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El 21 de septiembre de 1958, a la vera del macizo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa, un grupo integrado por más de 200 hombres dio voz al campo cubano, como delegados al Congreso Campesino en Armas, celebrado en Soledad de Mayarí.

Entre los asistentes a la cita, se encontraban 97 labriegos de los territorios que hoy conforman la actual provincia de Guantánamo, quienes asistieron al llamado del entonces Comandante Raúl Castro Ruz, al mando del II Frente Oriental Frank País.
En la agenda, varios asuntos, entre ellos la denuncia de los abusos y atropellos que sufría el hombre de sombrero, guataca y mocha por la Guardia Rural, que hizo del desalojo práctica cotidiana; la construcción de escuelas, atención médica y la concreción de la alianza del campesinado con los revolucionarios que mantenían la Isla en pie de guerra.
Transcurrían los tiempos en que avanzaba la Ofensiva Final de las fuerzas rebeldes en la guerra de liberación contra el régimen dictatorial, mas ello no fue obstáculo para que el campesino baracoense Onésimo Marín Rodríguez emprendiera viaje desde El Corojo de Caujerí hasta los predios de Mayarí, para cumplir con la invitación rebelde.
Residente hoy en el edificio 9 del reparto Caribe, en la ciudad de Guantánamo, Onésimo acaba de cumplir 87 años de edad, pero mantiene frescos en su memoria recuerdos sobre la precariedad que padecía en esa época junto a su familia de origen humilde:
"No teníamos oportunidades de prosperar, el campesino que levantaba un poquito la cabeza era acosado por los terratenientes que utilizaban a sicarios para mantener sus privilegios y la injusticia social".
Su rebeldía lo llevó a vincularse a las reuniones clandestinas de un Comité de campesinos, "ahí mantenía contactos sistemáticos con miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y efectivos del Ejército Rebelde. Por eso, cuando asistí al Congreso, tenía cierto dominio de las circunstancias, sabía que se gestaba una Revolución, y tenía las esperanzas puestas en ella".
¿Cómo logró trasladarse desde El Corojo hacia Mayarí? ¿Temió por su vida si en ese momento lo apresaba la Guardia Rural?
"El traslado fue muy difícil, a veces iba a pie o a caballo, atravesando la serranía por la zona de Puriales, sorteando la vigilancia de la aviación batistiana, pero logré felizmente el objetivo de decir presente en la importante convocatoria".
¿Cuáles fueron sus impresiones sobre el desarrollo del Congreso?
"El Congreso fue alentador, pues vimos la luz al final del camino y conocimos, de primera mano, cuál serían los objetivos de la política social y económica de la naciente Revolución. Salimos entusiasmados, con la idea de crear más asociaciones campesinas para acelerar el derrumbe de la dictadura.
"Cuando el entonces Comandante Raúl Castro Ruz pronunció su histórico discurso ante el plenario, nos sentimos muy alegres. Sus palabras despertaron en nosotros el deseo de luchar con mayor fuerza por la Revolución. Habló con tanta claridad que algunos de nosotros, entonces campesinos semianalfabetos, salimos de allí ideológicamente más fortalecidos.
"En sus mensajes, Raúl también dejó claro el papel del campesino en los nuevos tiempos, y de nuevo sentimos el amparo que jamás percibimos de los gobiernos precedentes. Nos percatamos de que las ideas planteadas allí eran la solución a los problemas del campo.
"Luego comenzamos a trabajar y organizar mejor las tareas, y estrechar la vinculación con el Movimiento 26 de Julio, hasta que finalmente se alcanzó el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959".
¿Cómo fue su vida a partir de entonces?
"Me propusieron trasladarme hacia La Habana para cursar una escuela de instrucción revolucionaria. Después regresé a la ciudad de Guantánamo para trabajar como cuadro en la sede regional de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
"Allí laboré muchos años como secretario y desempeñé otras funciones en el Departamento de Educación. Tuve la grata experiencia de participar en el proceso de constitución de las cooperativas agropecuarias, y de créditos y servicios en la zona del Valle de Caujerí".
Transcurridas más de cinco décadas de la celebración del Congreso en Armas ¿Cuáles son sus consideraciones sobre los retos del movimiento campesino para estar a tono con la actualización del modelo económico cubano?
"El campesino de hoy no es el mismo de aquellos tiempos en que imperaban los designios de los gobiernos corruptos. Hoy la mayoría de los propietarios de tierra son nacidos y formados con la Revolución, por tanto, existe una conciencia y un punto de vista muy distintos a los de hace más de medio siglo.
"Hay conocimiento e instrucción, por ello es un deber darles a conocer a las nuevas generaciones la significación histórica del Congreso Campesino en Armas, para sembrar conciencia. Hay que divulgar que ese acontecimiento permitió alcanzar las conquistas sociales de hoy".
De todos los sectores sociales, el campesinado fue el que dio el salto más grande, gracias a la Revolución, y así lo reconoce este guantanamero: "La dirección del país invirtió millones de pesos desde 1959 en la construcción de caminos, carreteras, escuelas, instituciones culturales, científicas, económicas y de salud para garantizar la atención médica al sector campesino.
"Y que el Congreso dignificó a al campesino cubano, no debe olvidarse, y es un tesoro que debemos proteger. Lo menos que se le puede exigir a un labriego es que haga todo el esfuerzo necesario para producir los alimentos para satisfacer las necesidades del pueblo.
"Confío, por ejemplo, en que tarde o temprano se resuelva la situación con los intermediarios que elevan el precio de los productos y se enriquecen a costa de las necesidades de muchas personas.
"Aquel que tiene en sus manos la tierra, tiene la obligación de trabajarla, no puede desviar sus esfuerzos hacia la ganancia fácil. Hoy el país atraviesa una situación económica difícil, por lo que resulta necesario cumplir la misión que corresponde en las actuales circunstancias", concluyó Onésimo.

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