El Árbol de la vida comienza a marcar la esperanza en la Unidad de Tratamiento al Ébola (ETU, por sus siglas en inglés) de Monrovia, capital de Liberia, una de las tres naciones africanas donde la brigada médica cubana “Henry Reeve” participa de la cruzada internacional contra la terrible enfermedadque ya cobró la vida de siete mil 373 personas, de acuerdo con estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las cifras, citadas por el portal Cubasí, añaden que las personas contagiadas en el mundo totalizan 19 mil 31, de las cuales tres mil 346 han fallecido en Liberia, donde el virus se ha ensañado en siete mil 819 seres humanos.
Pero la tragedia abre brecha al optimismo y el Árbol, reducido por el personal de salud a tronco y ramas, exhibe un “follaje” artificial ensombrecido inicialmente por luctuosas cintas negras (una por cada defunción) y que ahora se llena de guirnaldas coloridas, símbolos de vidas arrebatadas a la muerte en el Área Roja, donde ingresan quienes “no tienen futuro”.
Al Área Roja –describe el doctor Leonardo Fernández Fernández, uno de los cinco guantanameros que contribuye en Liberia a la batalla contra el Ébola-, se llega como enfermo, o como médico, y en esta última condición solo tras vencer la evaluación de competencia y desempeño adicional que exige, entre otros rigurosos requisitos, la OMS.
Entrevistado desde la distancia, por internet, el doble especialista (Medicina Interna, y Emergencias Médicas y Terapia Intensiva), comenta que desde la llegada a Monrovia (22 de octubre) la protección y seguridad biológica son temas obligatorios, estrictamente exigidos y observados por funcionarios de la OMS y un equipo suizo muy vinculado a los cubanos.
“Sólo cuando se certifica la preparación es posible desempeñarse en la ETU, hospital de campaña, de madera con 200 camas, construido por los estadounidenses para asistir a los enfermos de ébola”, explica.
Cuatro son las áreas fundamentales: una de clasificación de pacientes que exige alta calificación médica para examinar visualmente al paciente desde tres metros de distancia; otras tres son para ingresos en el Área Roja: sospechosos, probables y confirmados.
Fernández Fernández describe que el tránsito hospitalario sigue una sola dirección, sin retroceso y asegura: “nada entra y nada sale, solo el personal médico, siempre en pareja, forrados con pijama, botas de goma, traje impermeable, delantal, respirador, espejuelos de protección y dos pares de guantes… ni un milímetro de piel puede quedar expuesto.
“Pero no basta: antes de ingresar cada quien revisa a su par y el personal de apoyo supervisa a los dos. Solo entonces comienza el combate, tres horas, no más, durante las cuales se pierde mucho líquido corporal por la transpiración y el sudor. El agotamiento aparece y el momento más peligroso sobreviene en la salida, al desvestirse.
“Hay que controlar la desesperación y cumplir el ritual establecido, el más mínimo contacto con la piel de algo empleado adentro puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Lo sabemos y lo saben los hermanos solidarios que te reciben a la salida, y te invitan a la calma mientras controlan los procederes, paso a paso, sin apuro… todos cuidando de todos”.
La atención es 24 horas en tres turnos de ocho horas cada uno, comenzando a las ocho de la mañana. Al Área Roja se entra dos veces en la mañana, una en horario vespertino y otras dos veces por la noche. “Una regla es inviolable, apunta el galeno: si estás indispuesto o inseguro, no entras; si te sientes lo más mínimo, sales”.
Treinta y cuatro años de experiencia médica y seis misiones internacionalistas (Nicaragua, Pakistán, Timor Leste, Haití, Mozambique y ahora Liberia) no impiden el estremecimiento ante el drama humano cuando éste supera la posibilidad médica y el paciente se les va.
“Los episodios son diarios y muchos te marcan, como el vivido el 14 de diciembre”, refiere: “recibí una bebé de ocho meses con signos de ébola, enfermedad que ya la había dejado huérfana de padre y madre. La trajo una señora que se negó a abandonarla y prefirió arriesgarse a pagar el precio del contagio. El drama social es intenso.
“Esta humilde africana acogió en su hogar a la bebita y la trajo a la ETU donde decidió permanecer desdeñando el riesgo de enfermar y hasta morir. En la madrugada siguiente, 24 horas después, terminé mi turno y la dejé mejorada, llorando e ingiriendo, cucharadita a cucharadita, el agua y jugo que la señora, con una sonrisa de paz interior y mucha complacencia le suministraba.
“Estas escenas –concluyó-, justifican el reto asumido, te aseguro, y así pensamos todos, que vale la pena correr el riesgo de enfermar y hasta morir por una causa como esta y por personas como estas, que ojalá consigamos sean dos nuevas cintas de colores en nuestro Árbol de la Vida”.
Colaboradores guantanameros en lucha contra el ébola en Liberia:
Nombres |
Categoría |
Origen |
País |
Leonardo Fernández Fernández |
Intensivista |
Guantánamo |
Liberia |
Eddie Rodríguez Rodríguez |
Enfermero |
Baracoa |
Liberia |
Lázaro de la Cruz Pineda |
Enfermero |
Baracoa |
Liberia |
Eduardo Rodríguez Copeyo |
Enfermero |
Niceto Pérez |
Liberia |
Omar Coy Rodríguez |
Enfermero |
Caimanera |
Liberia |
Comentarios
saludos fraternales...un fuerte abrazo....
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