copiando engañoIlustración de Yaimel

Resulta que copiar remite a falta de autenticidad, de originalidad, a la monotonía de un estilo igualitario. Copiar es una palabra de tono amargo y debería usarse menos, aunque, por desgracia, se arraiga cada vez más en la cotidianidad estudiantil. Copiar sabe mal, sobre todo, porque recuerda al fraude.

Copiar es una palabra que, generalmente, no sabe bien.

Con la explotación de las nuevas tecnologías de la informática (Tics) llegan muchas buenas y malas experiencias. Las peores de ellas, casi siempre, conducen a la violación de la privacidad, al espionaje y a la trampa.

Es que de modo tan natural como asumimos los nuevos contextos que mejoran la vida, nos apegamos a ellos para reproducir también prácticas poco saludables, aun cuando en apariencia nos lleven por el camino más corto.

Las artimañas para burlar las preguntas evaluativas siempre han existido. Escribirse notas en el cuerpo, llevar papeles al aula, preguntar y/o decir a un amigo, fueron las maneras más usadas, pudiéramos decir, en la era analógica.

Luego llegaron otras versiones, como hacer fotos al examen del compañero, usar el móvil como espejo, escuchar audios con las respuestas, enviarse sms silenciosos... Todas opciones optimizadas, pero con el fin de modificar las apreciaciones del profesorado en cuanto a la sapiencia de sus alumnos; y como parte de una artimaña aún peor: el engaño a sí mismo.

Copiar-pegar y otras innovaciones

La moda del copy-paste es una de las tendencias que más lacera el proceso de aprendizaje en la actualidad. Asimismo, menoscaba la calidad de los trabajos de clase y obstaculiza la pericia investigativa y analítica que deben adquirir los educandos.

El mundo digital ofrece un cúmulo infinito de información que deslumbra a los aprendices y los convida a tomar la senda más fácil.

La búsqueda minuciosa, esa que recuerda a la polilla en las salas de una biblioteca, suele ser sustituida por unos cuantos clics. Y el problema no radica en el bienestar de consultar varias fuentes sin moverte del asiento, sino en lo que este acomodo encierra. Las nuevas tecnologías en función del conocimiento deben aplicarse con verdadera intención de búsqueda, y para ello se necesitan horas de lectura, de comparación y reflexión.

Así como en el papel, en la web no siempre aparece la verdad absoluta, o la que pretendemos. Quedan entonces en la responsabilidad de cada quien el cotejo, la revisión, la cita de las fuentes y el arribar a conclusiones individuales propias, incluso tratando el mismo tema.

Otra intromisión de las Tics en los nocivos procesos fraudulentos está apoyada por el empleo de los teléfonos celulares y otros dispositivos de uso cotidiano para los jóvenes, fenómeno al cual muchas veces no prestamos la atención debida.

Si oportunas resultan las ventajas de los celulares inteligentes, menos dichosas devienen sus aplicaciones en el tráfico de información durante un examen.

Las tablets, los teléfonos, los reproductores de música, las laptops... enriquecen las dinámicas de aprendizaje en tanto economizan tiempo, permiten grabar conferencias, fotografiar páginas de los libros... Sin embargo, emplear dichos formatos en medio de las evaluaciones demerita tales bondades.

Por otra parte, también sucede la violación de la seguridad informática en los espacios y equipos de uso docente, aunque no ocurre con mayor asiduidad que las modalidades de engaño individuales.

Un derroche de competencias informáticas demanda, a veces, la intromisión en una PC para buscar, copiar y luego distribuir entre los colegas. ¿No sería más conveniente emplear estos saberes en la superación?

El «chivo» tradicional, esa especie de body art que se llevaba tatuado en determinadas partes de la piel, ha quedado en desuso. Ahora proliferan formas menos evidentes, más cautelosas, pero igualmente perjudiciales para la calidad de la preparación de los futuros profesionales.

Fuente: Revista Alma Mater

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