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Lo mira en el cunero y esboza una sonrisa. Vuelve otra vez y mira, respira, camina, regresa, intenta esconder con sosiego la euforia.

Dicen que le ha cambiado el brillo de los ojos.

No se atreve a cargarlo, tan menudo podría resbalarse en sus brazos o lastimarlo con sus ásperas manos moldeadas con los años a fuerza de trabajo.

Quizás, aunque no lo diga, tiene miedo. No puede permitir que nada le haga daño. Tan menudito y frágil, el bebé que ha llegado hace apenas un día, es todo su universo.

Sabe que se avecinan noches de desvelo, de andar al ritmo de sus pequeños pasos, de enseñarlo a decir, pensar, hacer, mientras redescubre el mundo a través de sus ojos. Es papá, y eso lo vale todo.

Con el tiempo -vaticinan los ancianos- tendrá la sensación de que necesita días más largos, o por lo menos aprenderá a hacer más cosas en menos tiempo; a responder preguntas inauditas (que generalmente son las cosas más obvias) o respirar profundo cuando encuentre desorganizadas sus cosas, arrugada la ropa y sus papeles coloreados.

Vendrán en el camino alegrías y tristezas, pasiones, desencuentros, victorias, desaciertos, reproches, tareas de la escuela, caricias, dibujos, versos, exigencias, mimos, anhelos… Pero es papá, y eso lo vale todo.

Sus fuerzas y deseos ahora se comparten con un ser especial al que llama “mi hijo”. Sabe que el tiempo pasa, las sociedades cambian y la gente con ella, así que a lo mejor no tengan los mismos intereses, no se parezca a él o no le guste el fútbol ni los policiacos (lo único que pide es que tampoco prefiera el reggaetón).

Pero de cualquier manera, vale la pena (o en todo caso vale la alegría).

Aunque le hayan desplazado en ser el centro de las atenciones femeninas, ya no le guarden la comida más rica, pierda el derecho al televisor y alguien invada a media madrugada el centro de la cama… Es papá, y eso lo vale todo.

Su historia, como muchas, es única y distinta.

El reto es siempre hacerlo lo mejor posible, lo asume desde ahora, a riesgo de saber que no hay padres perfectos. Pero el hecho de serlos ya implica un compromiso. Vendrá la educación, los valores, los noviazgos, la adolescencia y sus demonios; la fiesta de 15 años, la beca, el plan escuela al campo, las salidas nocturnas, la Universidad, el trabajo, las demandas de más y más y más…

Crecerá, y el pequeño bebé será también un hombre fuerte e independiente, capaz de andar la vida por sí solo. Quizás, para entonces, ya sea abuelo.

Pero lo importante es que ha sido papá, y eso lo vale todo.

día de los padres