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Pedro A. PérezMayor General del Ejército Libertador Pedro Agustín Pérez: ““Si nuestra independencia no queda asegurada ahora es mi deseo continuar luchando por ella treinta años más, si fuera necesario (…)”.El 25 de julio de 1898, fuerzas de infantería de la marina estadounidense, al mando del coronel W. Ray ocuparon la villa de Guantánamo. Sin embargo, una parte importante de la población se mostró inconforme y descontenta, pues las nuevas autoridades de ocupación no habían permitido la entrada de los efectivos de la División Mambisa que dirigía el general Pedro Agustín Pérez, autores indiscutibles del triunfo sobre el poder despótico peninsular en la región.

Se iniciaba para los sufridos soldados de la Revolución un porvenir incierto, al ver mutilados sus sueños y esperanza de independencia. Para los cubanos era solo el preludio de lo que se avecinaba. Las garras del nuevo imperio norteño, establecidas desde el mismo momento en que desembarcaron en el seno marino guantanamero dieron un profundo zarpazo a las aspiraciones de establecer una república como la había soñado José Martí.

Entre los libertadores reinaba un profundo malestar, pues además de haber negado la presencia de Periquito Pérez y de sus fuerzas en la villa, conocían que las autoridades contra quienes habían luchado durante largos años aún permanecían en sus puestos. En este contexto se produce el 8 de agosto la entrevista en la casa del ingenio San Ildefonso de un corresponsal de guerra del New York Herald con el general Pedro A. Pérez.

A sólo 14 días de que se produjera la ocupación de Guantánamo por los militares yanquis, Periquito les advertía en tono amenazante a los jefes norteamericanos: “Si nuestra independencia no queda asegurada ahora es mi deseo continuar luchando por ella treinta años más, si fuera necesario. El ejército cubano no ha estado peleando por la anexión, ni por el dominio y control de los Estados Unidos. Nuestra lucha ha sido por la independencia y el ejército cubano no se satisface con ninguna otra cosa.”

Presionados por la opinión pública y por la inquietud que se observaba en los campamentos mambises, accedió el coronel Ray a permitir la presencia de los libertadores en la ciudad del Guaso. A las 5 de la mañana del 9 de octubre, varios disparos de morteretes, la sirena de los centrales, la campana de la iglesia Santa Catalina y los silbatos de las locomotoras anunciaron al pueblo el acontecimiento.

Una extraordinaria muchedumbre, a cuya cabeza iba una comisión de patriotas radicados en la población, se dirigió a las 8.00 de la mañana hacia la entrada de Los Marañones para recibir al general Pérez, quien junto a su estado mayor, encabezado por el coronel Emilio Giró, se encaminó al encuentro con el pueblo.

La entrada a la villa se produjo por la calle Concha (Pedro A. Pérez), por donde desfilaron el general Pérez, su estado mayor, ayudantes y la jefatura de la segunda brigada de Juan de León. Simultáneamente los destacamentos de los Regimientos Guantánamo y Hatuey, dirigidos por los coroneles Enrique Thomas y Silverio Guerra, siguieron por otras calles para coincidir en Los Maceo y Pintó, sitio donde se levantaba un arco de triunfo con una inscripción que señalaba: “Al general Pedro A. Pérez. Al Ejército Libertador”.

En ese histórico escenario de la vieja plaza, Periquito pronunció su primer discurso al pueblo de Guantánamo y lo dedicó a los héroes caídos, enfatizando en mantener la unidad para alcanzar la independencia absoluta: “..el pueblo soberano no pedirá otra cosa que no sea la independencia absoluta, que es la que los muertos -esos que desde la eternidad vigilaran nuestras acciones- proclamaban en el campo de batalla frente al enemigo, y pedían en horas supremas de la agonía con voz casi extinta cual sublime aspiración de su alma…Conservemos en el corazón, muy vivo, siempre el amor de la idea redentora de salvación y al mismo tiempo vayamos reuniendo las siemprevivas que pronto, en el suspirado día iremos a depositar a la tumba gloriosa de los ilustres Padres de la Patria, ya desaparecidos.! Gloria eterna para ellos!”

Posteriormente el héroe del Jobito se dirigió a su residencia en la calle Manjón (Martí), donde lo esperaba su esposa Juana Pérez, encuentro donde el general nuevamente habló para los presentes y resaltó que había estado ausente de la villa en los últimos cinco años: “Hoy vuelvo satisfecho de haber salido airoso de mi empresa y al verme entre vosotros, os doy las gracias por la demostración que recibo de que os he dejado satisfechos en el cumplimiento de mis deberes militares durante la pasada campaña.”

Cuatro meses después, en febrero de 1899, angustiado por las atrocidades cometidas por las autoridades norteamericanas, el general Pérez le escribe al generalísimo Máximo Gómez, sugiriéndole, si era necesario, combatir a los nuevos ocupantes extranjeros: “…aquí reina mucha desanimación en nuestra fuerza por la poca confianza que nos inspira este gobierno de ocupación, pues si bien es verdad, mi querido general, que nosotros seguimos su doctrina llegó un momento en que nos hacen agotar la paciencia, pues tanto aquí como en los demás lugares de la división que me honro mandar, se vienen cometiendo a diario muchos atropellos… ¿Hasta cuándo seremos desgraciados? Antes, los españoles, ahora, los americanos…Usted sabe que yo estoy a sus órdenes incondicionalmente, y que estoy dispuesto a obedecer las órdenes que usted crea conveniente, porque para vivir en la incertidumbre más vale, general echarlo todo de paso.”

Pedro A. Pérez, el jefe militar de la guerra de 1895 en el Alto Oriente, puso de manifiesto, hace 120 años, que no solo era el líder de la causa independentista en la región, sino también el adalid guantanamero más consciente de los peligros anexionistas que amenazaban a la Cuba.

Fuente: J. Sánchez y W. Campos: La batalla de Guantánamo 1898. (Premio 26 de Julio de las FAR) Editorial Verde Olivo, La Habana, 2000.
(1) MsC. Historiador de Guantánamo, miembro de la Academia de Historia de Cuba.
(2) Lic. Profesor de la Universidad de Guantánamo.