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gabriel davalos en guantanamo

Guantánamo no le es ajena y se nota. La ha caminado, recorrido en todos los sentidos en los que puede visitarse una ciudad, desde mucho antes del lente, del periodismo, del trabajo con el dúo Buena Fe –para quien trabaja como diseñador visual-, de la fotografía de la danza.

“Viví en Guantánamo, pasé mi servicio militar en el Batallón del Este y cada vez que podía venía a caminar la ciudad. Hice amistades que hoy son como mi familia, personas como Agustín Pérez, que me abrió las puertas de su casa… Así que tenía una idea de qué mostrar”, me aclara y me dejo llevar:

Un elegguá nos guía por el parque José Martí… Yo parto a los inicios.

¿Cómo empezó el camino que te trajo hasta aquí?

Yo me gradué de Periodismo, pero llegó un momento en que empecé a plantearme qué quería realmente para mi vida…, y entonces llegó Buena Fe. Ellos estaban grabando con Viengsay Valdés –actual directora del Ballet Nacional de Cuba- el video clip de Soy lo que ves, y ella que ya era una amiga de muchos años, me los presentó.

Empecé a hablar con Israel de todo, de la vida…, y cuando salí de allí supe que yo quería contar historias, pero de una manera diferente, a través de la fotografía y de la danza.

¿Fue difícil sacar a la danza clásica de sus espacios tradicionales?

Yo había formado una bonita amistad con un grupo de bailarines, conocía de su sensibilidad, de todo el potencial que tenían para contar las historias cotidianas de una manera diferente.

No fue para nada difícil: contarle mis ideas a un bailarín, de por sí impetuoso, empeñado en lograr cosas hermosas, creativo…, y salir a hacerlas fue la misma cosa. Tuve el apoyo de todo el Ballet Nacional, desde recién llegados hasta grandes figuras.

Hay, además, una tradición de sacar el ballet de los escenarios clásicos, que iniciaron Alicia Alonso, Fernando…, quienes llevaron la danza a los centrales, a las fábricas. Me siento muy conectado a esa historia.

Volvamos a Matria, un proyecto que te he llevado por varias ciudades… y a incluir además compañías contemporáneas, como las locales Danza Libre, Danza Fragmentada y Médula.

La idea de mis fotos es, siempre, tratar de reflejar la espiritualidad de la gente, que cambia según la ciudad. Hasta ahora, estuve en La Habana, Santa Clara, Matanzas, Camagüey, Holguín, Santiago de Cuba y, por supuesto, Guantánamo. La idea es llegar a todas las provincias y hacer un libro.

Tengo, además, fotografías de otras urbes de Países Bajos, España, Corea del Sur, Estados Unidos, pero eso será otra serie.

matria en guantanamo

¿Como reacciona el paisaje urbano cuando se hacen estas fotos, y se exhiben, en esos mismos espacios?

Es muy interesante. Desde que descubrí lo que significaba exponer en la calle –en el Coopelia de La Habana-, nunca más he regresado a una galería, por la interacción maravillosa que se logra con la gente.

Cada una de estas fotos, además, va acompañada de una frase de Martí, seleccionada por Hassán Pérez Casabona, que genera un debate e invita a pensar, más allá de lo estéticamente hermoso.

Cuando las hacemos, por otra parte, no cambiamos la realidad. No le decimos a las personas que se detengan o caminen. La vida está pasando y la plasmamos tal cual es, solo la intervenimos a través de los bailarines y su espiritualidad para contar una historia.

¿Cuál es el proceso creativo, cuando llegas a una ciudad?

Nunca llego haciendo fotos. Primero camino, observo. Aquí fue más simple. Tenía una idea de la espiritualidad que quería mostrar, de ese guantanamero que conocí como persona noble, entrañable y familiar, gente que hace su vida a pesar de los rigores, bajo ese sol áspero que también forma parte de su cotidianidad.

En los últimos años, son cada vez más los fotógrafos que se acercan a la danza, con influencia notable de tus obras, incluso...

Realmente hay una explosión de fotógrafos de danza, y eso me llena de orgullo. Además, soy fundador y presidente del jurado del Concurso Internacional de la Danza, un colofón para oficializar ese movimiento, desarrollarlo para que todas las compañías del país puedan contar con ese talento.

Porque las compañías de danza son patrimonio de la gente, a fin de cuentas, están formadas de muchachos que viven en la comunidad, y son expresión de su cultura: si te fijas, no hay dos compañías iguales. Nuestro trabajo, entonces, es acercarlas todavía más al pueblo.