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el pelu de BaracoaVicente Rodríguez, El Pelú.Esquelético y de piel blanca, negras las desordenadas barbas y la descuidada melena; desgastada la camisa de mangas largas recogida en el antebrazo; con el jolongo de sus riquezas cargado al hombro como posó para la única foto que de él se tiene en el museo Matachín, así llegó un día Vicente Rodríguez, El Pelú, a Baracoa, la tierra de los olvidos.

Moría el siglo XIX, cuando arribó con la dignidad de un caballero, cuyos ancestros se perdían en el tiempo y la lejana Coruña, en la española provincia de Galicia.

Cuentan que era español, pero nadie lo sabe con certeza. Las huellas de sus pasos se marcaron por Boca de Jauco y dejaron rastros por Gran Tierra, macroterritorio en el que se funde la geografía de La Primada. Se dice que en una ocasión desafió las crecidas aguas del Toa, atravesó su furia como patente de una voluntad que no doblegarían nunca la indefensión y la miseria.

Era uno de entre quienes por casa tenía la calle y por techo y abrigo un periódico arrebatado al viento. Desandaba ante la indiferencia de los pudientes, amparado por la gracia de los piadosos y convertido en blanco de las burlas de enajenados y hasta de pedradas de chiquillos malcriados, como las que un día de 1897 le impactaron la cabeza.

Fue entonces que, mientras manaba su sangre, profirió las terribles palabras: "La maldición que le echo a este pueblo es que tenga grandes iniciativas y ninguna llegue a la realidad".

Tal vez su inteligencia de marginado le había advertido que en manos españolas o norteamericanas, la suerte, sin maldición o con ella, estaba echada. Años después, en 1953, una proclama lanzada por el Sindicato General de Obreros Marítimos y Similares, de Baracoa atestiguaba, en el mismo centenario del natalicio de José Martí, la Maldición del Pelú.

"Baracoa, la tierra bendita y hospitalaria sigue viviendo su gran tragedia de abandono, dolor, miseria, emigración y muerte. Con el transcurso de los años se confirma la histórica y fatal maldición [...] han habido grandes iniciativas y ninguna ha llegado a realizarse".

Este documento denuncia los engaños de invertir veinte millones de pesos en el aprovechamiento hidroenergético del Toa; en los contadores que roban a los consumidores eléctricos; en las estafas de las Vías Mulata y Sur, esperanzas de romper la incomunicación.

Tras los proyectos engordaban bolsillos como los de Anselmo Alliegro Milá, representante por la zona a la Asamblea Constituyente, a la Cámara, senador de la República y Ministro de Educación, quien durante el gobierno de Fulgencio Batista tuvo la ocasión de "lavar" su corrupta imagen con el Patronato de Rehabilitación Económica de Baracoa.

Este engendro nació para "ayudar" a la recuperación de la zona, que con la plaga de la sigatoca recibió un golpe demoledor en la producción bananera, sostén económico de la comarca. Las promesas de rehabilitación del cacao y el coco, de mejorar las comunicaciones, de construir viales, viviendas y escuelas, se convirtieron en nueva tajada de terratenientes y politiqueros.

El Primero Enero de 1959 se desvaneció la maldición, pero el humilde blasfemo ya había desaparecido desde los primeros años del siglo XX, sin despedirse de quienes nunca le dieron la bienvenida.

(Tomado del Libro Baracoa: Más allá de La Farola. Editorial El Mar y la Montaña 2013)