varaentierra

Cuentan que el 28 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario de navegación acerca de la terrible tempestad que se le venía encima y sin saberlo se convirtió en el primer europeo en enfrentar a un ciclón y hacer el inicial reporte meteorológico de una de las regiones más castigadas por la furiosa naturaleza.

Los primitivos taínos en alusión a cualquier fenómeno de viento o lluvia gritaban huracán, lo hizo notar el fraile dominico español Bartolomé de las Casas, sin saber que tal vocablo llegaría a ponerles la carne de gallina a las sucesivas generaciones en “la más hermosa tierra que ojos humanos hayan visto”.

La primera mención escrita de uno de estos fenómenos data de 1527, y narra la destrucción de la flota de cinco barcos capitaneada por Pánfilo de Narváez, frente a las costas de Trinidad, dicen publicaciones digitales.

Desde entonces, el hombre se preocupaba por su protección frente a esas contingencias y encontró refugio en las cuevas, donde además tenía la posibilidad de descansar y preparar sus alimentos.

Pero ante la evidencia de que no en todos los sitios habitados existían cavernas, pues se hizo necesario usar otras vías protectoras y surgió entonces el bohío varaentierra, muy seguro ante el efecto de los vientos.

La tradición se fue perdiendo al avanzar los tiempos y surgir construcciones de cubiertas sólidas, aunque potentes huracanes han echado por tierra tal “invulnerabilidad”. Luego entonces renace, sobre todo en comunidades aisladas los varaentierra, de probada valía frente a vientos huracanados.

Como parte consustancial de la cultura arquitectónica de los campos cubanos, califica el popular meteorólogo Doctor José Rubiera a ese tipo de refugio, y lo describe  sin horcones ni paredes, con un techo a dos aguas, de  guano, con la cobija en forma de un ángulo diedro.

Tal es su valía que en la playa de Pajarito, Pinar del Río, provincia con histórico dolor huracanal (recordar a Gustav e Ike,) un octogenario campesino, José Ramón Cruz Hernández, construyó uno “de lujo”, con un tercio de la estructura por debajo del nivel del suelo y bancos y camas rústicas para muchos evacuados e invita a en toda Cuba para protegerse de los meteoros que los taínos llamaron “espíritus del mal”.

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