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Cruz de la parra BARACOA

Era 27 de noviembre de 1492 cuando el Gran Almirante Cristóbal Colón ordena a los timoneles de La Niña y La Santa María echar ancla en Baracoa. Terminaba un cautivante bojeo desde Moa, plasmado en la versión del Diario del primer viaje del Navegante a América, tal y como la legó a la posteridad Fray Bartolomé de las Casas.

“Nueve puertos muy señalados”, y “cinco ríos grandes”. Describe indudablemente las ensenadas de Cañete y Yamanigüey; el delta del Jiguaní; las radas de Santa María de Jaragua y Taco; los ríos Nibujón y Cayoguaneque; los abrigos marítimosde Navas, Baez, Maraví y Sigua; los majestuosos e impresionantes estuarios del Toa y el Duaba, y finalmente...

“(...) una grande bahía y al cabo de ella de la parte del Sueste, un cabo en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parece isla”. Estaba frente al Yunque, en el puerto de Baracoa.

Corren los nueve días del Descubridor en el paraíso oriental. Está impactado por el paisaje, la vegetación, los cultivos y aldeas taínas. Visita la bahía de Miel, se recrea en las terrazas marinas. El viento y la lluvia, cómplices del paradisiaco embrujo, lo retienen hasta el 5 de diciembre, cuando parte hacia Haití, pero antes, como era su costumbre, había protagonizado un acto que al paso de los siglos sería trascendental:

El primer día de diciembre, sábado, Fray Bartolomé apunta en el Diario: “Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto, que creo llamó Santo, sobre unas peñas vivas”, acto evangelizador digno del emisario de los Reyes Católicos Fernando e Isabel y del que abdicara dos décadas después el Cacique Hatuey, cuando en la hoguera y ante la Cruz (¿sería irónicamente la misma?) negó su deseo de ir al cielo si allí encontraría españoles.

De la Cruz de Colón no se volvió a tener noticias hasta 19 años más tarde, en 1511, cuando el Adelantado Diego Velázquez inicio la conquista-exterminio de la población nativa. Sus hombres y los taínos la encontraron, entre bejucos de parra, suspendida sobre el suelo donde la hincara el Gran Almirante de la Mar Océana.

Las condiciones del hallazgo, su “levitación” entre matorrales provocaron inmediata veneración y hasta se especula que la primera misa en esos dominios la hiciera el Fraile con la ahora denominada Santa Cruz de la Parra, símbolo del catolicismo español, instrumento cristianizador de los aborígenes.

Protegida durante larguísimos años por los indios de la comarca y peninsulares que quedaron viviendo en Baracoa tras el traslado de la capital hacia Santiago de Cuba, en 1515, fue el Obispo Morell de Santa Cruz, quien por 1757 dispone llevar la Cruz a uno de los altares de la actual iglesia y describe sus dimensiones: “(...) cuyo alto es una vara y su ancho dos cuartas y cuatro dedos y seis su grueso, forrada de plata por detrás”.

De acuerdo con documentos citados por Alejandro Hartmann Matos, historiador de la ciudad y autor de Baracoa, Ciudad Primada de Cuba, obra de obligada referencia, datos del archivo de la Iglesia Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, afirman que originalmente la Cruz de Colón medía 7 pies (dos metros 10 centímetros) de longitud y sistemáticamente fue reducida hasta el tamaño actual: 67 centímetros de alto por 57 de ancho.

Comenzó a decrecer por reiteradas solicitudes de visitantes desde tiempos de la Colonia. Recibieron porciones-souvenires, por ejemplo, los Capitanes Generales de la Isla Don Francisco Sorvendi y Arsenio Martínez Campos; y muchos más hasta que la señora Dolores Delabat, autorizada por el Vicario, propició el enchape en plata de los cuatro extremos de la Cruz. Finalizaron así los cortes hasta que la Ciencia tocó a las puertas del Prelado.

En 1987, es decir, 495 años después que el Genovés sembrara su Cruz, un equipo multidisciplinario se dispuso validar la autenticidad del símbolo: Doctor Roger Dechamps, del Museo Tervuren, de Bruselas, Bélgica; Doctora Raquel Carrera Rivery, especialista en anatomía de madera del Instituto de Investigación Forestal de Cuba, y Alejandro Hartmann, imprescindible historiador.

El párroco Valentín Sanz, a la sazón sacerdote de la Ciudad Primada, facilitó las porciones investigadas por primera vez en el Laboratorio de Microbiología local con el apoyo del Doctor Oscar Jardines Mateo. Hallazgo: la madera era caribeña, no europea como muchos suponían.

Coccoloba sp, de la familia de la Polygonacea o Coccoloba diversifolea, más conocida como Uvilla, abundante en las costas antillanas y montes altos de la parte oriental de Cuba, resultó ser la madera empleada para la Cruz, se demostró en el estudio microscópico de estructura y durante los procedimientos de anatomía comparada.

Los exámenes continuaron con la prueba del Carbono 14 y estudios de ultraestructura en que intervino también el profesor Thomas Abella, de la Universidad de Lovaina La Nueva (Bélgica). Dictamen: “Fecha madera de la cruz puede situarse con 95 % de precisión entre años 860 y 1530”. Data de la época de la visita del Almirante.

Hoy la Santa Cruz de la Parra, o simplemente de Colón, se aprecia, conserva, custodia y venera en la Iglesia Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa como invalorable reliquia, única de las 29 cruces plantadas por el Gran Navegante durante sus cuatro viajes a América; exclusiva evidencia del encuentro de dos mundos diferentes: el indoamericano y el europeo.

(Tomado del libro Baracoa: Más allá de La Farola, publicado en 2013 por la editorial El Mar y la Montaña)