pulmones covidCuando la COVID-19 se va del cuerpo sus peligros se niegan a marchar, las secuelas de la enfermedad advierten el poder que tiene para castigar a las personas, suman motivos de preocupación, e incluso quienes la padecieron asintomáticos no están exentos de sentir luego las consecuencias de la pandemia. La ciencia tiene pruebas de ello.

El director general de la Organización Mundial de la Salud Tedros Adhanom Ghebreyesus llamó la atención sobre el tema al expresar: “este virus no solo mata gente, sino que a un importante número de personas las aboca a graves efectos a largo plazo”.

Fatiga, tos, dificultad para respirar, daños neurológicos, psicológicos y hasta afecciones a los órganos son algunas de las secuelas que pueden acompañar a las víctimas de la enfermedad.

Así tal vez las horas de juego que habitualmente le dedicabas a tu hijo podrían interrumpirse por una repentina falta de aire, o sencillamente ya no te moverás al ritmo de él con la destreza de antes. Cualquiera de esos efectos significa que la vida no se parecerá a lo que era, y tu cuerpo se encargará de advertírtelo, es como si la pandemia le pusiera un cuño a tu existencia.

El sitio digital cubano Temas de Salud en uno de sus artículos de agosto de 2020, citando uno de los primeros estudios realizados en China, señala que el 87,4 de los pacientes reportaban la persistencia de al menos un síntoma luego del alta, y añade que la reducción de la capacidad pulmonar es de las principales consecuencias, incluso entre aquellos que no estuvieron en estado crítico, ello aumenta la preocupación.

En Alemania, agrega el texto, de 100 pacientes recuperados, el 78 por ciento registró algún tipo de anomalía en el corazón y lo más llamativo es que el 67 por ciento había experimentado la enfermedad de forma leve y ni siquiera estuvo hospitalizado, a ello se suma que un tercio de los recuperados desarrolló insuficiencia renal aguda.

Tales estadísticas demuestran que los peligros posteriores a la COVID-19 se esconden a veces como desagradables sorpresas, pueden pesar silenciosamente sobre la vida y comprometer la salud por más tiempo del que muchos imaginan.

La villaclarense Yaquelín Collado, paciente cubana contagiada con la COVID-19 y la de mayor estadía en terapia intensiva, a casi un año de haber sido dada de alta reconoció en entrevista a Cubadebate que aun duerme con un botellón de oxígeno en la cabecera de su cama para usarlo cuando siente que sus pulmones no responden lo suficiente, incluso todavía padece insomnios.

Collado, producto de las secuelas se somete a tratamiento con broncodilatadores y esteroides endovenosos, algunos de esos medicamentos le han hinchado el rostro. Para ella las cuatro cuadras que camina son un logro personal, porque a pesar de ser una distancia corta, esos pocos pasos le dicen a su cuerpo lo contrario.

Saber que la COVID-19 abandonó el cuerpo aleja algunas preocupaciones, pero tal vez la enfermedad plantó los efectos para el futuro, como recuerdos de su visita al interior de muchos.

Asumamos la responsabilidad y la precaución como llaves para cerrarle la puerta a la pandemia.

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