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parada omnibus

Habitualmente esperar en una parada de ómnibus se convierte en eternidad y mal momento: no pasa la guagua, el sol ataca y en ocasiones la lluvia sorprende arruinando gran parte del día.  Solo hay que viajar y mirar.

Quienes chocan con la realidad de la transportación diaria, no me dejarán mentir. Algunas de las paradas de ómnibus de Guantánamo, tanto urbanas como suburbanas, son un completo desastre, descendiendo en la práctica a la categoría de punto referencial para que los viajantes sepan dónde esperar, y los choferes donde parar.

En la ciudad, por ejemplo, más del 50 por ciento de las paradas son exclusivamente de señales, o de señal, no más que un cartel metálico donde la única información para el cliente es el número de las guaguas que cubren esa ruta, y que bien pudieran incluir horarios e itinerarios, deberes y derechos de conductores y pasajeros, y mensajes de bien público.

El resto, son casetas hechas de tejas de fibro: 25 para el servicio urbano y 107 para el suburbano. En algunos casos, solo cuentan con un espacio abierto símbolo de lo que alguna vez estuvo allí. Otras tienen el techo caído, les faltan asientos, y las personas han construido los suyos como en la prehistoria, con piedras.

La solución no está en que se erijan grandes lugares en los espacios ya creados, sino que los que están, sean reparados con las condiciones básicas de comodidad que se necesitan para que la espera sea agradable.

En el municipio Guantánamo, según la Empresa de Transporte Urbano, no existe un programa para arreglar las paradas, a pesar de algunos mantenimientos puntales, como el remozamiento de las de Paraguay y Maqueicito, y la construcción de una de estas estructuras en las afueras de la escuela vocacional José Maceo de Guantánamo.

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Tampoco, como ocurre por ejemplo con parques y plazas, existe una estructura orgánica empresarial que se ocupe de su mantenimiento y belleza, porque la estética es tan importante como el confort.

Claro que hay excepciones. En Baracoa, el proyecto de Galería Urbana liderado por el artista plástico Yoel Rey contribuyó a la reanimación de las paradas con el consiguiente reconocimiento social, así los pobladores, mientrasesperan en asientos cómodos para ir de un sitio a otro de la Ciudad Primada, guarecidos del sol y la lluvia, admiran las creaciones de artistas locales.

Pero la regla es la parada mal parada –esa construcción chata, sin otra elaboración que la primitiva forma de casa sin puertas ni ventanas- que nos afecta a todos los que, con mayor o menor frecuencia, dependemos del transporte público para movernos de un lado a otro de la ciudad, o el territorio.

Se precisa una evolución del concepto de la parada, como espacio esencial para el buen funcionamiento del transporte público, que pasen de la mera existencia a ser funcionales, hechas a la medida de los viajeros potenciales, seguras, confortables, iluminadas y accesibles para discapacitados.

Incluso si mañana cambian las realidades y las guaguas son suficientes, incluso si se reduce drásticamente el tiempo de espera, la recuperación del transporte público nunca estará completa sin la existencia y funcionalidad de las paradas.