Las seis visitas realizadas por el Comandante Ernesto Guevara de la Serna a Guantánamo, desde los primeros años tras el triunfo de la Revolución, se debieron a su interés por el desarrollo industrial de este territorio, para contribuir a que progresaran su economía y su sociedad.
Así lo testimonia Jorge Ruiz González más de 55 años después de la primera vez que el Che viniera a esta tierra, dándole continuidad a ocupaciones que tuvo primero como jefe del departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria y luego como ministro de Industrias del Gobierno Revolucionario, a partir de la constitución de ese organismo central el 23 de febrero de 1961.
Presencia viva
“El comandante Che estuvo aquí en seis ocasiones, entre el 12 de febrero de 1962 y el 2 de septiembre de 1964”, rememora Ruiz González, jubilado desde el año 2000, ahora con 78 años de edad y, por aquellos primeros tiempos revolucionarios, joven obrero y dirigente juvenil de la inversión indicada por el jefe de aquel nuevo ministerio.
Jorge recuerda con satisfacción haber departido, junto a otros compañeros, con él en cuatro de aquellos encuentros guantanameros de quien cumpliría este 14 de junio 89 años de vida, en el mismo año en que se conmemora el aniversario 50 de la caída en combate del Guerrillero Heroico.
Aquellas visitas estuvieron dirigidas, sobre todo, a los trabajos de instalación de la en ciernes ideada como Fábrica de limas, picos y palas, inscrita en la actualidad de nuevo en el Ministerio de Industrias, como lo fue inicialmente. El entrevistado concluyó, como jefe de recursos humanos de la Fábrica de Limas, su vida laboral de más de cuatro décadas.
“Las primeras ocasiones -rememora quien entonces era un animoso veinteañero y llegó luego hasta dirigir aquella industria-, el Che se ocupó precisamente de verificar la marcha de un complejo industrial que se erigía entonces aquí por su iniciativa.
“Fue el propio Che -asegura aquel testigo de los hechos- quien decidió la adquisición de la planta en el exterior, su ubicación en Guantánamo y verificó la puesta en marcha de la inversión, equipada con tecnología soviética y checoslovaca, impulso al desarrollo del territorio cubano más distante de la capital cubana.
“La inversión de Picos y Palas se realiza con mayor rapidez que la de Limas, y ya a finales del 62 se realizaban pruebas y teníamos algunas líneas produciendo a escala industrial. El adiestramiento era impartido por jóvenes cubanos que fueron a especializarse a la Unión Soviética en cursos rápidos bajo la supervisión de los técnicos soviéticos.
“El ingeniero Roza era el jefe del grupo de asesores soviéticos. El personal adiestrado en Checoslovaquia fue menor, solamente los jefes de talleres, y había, además, seis asesores checos”, detalla quien registra meticulosamente los aconteceres de entonces.
En la inauguración se leyó una carta suya a los trabajadores
Para evitar los deslices de la memoria, “transformada por el tiempo”, Jorge decidió hace varias décadas escribir su evidencia: Presencia del Che en Guantánamo, una de cuyas reproducciones en folleto se conserva en el Archivo histórico provincial Rafael Polanco Bidart, de esta ciudad.
El documento, del que auxilia sus evocaciones, precisa que su primer intercambio personal directo con el Che en la inversión fue el 16 de enero de 1963, aunque el ministro ya había estado en ella en febrero y el 30 de julio del año anterior, junto a dirigentes en la entonces provincia de Oriente, para “inspeccionar las inversiones en las fábricas de limas, picos y palas, y visitar también la salina de Caimanera”.
“En esta tercera ocasión intercambia con asesores extranjeros, técnicos y trabajadores cubanos y guantanameros en particular”, expone Ruiz González, y particulariza:
“Llegó en horas de la tarde, y entre sus acompañantes estaba su madre, Celia de la Serna, así como el ingeniero capitán Ángel Gómez Trueba, viceministro de Construcción Industrial de aquella época, a cargo de las inversiones industriales, y se interesa por la marcha de los trabajos.
“Esa misma tarde estuvo de visita en una mina de cobre que había entonces en los límites entre las regiones de Guantánamo y Baracoa, y al regresar a la ciudad por la noche vuelve a reunirse con técnicos soviéticos y checos, y los cubanos dirigentes y obreros de la obra. Tanto era su interés porque aquello marchara”.
Aclara que debido a sus múltiples ocupaciones de diversa índole, tanto política, como militar y administrativa, el Che no pudo asistir a la inauguración de las mencionadas plantas, el 28 de octubre de 1963, cuando se cumplía otro aniversario de la desaparición física de Camilo Cienfuegos, y por el ministerio estuvo el viceministro primero teniente Orlando Borrego, quien leyó una carta que Guevara les envió a los trabajadores con tal motivo.
No obstante, ya después de la arrancada oficial de las tres fábricas, el 2 de septiembre de 1964, el diligente ministro llegó después de haber estado en las salinas, pasadas las cuatro de la tarde, a la fábrica de limas.
“Lo recibimos varios compañeros allí, se interesó por la marcha de la producción, e igualmente él preguntó por la cimentación de la inversión de una fábrica polaca de herramientas de mano que se había comprado y cuyos equipos se habían enviado y almacenado en naves cercanas. En realidad no había tal cimentación.
“La situación molestó algo al Che, quien reflexionó allí sobre el tema, y luego, ya no estando él, se decidió enviar esos equipos a otras industrias del país, y sólo años después se añadió en Guantánamo, como él quería, una inversión de herramientas de mano con tecnología alemana”.
Las plantas instaladas permitían, en la de picos, hacer azadas, picos, piochas, hachas grandes y pequeñas, y mazas; la de palas, cuadradas y redondas, cucharas de albañilería, espátulas y llanas, y la de limas, planas en cuatro modelos, cuadradas en dos, triangulares en cuatro, redondas en dos y de media caña en igual número de modelos.
“El Che discute en su tercera visita la necesidad de que se incluya en la producción las limas agrícolas, para amolar machetes, pues, reflexionó, no se concibe un país agrícola como el nuestro con una fábrica para hacer esta herramienta y que estas no sean específicas para ese uso. Ello se logró con el esfuerzo de los asesores soviéticos y los técnicos y trabajadores cubanos”, dice el interpelado.
También orientó hacer un comedor no incluido en el diseño original de la inversión, decidió el envío de dos camiones Zil para el transporte. Durante la visita de septiembre de 1964, cuando Jorge era el jefe de control técnico de la dirección unificada de las industrias guantanameras, quedan anécdotas que recuerda con particularidad.
“En los talleres de limas volvió a interesarse por las condiciones de trabajo del personal, dado el calor que allí se produce; en palas, interrogó sobre la posibilidad de emplear las cuadradas en el proceso de las salinas.
“Al caminar de la primera a la segunda sobre el terreno mojado, pues había llovido ese día, pregunta si allí no había juventud y me señalan a mí, como secretario de la UJC; entonces nos plantea la tarea de hacer una acera de piedra, como la hicimos, la misma que luego terminó siendo de hormigón”.
Siempre vigente
La inauguración de la fábrica para procesar cocoa en Baracoa sí cuenta con el Comandante Guevara, expone el solícito entrevistado, el primero de abril de 1963, tras haber pronunciado en Duaba el discurso en la histórica conmemoración por el desembarco de la expedición de Antonio y José Maceo, Flor Crombet y otros patriotas en 1895.
En esa ocasión el ministro de Industrias acompaña al entonces Comandante Raúl Castro, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y participan otros dirigentes revolucionarios del país, apunta Jorge.
También registra que en la última visita del inolvidable Guerrillero Heroico al territorio más oriental de Cuba, vuelve precisamente a la industria baracoense para verificar cómo marcha el proceso del cacao, y lo hace el 3 de septiembre de 1964.
Además de esas industrias que adelantaron el futuro industrial de Guantánamo, el Guerrillero Heroico mantiene su presencia en otras que le siguieron después. Precisamente la Avenida Ernesto Che Guevara, con el monumento a él dedicado en la rotonda al nordeste de la ciudad, conduce hacia esa primera zona industrial guantanamera.
“Esa presencia del Che siempre estará presente entre nosotros”, concluye orgulloso Jorge Ruiz González.