BAYAMO, Granma.–En el corazón de esta provincia, una institución educativa se ha consolidado durante 15 años como un baluarte en la formación de las nuevas generaciones encargadas de la noble tarea de educar. La escuela pedagógica Rubén Bravo Álvarez trasciende el concepto de simple centro de estudios y se erige como una verdadera cuna de vocaciones, un proyecto de vida y un paradigma de dedicación pedagógica.
LA NIÑA DE LOS OJOS
Los inicios, como recuerda el doctor en Ciencias Pedagógicas Mario González Vázquez –director desde la etapa fundacional de este centro, ahora en el rol de asesor de la actividad científica, la tecnología y la innovación–, estuvieron marcados por el desafío.
«Fue un reto para todos los fundadores, unos 36 docentes y 54 trabajadores en total que, en condiciones bastante precarias y complejas, laborábamos en la localidad de la Wiliam Soler».
Sin embargo, lo que faltaba en recursos sobraba en determinación. «Sobre todo estaba la entrega, el compromiso y la disposición del colectivo».
Ese espíritu los llevó a transitar por varias sedes, y a emprender una hazaña: la construcción de su propia escuela. «Todos los docentes y trabajadores hicimos donación de nuestras vacaciones para reconstruir nuestra escuela desde la primera piedra, según las exigencias de nuestro Ministerio», relata González Vázquez.
El esfuerzo dio sus frutos de manera monumental. La institución, celosamente cuidada, se ganó el elogioso título de «la niña de los ojos» de la Educación en Granma.
LA COLUMNA VERTEBRAL
La directora actual, Yoandra Pérez Mendoza, destaca que la fortaleza de la escuela reside en su capital humano. «Es un claustro que en un primer momento entraba por selección. Eran aquellos docentes con la mejor preparación y disposición», explica. Hoy, conformado por sus propios egresados y profesores experimentados, el colectivo se caracteriza por una preparación científica y metodológica constante.
El resultado es palpable: la escuela es una potencia en la formación de posgrado, con un número significativo de másteres y doctores en sus filas. «Tenemos un claustro con experiencia que se ha ido nutriendo de jóvenes que complementan muy bien la formación pedagógica», añade González Vázquez.
Aquí se forman todos los niveles educativos, menos el nivel preuniversitario, de todas las especialidades, excepto Español e Historia. «Tenemos Biología, Química, Física, Matemática, Preescolar y Primera Infancia –que fueron las fundacionales–, y luego, la Enseñanza Especial y el Inglés».
En este empeño de formar a las nuevas generaciones, la institución cuenta con el apoyo de la familia y la comunidad.
PURA VOCACIÓN
La motivación de los estudiantes es la prueba viviente del éxito del proyecto. Para Lilian Janet Guerra Vargas, estudiante de 4to. año de Educación de la Primera Infancia, la elección nació de un amor temprano. «Cuando cursé mi preescolar me encantaba mi aula. Amo esta profesión porque me encantan los niños. Con ellos aprendes y conoces más del mundo».
Su caso ejemplifica cómo la vocación personal puede superar los prejuicios sociales. «En mi familia nadie es educador. No compartían mi elección, pero tampoco se opusieron porque la que iba a estudiar era yo. Sencillamente, les dije: Es lo que amo y lo que me gusta hacer».
Por su parte, Leyanis Gómez Garlobo, de 3er. año de Biología, encontró su inspiración en el ejemplo familiar de su padrastro y su fascinación por las ciencias. «Me gustaba desde la secundaria, porque tiene que ver con el cuerpo humano».
EL MOMENTO DE LA VERDAD
El paso crucial de la formación son las prácticas docentes, en las que la teoría se enfrenta a la realidad del aula. Ambas estudiantes coinciden en los nervios iniciales y en la gratificante experiencia de conectar con los alumnos.
«La tutora me fue explicando y ya después me fui desenvolviendo. Se portaron súper bien conmigo y me mostraron respeto. Me sentí motivada», relata Leyanis sobre su experiencia impartiendo clases.
Para Lilian, lo más valioso son los momentos de interacción genuina: «En el proceso de alimentación y baño, ellos te cuentan su vida prácticamente completa... te lo narran de una manera que parece una historia, son muy tiernos».
UNA VITRINA DE REFERENTES
En el historial de la Rubén Bravo Álvarez hay una lista larga de reconocimientos. Es, por mérito propio, una escuela de excelencia y ha sido Vanguardia Nacional en múltiples ocasiones.
«Yo me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que ha sido la escuela más galardonada de la provincia: en lo sindical, lo político, lo juvenil, lo administrativo, en la Federación Estudiantil Universitaria, los indicadores de eficiencia...», afirma con orgullo Yanier Peláez Campos, quien ha dedicado diez años a la formación de nuevas generaciones de maestros, de los cuales, un lustro de su desempeño fue como director de este plantel.
«En ese momento sentí muchas dudas, el centro ostentaba muchos resultados, tenía la “varilla alta”, y me correspondía el reto de mantenerlos y encauzar otros».
Bajo su liderazgo, la institución siguió ostentando altos indicadores de eficiencia, así como importantes galardones. Su sello de calidad se confirma con los primeros lugares nacionales por dos años consecutivos en el principal evento de habilidades profesionales pedagógicas.
El impacto social de la escuela se mide en números y en alcance. En sus 11 ciclos graduados ha formado a 2 807 educadores. Su labor es crucial para territorios de difícil acceso: «Estamos preparando aquí los futuros maestros de toda la zona montañosa y para seis municipios de la provincia», destaca Pérez Mendoza.
Esta institución cuenta con una hermana menor: la escuela pedagógica Celia Sánchez Manduley, ubicada en Manzanillo, la segunda ciudad más importante de Granma. Juntas forman una gran familia dedicada a la formación pedagógica en la región.
UN FUTURO QUE SE SIGUE CONSTRUYENDO
Al celebrar su aniversario 15, en este mes de septiembre, la escuela pedagógica Rubén Bravo se proyecta hacia el futuro con la misma fuerza con la que fue establecida. «Llegamos fortalecidos», asegura su directora.
La meta inmediata es clara: «Lograr que la matrícula actual sea la misma que se entregue al finalizar el ciclo de formación».
La consigna «Somos un equipo», que inspiró aquellos años fundacionales, continúa guiando al colectivo. La escuela, en palabras de su directora, es «una casa pequeña por el sentimiento que despierta, pero grande por la relevancia que tiene», y se erige como un faro indispensable en la eterna misión de educar.
Tomado de Granma