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GONZAL20Aliexa Argote Laurencio en La cucarachita Cuca.Hay quienes asumen el teatro como forma de vida, se entregan a la escena y allí, crean el hogar, su propia familia. Aliexa Argote Laurencio es una de esas personas, miembro de la novel generación del grupo Guiñol Guantánamo, y quien por estos días arriba a 15 años de labor profesional.

En medio de las celebraciones por los 50 años del primigenio grupo escénico del Guaso, Venceremos se aventuró a conocer a Aliexa, destacada en su quehacer como actriz y también como escritora para el teatro.

La entrevistamos en su casa, por sorpresa, entonces dijo que era muy tímida, que hablaría poco, y con el teléfono a un lado nos pusimos a conversar. Una hora y minutos duró la charla, reímos, tomamos café, espantamos al gato que se entrometió en la conversación en busca de cariño, pero todo fluyó como debía, y el diálogo, se transformó casi en una confesión.

Antes de subir al tabloncillo

Dice Aliexa Argote que antes de andar sobre las tablas, las primeras actuaciones públicas fueron en el deporte; en la escuela primaria practicó gimnasia, tenis de mesa, natación… estaba en la Iván Rodríguez, del reparto Caribe, al Norte de la ciudad y el colegio era casi un centro formador de atletas. Fue una vía de aprovechar sus condiciones físicas innatas (delgada, alta, ágil), aunque con el tiempo seguiría otro camino.

“Por embullo de mis padres hice las pruebas a la escuela de arte para estudiar danza –la familia sabía que tenía talento, así que explotaron todas las vías para descubrir cuál-, pero renuncié al pase de nivel porque era mala, además había una sola academia nacional y se llevaban a las excepcionales.

“También admito que siempre me gustó más la actuación, aunque sabía que difícilmente alguien de Guantánamo tuviera la oportunidad en los exámenes, pues seleccionaban siempre estudiantes de La Habana. En duodécimo grado supe que Fidel orientó que tenían que ingresar educandos de las provincias orientales al Instituto Superior de Arte (ISA), entonces otorgaron plazas para acá y vinieron a hacer las pruebas. Ahí decidí tentar a la suerte.

“Estaba en el preuniversitario Eduardo Saborit, era el año 1999, aún en Periodo Especial ¡y yo pensando en actuar! Cuando me dijeron que había aprobado me entraron las dudas, ¿podría irme a La Habana, dejar mí casa con las comodidades para estar en un sitio que desconocía?, pero llegó la notificación de admisión y me dije: hay que probar”.

¿Les dije que era tímida? pues sí, e introvertida, aunque con una sonrisa sagaz, Aliexa me asegura que muchos actores son así.

“El ISA fue una etapa dura, intensa, entramos 17 en la especialidad de Actuación, y solo siete nos graduamos, porque había que aspirar al máximo resultado y las felicitaciones… así lo exigían profesores como Rebeca Rodríguez, Sergio Barreiro, Ariel Bouza, Susana Pérez, Corina Mestre, Armando Suárez del Villar (decano de la Facultad), Orestes Pérez...

“Los ensayos eran hasta las 2 o 3 am para presentar una obra a las 7:15 en el primer turno que era Actuación, también recibíamos danza, acrobacia, preparación física… más 11 asignaturas teóricas y había que ir a los teatros.

“Recuerdo que en primer año asistimos al Festival Mayo Teatral, o sea que entramos con el pie derecho. Me impactó muchísimo la pieza Juegos de Salón, del grupo colombiano La Carbonera, montada solo con música y la técnica del silencio orgánico, algo muy complicado, pero hermoso. Fue allí sentada en la butaca que comprendí la magnitud de la decisión que había tomado”.

Rumbo a Guantánamo

Aliexa había decidido ser actriz, y el ISA le dio las herramientas para hacerlo, aunque nunca llegó a sentirse totalmente a gusto en La Habana.

“Soy una guajira guantanamera, me gusta mi tierra y en el año 2005 cuando al concluir estudios me enviaron para acá, por solicitud de la provincia, me hicieron el mayor regalo, estar de vuelta a casa. Aunque en el Instituto querían que me quedara como parte del claustro docente.

“Me gradué con una versión campesina de Sueño de una noche de verano, a cargo de Maikel Chávez, que incluía títeres y actores. El ejercicio fue parte del trabajo en comunidades montañosas de Villa Clara donde estuvimos tres meses. El escenario fue poco convencional y asediados por la lluvia, estrenamos la puesta. ¿Quién se iba a imaginar que esa experiencia la reviviría años después en la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa?

“De vuelta al Guaso estuve cuatro años en el grupo Dramático junto Ury Rodríguez, Virginia López, Jesús Barriento, Eddie Manuel Conde, Yanet Frómeta… y aunque actuaba en muchas obras, un día sentí la necesidad de hacer algo propio, así que monté Petición de Manos, de Maikel Chávez, con la idea del maestro Ariel Bouza. La pieza gustó mucho y hasta hoy forma parte del repertorio guantanamero. Luego trabajé en Las Pericas, Tesoro…

“Mi tránsito al Guiñol ocurrió cuando supe que habían entrado Yadira Lovaina, Anachelys Matos, Yesenia Blanco, Yosmel López, Ailín Zamora… con quienes sentí cierta afinidad generacional (aunque era nueve años mayor). Me acerqué a ellos, vi lo que hacían y decidí que era tiempo de cambiar.

“Le pedí a Maribel López presentarme con algo hecho por mí, y monté La cucarachita Cuca (adaptación de La cucarachita Martina) a partir de la animación de objetos y en diciembre de 2009 comencé en el Guiñol Guantánamo. Ahí me enamoré del títere, casi no hago otra cosa”.

Vale reconocer en el aval de la artista la participación en piezas como El Solar Villafañe, donde colaboró en la dirección artística; la versión de textos como Sueño de una noche de verano; la asesoría a Yosmel López en Cuando muera el jardín, versión de textos del escritor Eldys Baratute… y casi en todas las creaciones del Guiñol, aunque prefiere escribir arreglos de cuentos, sobre todo clásicos. De hecho presagia que algún día llevará a escena Macbeth.

“También impartí docencia en la filial del ISA de Santiago de Cuba, incluso a miembros de prestigiosas compañías como Teatro del Viento, de Camagüey, pero por problemas de salud ahora solo atiendo a quienes se van graduar en Guantánamo, en este caso Ailín, Yadira y Anachelys.

“En estos 15 años de trabajo he recibido el premio provincial La selva oscura, el premio de actuación Escena Viva por Petición de manos, y reconocimientos colectivos por obras como Niños de Papel, aunque realmente el mayor privilegio para mí ha sido contar con esta familia de 50 años: el Guiñol, que me ha enseñado a vivir por y para el teatro, para ese público que está en las butacas, listo para dar el regalo que todo artista quiere y espera”.