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educacion formal

En los tiempos que vivimos escasean en ocasiones los gestos amables, las expresiones de satisfacción, las frases agradecidas o de correspondencia que abren o cierran puertas como recetas mágicas.

Muchas veces faltan las expresiones de cortesía en la calle, los lugares públicos o en la sala del hogar, tampoco son frecuentes como reflejo de respeto y cordialidad  al ofrecer  el asiento a ancianos, niños y embarazadas en ómnibus, parques y hospitales.

Faltan esas normas de convivencia social en conversaciones y encuentros que se tornan discusiones; en el trato de parejas, familias y vecinos que en innumerables ocasiones provocan violencia, con las peores consecuencias.

Sostienes la puerta para dejar pasar a una persona y  no dice  ni gracias o una palabra de agradecimiento;  disfrutas de un espectáculo y el timbre de los teléfonos te lo arruina, la luz del semáforo cambia a roja y si no corres te atropellan, o los choferes tocan el claxon hasta ensordecer  a los peatones.

Y aprendimos de padres y abuelos, y también en la primera escuela, que practicar las normas de cortesía demuestra buena educación, pero de poco sirve ser cultos si faltan cualidades que proporcionan paz y sensación de bienestar con efecto positivo en la salud, el trabajo y la familia.

Por hacer reír o atraer al público hay programas y canciones que apelan a la grosería y la vulgaridad, a lo cual se acostumbran los más jóvenes, sobre todo, pero si quienes lo hacen son famosos o populares sirven para inspirar o influir negativamente, y se convierte ese quehacer en norma.

Algunas reglas señalan que hay que  estar siempre dispuestos a sonreír, ser gentiles y agradables al hablar, saber escuchar y no discutir, sí dialogar y opinar, ser jovial, voluntarioso, dinámico y amistoso.

Hay que saber guardar las dificultades y expresarlas  en el momento oportuno con miras a su solución, y no olvidarse nunca de esas palabras tan sencillas como elocuentes: "gracias y "por favor".

Apelar al rescate de los valores es asunto que compete a toda la sociedad y especialmente a la familia, sobre la base del respeto y la consideración al prójimo.

Pedagogos invitan a convertirse en guerreros por la buena educación, asunto en el que todos podemos colaborar y que puede comenzar por responder saludos,  hablar en voz baja, no decir palabras desagradables y ceder el paso, entre otros muchos ejemplos.

Los caminos están trazados para hacer regresar a los espacios públicos y de convivencia social la tan necesaria cortesía.