con un espacio de reunión y preparación fijo. Es una gran ayuda.
Aprendimos de las personas de mayor edad sobre las tradiciones, música, baile, comidas, bebidas, fiestas y otras costumbres de las comunidades de origen haitiano, que fueron trabajadores cañeros y contribuyeron a conformar la identidad local, y las hemos integrado en las expresiones de los cuadros que montamos en espectáculos del proyecto.
¿Cómo actúa esto en el comportamiento de las personas?
La cultura mejora a las personas, les permite aprender a dedicar su tiempo con provecho y placer al recreo con aprendizaje. Ya le puse el ejemplo de los que comenzaron como integrantes del proyecto y ahora son instructores de arte, de la cooperación de las familias...
Porque los padres se benefician con esta dedicación de los hijos a la actividad cultural. Tenemos una niña que baila en el proyecto, que ahora cogió judo; su madre es alcohólica, pero se ha interesado en el progreso de su pequeña y nos apoya dejando un poco el consumo etílico e insertándose en las actividades.
¿Qué más podría hacerse?
La cultura no lo puede todo. Se necesita más. Y yo pienso que, para contribuir a una vida más sana en esta comunidad, se le podrían dar más condiciones a nuestro batey, que tiene el único central azucarero en activo en la provincia.
Por ejemplo, las calles están oscuras por las noches por el poco alumbrado público; creo también que las personas de la tercera edad necesitan recibir una atención más cercana para animarlos, y no es lo único.
En cuanto a nosotros, como proyecto, creo que nos falta unir más el trabajo sociocultural con otras instituciones, para talleres, peñas y otras actividades. Es muy bonito el impacto, agradecido por la comunidad, de la Cruzada teatral cuando inicia precisamente aquí sus actividades cada 28 de enero. Cosas como esas podrían hacerse más.
Estamos empeñados en la comunidad de Guaso, de este Consejo popular de Argeo Martínez, porque tiene mucha incidencia de alcoholismo.
¿El futuro?
El proyecto tiene futuro, porque tenemos el corazón y el material humano para crecer, está firme, pese a que faltan materiales.
Jagüey-La Esperanza es la fuerza del porvenir. Nosotros en este proyecto formamos valores, que siempre se necesitan para que las personas vivan mejor, con un estilo de vida activo y enriquecedor. Continuaremos aportando a ello.
Cuenten siempre con Jagüey-La Esperanza.
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