abuela

No es secreto para nadie el proceso de envejecimiento cada vez más acelerado que vive la región de América Latina, y dentro de ella Cuba.

La preocupación por este tema es cada vez más latente, de ahí que organizaciones como la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL)
, fomenten políticas públicas basadas en un enfoque de derechos para hacer frente a este fenómeno.

Mas no son precisamente las estrategias de los países, o los derechos concedidos a los individuos mayores de edad, lo que alienta estas líneas; sino llamar la atención sobre el proceso evolutivo normal que es la vejez y la necesidad de inclusión, protección y afecto que requieren los más longevos del hogar.

El incremento de la población comprendida como adulto mayor es visible, basta con percatarse de la composición etaria en nuestras paradas de guagua, mercados, parques, y hasta en algunos centros de trabajo, para percibir cuántos hombres y mujeres exceden los sesenta años, etapa considerada por las Naciones Unidas para denominar a una persona como anciano.

Ejemplos evidentes de esa fuerte presencia de la población “más experimentada” es que en Cuba de 11 millones 238 mil 661 habitantes, según el Anuario Demográfico de 2015 de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, 2 millones 158 mil 698 son adultos mayores; y en el caso de Guantánamo de 507 mil 166 pobladores, 86 mil 217 sobrepasa las seis décadas de edad.

La vejez, independientemente de toda clasificación científica, biológica, médica, geriátrica o psicológica, es un transcurso natural de la vida como otra cualquiera, en la que fisiológicamente se experimenta un progresivo decline en las funciones orgánicas e intelectuales, como parte de la pérdida de las capacidades sensoriales y cognitivas. Aunque, como toda excepción de la regla, existen quienes viven sanos toda su existencia.

Lo que para unos puede ser un ciclo feliz y satisfactorio, para otros significa sufrimiento, enfermedad o padecimientos. Lamentablemente, muchos de los sujetos entrados en edad son marginados en ámbitos como el laboral, familiar, social y político.

Las personas que ya peinan canas, también son seres con capacidades, intereses e inquietudes, tienen la misma oportunidad de crecimiento, desarrollo, aprendizaje y viven nuevas experiencias como en cualquier otra fase del curso biológico.

Desprendernos de esa imagen de incapacidad, soledad con las que a veces los asociamos, propiciar espacios y actividades para su desarrollo, así como reconocer su rol social, son algunas de las acciones en las que podemos incidir como familia, compañeros o simplemente conocidos.

Redescubrir sus capacidaes y habilidades, enriqueciendo su autoestima y tornándolos protagonistas activos dentro de su grupo familiar o social, contribuye a hacer más placentera su existencia y sobrellevar la carga de experiencias, historias, pérdidas y pasajes que cargan sobre sus hombros.

Estamos en el deber social de ofrecer afecto y protección a estos seres que sobrepasan las seis décadas y favorecer que -independientemente de los achaques de la tercera edad- puedan tener un vivir pleno.

No olvidemos que las personas mayores son la memoria de un pueblo y maestros de la vida; y cuando una sociedad no cuida a sus ancianos, niega sus propias raíces y simplemente sucumbe.

cuba por edades

onei

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