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avion antov 58

Cubana de Aviación vive días muy grises. Lo saben los viajeros de todo el país, durmientes incómodos en los aeropuertos, candidatos a la raya roja en reuniones, trámites y viajes y, en el peor de los casos, vacacionistas forzosos en hoteles donde el confort no sustituye las ansias por llegar al destino.

Lo saben, aunque se lo guardan muy bien, por lo menos a resguardo de la prensa oficial cubana, los funcionarios de esa empresa, propietaria o arrendataria de la flota de aviones que cubren todas las rutas nacionales y varias internacionales, y de ECASA, proveedora de los servicios aeroportuarios.

 

La información, aseguran dirigentes de ambas empresas, ha sido dada a sus clientes directos, los cientos de pasajeros que reservaron vuelos hasta con seis meses de antelación, de modo que por lo menos a nivel administrativo, no se reconoce vacío alguno sobre lo que afecta, desde inicios de abril, la salida de los birreactores Antonov y provocó que se detuviera la venta de reservaciones.

 

Su política, a juzgar por los escasos trabajos periodísticos al respecto, ha sido efectiva. Que nos conste, solo el ¡Ahora!, de Holguín, nuestro Venceremos, Granma y el canal local Solvisión, en ese orden, arrojaron alguna luz al respecto en las últimas semanas o, en el caso del órgano nacional, al menos mencionaron el tema.

 

Venceremos, luego de decenas de llamadas a las direcciones nacionales de ambas empresas de la aeronáutica civil, requisar información en internet, y ser atendidos solo por el director del aeropuerto Mariana Grajales Coello, Arturo Borrero Barroso, y Raúl Martínez Rizo, representante de Cubana en Santiago de Cuba y el Guaso, sacó una nota el pasado 21 de abril.

 

Al otro día de la circulación del periódico, un Antonov aterrizaba en la pista de la localidad de Paraguay, en esta ciudad oriental y hacía el viaje de regreso hacia La Habana. Un día después, volvimos a sentir el paso del reactor sobre la ciudad, pero todo indica que no es el sonido de una solución definitiva.

 

Las opiniones de la población, ante la incongruencia, se dispararon. El lunes, salía una nota en la versión digital de Solvisión, con información agregada a la publicada por Venceremos, pero sin una voz oficial que se atribuyera los datos fundamentales, sobre todo, por qué el Boeing asignado para cubrir los fallos del Antonov que “nos toca” no puede aterrizar en la terminal aérea de Guantánamo, y sobre los aviones que se han “tirado” efectivamente en los últimos días.

 

La información es confusa, fragmentada, y evidentemente no definitiva. Las respuestas a nuestros pedidos de información, más.

Y el vacío no perdona. Extraoficialmente, la información tampoco es conclusiva, así que los fabuladores han hecho de las suyas, y especulan sobre las más diversas causas.

 

En lo único que parecen concordar es en que los Antonov, que reforzaron la flota nacional a partir del año 2012, no han funcionado como se esperaba, sobre todo por las complicaciones entre los dos países que deben suministrar las partes y piezas de repuesto: Rusia y Ucrania.

 

Lo más seguro, dijo a Venceremos el inspector principal de una comitiva de ECASA que el pasado lunes recorrió las instalaciones aeroportuarias locales, “es una nota oficial del Ministerio de Transporte que debe ser publicada en estos días”. Sin otros comentarios más allá del “no podemos” y del “no nos corresponde”.

 

A estas alturas, lo único que parece estar seguro es que nadie sabe cuándo regresarán los Antonov u otros aviones que los cubran, si será posible reestablecer las frecuencias diarias de los vuelos o si es necesario reestructurar los itinerarios, para peor, por supuesto.

 

Mientras, la imagen de Cubana, al final la cara más visible de los problemas, ahora mismo está en entredicho ante el demorado silencio. Lo más probable es que ahora mismo se trabaje en todo el sistema de la aeronáutica civil y el Ministerio de Transporte para resolver los problemas, pero lo que es, o lo que puede ser, definitivamente no es lo que parece, lo que dejan mostrar.

 

Cubana vive días grises. Lo sabe todo el mundo, no importa que callen el por qué, el cuándo, el qué, no importa que las explicaciones no acaben de despegar, que se siga cultivando como única opción viable el secretismo que tiene ínfulas de apagafuegos aunque, en la práctica, solo alimente las llamaradas.

 

A fin de cuentas, las verdades causas están ahí, debajo de todos los tapetes, aunque ahora mismo tengan el mismo problema de los Antonov: no vuelan.