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Hablemos, solo por poner un ejemplo, del Valle de Caujerí. Para ubicarnos, cientos de hectáreas favorecidas por condiciones climáticas casi ideales para la producción agrícola en el corazón de San Antonio del Sur, de las cuales más de 100 gozan del privilegio del riego.

El Valle ahora mismo. Surcos y surcos paridos de tomates de gran calidad para la industria, y al paladar igualmente sabrosos. Trillos donde se apilan las cajas con la hortaliza que bien puede seguir su curso hacia la Fábrica de Conservas o quedarse allí mismo, a merced de la podredumbre.

Tomate perdido, perdido de nuevo, porque año tras año se repiten los mismos titulares cada vez que “sorprende” un pico, por las mismas causas y con las mismas gentes: faltan cajas, faltan parles, no alcanza el transporte para llevarlos a otro destino, no se previó.

Es el escenario, pero el escenario se mueve, y depende de los actores. Y sé que vendrá alguien a decirme que la economía, que el funcionamiento empresarial a esas instancias es más complejo que lo que se ve, pero ni eso nos debería salvar de las preguntas que surgen naturalmente entre la población, ante los llamados al sentido común que generalmente es el menos común de los sentidos.

La diferencia, en resumen, está en el manejo de ese escenario, si afrontamos un pico productivo como una bendición del clima, del suelo…, o como una maldición por las mismas causas.

A mí me dicen hay tomate de sobra y yo pienso en abundancia. Veo el tomate en la calle a peso, a dos pesos la libra, y a cualquiera que guste de comprar adquiriendo la hortaliza allí mismo donde nace, no importa si es una caja, son dos, o un camión entero, sea la chapa de la provincia o de más allá, estatal o privada.

Veo también la alimentación reforzada con la riquísima hortaliza en los cinco municipios afectados por el huracán Matthew, a precios asequibles, incluyendo el propio San Antonio del Sur, sus placitas, sus puntos de venta.

Me imagino la familia comprando de más -es inevitable, no hay cubano que no se deje provocar por el alimento barato-, porque en casa lo mismo sale una ensalada, que un jugo de tomate, una mermelada o un dulce en almíbar que, según los viejos, es uno de los más finos del mundo, o al menos de su mundo.

Veo oportunidad en el problema de la falta de cajas y parles. Quién sabe si mientras se buscan las soluciones para obtener producciones terminadas en la UEB Fábrica de Vegetales El Valle de Caujerí, el tiempo que los trabajadores pasan en sus casas, interruptos, pudieran dedicarlo a una pequeña producción de envases.

También pienso en que no debería estar lejos el día en que se busquen medios para darle una mayor vida al fruto, una vez se saca de los campos. En otras latitudes, el frío para conservarlos es una opción que da varias jornadas de ventaja, como también lo es la deshidratación.

Me dicen tomate y veo a las minindustrias diseminadas por aquí y por allá produciendo puré del fruto (salado como conservante) en botellas reutilizadas selladas con aceite y cera, para que aguante hasta cuando termine la temporada de cosecha, a bajos costos para dentro y a bajos precios para afuera.

Sobre todo, pregunto por qué después de tanto tropezar con la misma piedra, no se avista un camino alternativo para que las producciones no se pierdan, para que mientras se desmayan en el Valle las tomateras, en la ciudad la libra de tomate no se compre a cinco pesos, así implique pujar con resoluciones, lo establecido y las muchas carencias que tenemos.

Hablamos del Valle, pero es solo una muestra de lo que no se emprende, de los resultados de una economía que se atrinchera en lo imposible de hacer, como si el límite no fuera enteramente humano y por tanto modificable.

Si quisiéramos abarcar más, señalaría por ejemplo al restaurante Las Piedras, rodeado de fincas riquísimas en el límite de Manuel Tames y Yateras, potencias frutales, y donde no se oferta una ensalada de frutas de estación, donde no hay jugo natural de nada, ni dulce en almíbar de lo que incluso dentro del recorrido de la atracción puede tomarse con las manos.

Y pudiera citar otros, emparentados por ser la perfecta aplicación del cuchillo de palo en casa del herrero, de morir de sed teniendo tanta agua y tantos otros refranes que la filosofía popular acuña para el que no sabe aprovechar lo que Dios le dio, ni siquiera lo que pone justo ahí, en la palma de la mano, de modo que a veces para alimentarnos solo requiere un reposado movimiento mandibular.

Se trata de moverse, y de moverse en tiempo y en espacio. Se trata de buscar alternativas, de dirigir sin las manos atadas desde afuera o por voluntad propia, de encontrar la oportunidad donde otros pudieran ver un problema, a fin de cuentas, no sería la primera vez en que a la ocasión, y no solo a la diosa, la pintan calva.

Comentarios   

0 #1 Elio Antonio 14-03-2017 12:54
Hola:-)

No soy experto en el tema ni nada que se le parezca; pero observo con atención lo que ocurre con las producciones agropecuarias en nuestra provincia y cómo los medios las refieren. Creo que Venceremos es quien lo hace mejor. Este artículo de Lilibeth es una obra maestra dentro del seguimiento a los desmanes que absurdamente ocurren en el Valle.

Hace unos días en Facebook, algunos internautas percibieron lo que está ocurriendo en el Valle de Caujerí como “una suerte para Guantánamo”. A lo que respondí tratando de hacer ver, que el asunto de no trata de una suerte productiva, sino, del desaprovechamiento de nuestras producciones por mal trabajo reiterado en el tiempo.

Saludos;-)
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