Bernabe Omar Ranedo Pubillones

Nuestro Héroe Nacional José Martí escribió el 19 de octubre de 1881, en La Opinión Nacional, de Caracas, que “un mártir es como padre y como hermano de los hombres en cuyo beneficio muere”.

Tal afirmación del Apóstol de la independencia cubana se ciñe con creces a la fecunda vida y obra de un ejemplar joven guantanamero nacido el 26 de mayo de 1939: Bernabé Omar Ranedo Pubillones, miembro de una familia guantanamera residente en la calle Pedro A. Pérez y el 1 Sur.

 

En su niñez y adolescencia fue educado en el Colegio La Salle, actual secundaria básica urbana (ESBU) Pedro Agustín Pérez; y después en el centro Episcopal Sarah Ashurst, hoy secundaria Rafael Orejón Forment, donde culminó el octavo grado en junio de 1953.

 

Gustaba de la pesca submarina y de la correspondencia con escuelas militares pues aspiraba a ingresar en la Marina o la Aviación. Era un joven intelectual de carácter fuerte, reservado, afable, sereno, digno y sagaz estudiante por curso libre del Instituto de Segunda Enseñanza mientras laboraba como administrador de los Ómnibus Espino.

 

Sus inquietudes juveniles lo llevaron al Movimiento 26 de Julio en 1957 al que aportó dinero mediante la venta de bienes materiales, entre ellos su automóvil; como sargento de las milicias urbanas junto a dos compañeros en la madrugada del 18 de febrero de 1958 se disponía a ejecutar la orden de quemar un ómnibus urbano de la ruta 13-Norte a 13-Sur cuando fueron sorprendidos por una patrulla militar.

 

En el enfrentamiento sus compañeros se dispersaron pero Omar, herido, trató de escapar sin éxito y permaneció junto a una cerca de alambre de púas en un potrero cercano. Allí fue capturado y el reconocido asesino Manuel de Jesús Cosallas, capitán del ejército de la tiranía batistiana dictó la terrible sentencia: no quería heridos ni prisioneros. Fue ejecutado y su cadáver abandonado en la calle Luz Caballero y 11 Sur.

 

Su asesinato recibió la contundente repulsa popular y su ejemplo inspiró a otros jóvenes a incorporarse a la lucha armada en las serranías.

 

Las honras fúnebres del joven de 18 años de edad contaron con la manifestación de duelo, cientos de personas en desafío al alto mando de la tiranía que situó guardias con armas largas en el trayecto hasta el cementerio San Rafael.

 

El pueblo guantanamero marchó junto al ataúd entonando las notas del Himno Nacional. El sanguinario verdugo Cosallas, temeroso, repartió granadas a los soldados, a la vista de la ciudadanía. En el camposanto, un temerario miembro de las fuerzas revolucionarias enarboló la bandera rojinegra, símbolo del M-26-7:

 

En honor al combatiente caído, la Comandancia del Segundo Frente Oriental Frank País decidió que la Compañía D de la Columna número 18 Antonio López Fernández fuera honrada con el nombre del valiente joven.  

Comentarios   

0 #1 Elio Antonio 27-05-2019 14:47
Hola :-)

Los monumentos a nuestros mártires deben ser cuidados con celo por toda la sociedad, especialmente desde sus organizaciones.

Todas las semanas, las escuela deberían visitarlos.

Saludos ;-)
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