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annaliet

Los ojos mirando al piso. La madre está a su lado. Las manos de la niña -por las conversaciones, se infiere que cursa la secundaria básica- permanecen sobre el regazo, mientras demasiadas gotas de sudor corren por su frente para una mañana notablemente fresca.

Esperan. Desde que estoy allí esperan y algo dentro de mi espera también que su turno no sea para la consulta de regulación menstrual, pero ahí entran, a la señal de una enfermera. La madre primero, ella después.

Sé, no obstante, que por mucho que espere lo contrario es una escena recurrente, no importa cuán peligroso, cuán duro sea el embarazo en la adolescencia y ese camino de decisiones que muchas veces llega a la interrupción.

Según datos del Departamento provincial de Promoción y Educación para la Salud, solo en los dos primeros meses del año se captaron mil 258 embarazadas, de las cuales 243 tienen entre 12 y 19 años. De las últimas, en un solo mes unas 100 se decidieron por el aborto, por medio de regulaciones menstruales. La cifra, a juzgar por la escena que abre este comentario, sigue subiendo.

Es preocupante, no importa el camino.

Los abortos provocados, sean por regulaciones menstruales, legrados o métodos químicos han probado ser eficaces, solo a medias. En el aspecto físico pueden causar posibles sangrados, fiebres, infecciones y, en el peor de los casos, infertilidad o muerte.

Psicológicamente vienen los problemas de autoestima, de remordimientos, pesadillas, agotamiento, dificultad en la concentración, misantropía y depresión, por solo citar algunos.

Si por el contrario, la decisión es seguir adelante con el embarazo, la futura mamá tendrá que enfrentar, también, desfavorables consecuencias físicas, emocionales y sociales, tanto para ella, como para su pareja y el futuro hijo.

Según los expertos, la adolescencia es una etapa de la vida que transcurre desde los 10 hasta los 19 años, período durante el cual comienzan a desarrollarse todas las funciones sexuales como resultado de la producción de hormonas, que a su vez maduran los órganos reproductores femenino y masculino y como parte de estos los óvulos y los espermatozoides, empero, el organismo, sobre todo el femenino, no está aún listo para las relaciones sexuales.

Especialistas plantean que el embarazo en edades tempranas puede traer resultados no deseados: cuadros de mala nutrición, tanto de la madre, como del hijo, un mayor número de abortos espontáneos, partos prematuros y con complicaciones, en los casos de gestantes menores de 15 años, la criatura tiene más posibilidades de nacer con malformaciones.

Cuba no escapa a esta situación y actualmente la provincia de Guantánamo incide mucho en ello. Las actuales estadísticas calculadas por el Departamento provincial de Promoción y Educación para la Salud, referente al Programa Materno-Infantil, muestran niveles altos de adolescentes madres o en estado de gestación.

Podrían citarse varias opciones para evitar el embarazo precoz: aumentar el uso de anticonceptivos para los adolescentes y enfatizar más en los programas de prevención de embarazos en la adolescencia, pero la mejor prevención es que los jóvenes tengan una buena educación sexual desde el mismo seno de la familia. Es importante informar sobre los riesgos y complicaciones de un embarazo en edades tempranas, los cambios que se producen desde el momento en que la adolescente concibe.

La escuela también desempeña un rol fundamental. Es necesario enfatizar más en la educación sexual, eliminar las dudas y proporcionar elementos que convenzan a los estudiantes de que practicar una sexualidad segura en la etapa correcta, es la mejor forma de obtener placer, con amor y salud.