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al pie jagueyLos niños son los principales protagonistas y beneficiarios del proyecto ganador del Gran Premio del Concurso Escaramujo 2015.

Al pie del Jagüey, la Señora Esperanza convoca. El toque del tambor inspira a cantar. La gente danza, reza, grita, llora, ríe, calla… es un acto de fe y de resistencia cultural, que tiene como escenario el batey azucarero de Argeo Martínez, del municipio de Manuel Tames, en la zona más oriental de Cuba.

Dicen, que antaño, hasta el central llegaba aquel barullo, y en las mismísimas puertas del gigante se oraba y bautizaba con buenas vibras la zafra, para que nada ni nadie detuviese las maquinarias.

“Era un fenómeno de pueblo, no solo el clásico culto. Todos se movilizaban en función del festejo, incluso las instituciones. Sin embargo, hoy la práctica se ha olvidado”, afirma Jordanis Grandales Iznaga, promotor cultural de la localidad.

El conocimiento de esa historia y de las necesidades sociales y culturales de Argeo motivaron a Jordanis y a Carlos Rafael García Isaac, maestro de primaria e instructor de arte del Centro Mixto Manuel Sánchez López, respectivamente, a crear en 2013 un proyecto sociocultural para revitalizar aquellas costumbres que tanto aportaron a la espiritualidad popular.

Así nació Jagüey-La Esperanza, para salvaguardar los valores identitarios de esa zona, privilegiada por la presencia de la cultura haitiana y de sus descendientes, quienes conservan hábitos patrimoniales de esta región.

Primer acto: Jagüey vino a salvar

 

Dice Jordanis que el proyecto en su génesis buscaba la transformación integral de la comunidad, no solo el rescate de elementos de la cultura musical, danzaria, culinaria y artesanal. Existían dificultades más críticas que fueron identificadas durante el diagnóstico previo.

“Comprobamos la pérdida de los hábitos, prácticas socioculturales y valores en los haitianos que aquí tuvieron gran presencia. Además, predominaba la baja autoestima en las mujeres, las indisciplinas sociales, la violencia social y familiar, y adicciones como el alcoholismo. Entonces nos propusimos incidir sobre cada problema”, detalla el artífice de la idea.

“Como proyecto creamos nuestra propia Colmenita, que incluso baila Bembé infantil. Igualmente, nos dedicamos a enseñar el baile resigné haitiano, la artesanía, muñequería y trabajo con papier maché. Armamos una comparsa bajo el nombre La Esperanza, y convocamos a concursos de dibujo y plástica infantil con temáticas sobre la protección del medioambiente. Igualmente, hicimos talleres musicales para quienes tenían discapacidades físicas o mentales”, agrega.

Desde sus inicios Jagüey contó con la entrega y el empuje de padres, instructores de arte, maestros y promotores nativos, quienes costean los trajes, maquillaje, telas, cortinas, y otras indumentarias. La cuestión es echar pa´lante actividades para la comunidad: jornadas de la cultura, festivales populares, exhibición de platos típicos, peregrinaciones, actos…

“Nos reconforta saber que no solo contribuimos a reforzar el sentido de pertenencia de los pueblerinos, sino que desde edades tempranas se aprenden valores como la responsabilidad, la honestidad, el patriotismo, la solidaridad, la modestia, el sacrificio y los irradian a los padres”, asegura el promotor.

al pie jaguey2Grandales: “Jagüey-La Esperanza nació para salvaguardar los valores identitarios de esta comunidad”.

Argeo Martínez es un foco cultural notable en Manuel Tames, según dicen sus propios pobladores hoy. El aporte de Jagüey ha sido vital en ese sentido, primero con la Colmenita, bautizada con ese nombre por los propios residentes de la localidad. En esta no solo hay abejitas como parte del grupo, también los niños se disfrazan de esperanza como símbolo del lugar.

El taller de bailes de Bembé, liderado por Lisandra Turcás Grandales y otros instructores de arte, ha sido igual un regalo importante para la población, que disfruta el ritmo en actos y eventos con total naturalidad, como muestra del sincretismo religioso que tomó expresión en las festividades alegóricas a Santa Bárbara, San Lázaro y a la virgen de La Esperanza, siglos atrás.

Gracias a Jagüey, en Argeo existe asimismo una agrupación músico-danzaria para el rescate del baile resigné haitiano, con adultos descendientes, quienes articularon otro espacio en el que se canta en creole y hasta se baila.

Segundo acto: una obra de infinito amor

 

La estructura del proyecto sociocultural Jagüey-La Esperanza está compuesta por un coordinador (Jordanis Grandales Iznaga), talleres, y el grupo gestor, este último abarca decenas de personas voluntarias: asesores, instructores de arte, maestros del centro mixto Manuel Sánchez, artistas aficionados, artesanos, artesanas, padres, madres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas de la tercera edad, etc.

Estar en el proyecto es también una forma de emplear el tiempo libre y contribuir a impulsar de forma positiva las actividades culturales y recreativas.

Annara Moreira Mejías, madre de tres niños vinculados a la iniciativa comunitaria, confirma cómo se ha transformado la vida del poblado. “Todos están muy motivados, tratamos de ayudar siempre como espectadores o como actores. Nuestros niños son los mayores beneficiarios de todo, y les gusta tanto, que a veces prefieren ensayar que jugar en las calles.

“Incluso tenemos el proyecto Sin fronteras con algunas personas mayores: padres, los propios instructores… existen lugares distantes donde los infantes no pueden ir y allí vamos los adultos a pie con mochila al hombro, como una cruzada cultural”, apunta la joven entusiasta.

La promotora Irina Palomo Puente habla, por su parte, del vínculo con los factores del barrio y, en especial, los pastores de la iglesia local, “nunca interferimos ni cuestionamos las creencias, solo buscamos aunar fuerzas en la cotidianeidad, promoviendo el respeto y el amor por lo autóctono.

“Nuestras raíces son franco-haitianas y eso es lo que tratamos de inculcar en las nuevas generaciones y nos enorgullece ver cómo los muchachos, una vez que salen del proyecto, van a estudiar Medicina u otra especialidad y defienden siempre cuanto le hemos enseñado. Incluso tenemos estudiantes en las escuelas de arte, eso es un fruto digno de mérito”, apunta.

Jagüey es una forma de darle salida a través de la cultura a diversas inquietudes y necesidades que tiene la ciudadanía en la zona de Argeo, aclara Sulemi Marín Avilés, promotora cultural y subraya: “Al mostrar las potencialidades del poblado rural provoca cambios sustanciales en la forma de pensar y actuar”.

“A través de ideas como El Garaje de Marín promovemos talleres de creación plástica para adolescentes, porque hay que enseñarles que igualmente es vital que aprendan y ejerzan oficios como costurera o manicurista, por ejemplo, y ganarse la vida honradamente”, señala Marín Avilés.

Hoy del proyecto de Jordanis y Carlos se han derivado otra decena de inventivas en barrios como La Tablita, San Miguel, Guaso… donde además se trabaja con exreclusos, y penados en libertad condicional para insertarlos a la vida cotidiana, usando el arte como mecanismo de transformación social.

La promotora Yanelis Mustelier Calzado, quien coordina la iniciativa Arcoíris, una de las ramificaciones de Jagüey en la comunidad Guaso, significa el amor y compromiso con que el pueblo se ha apropiado de la acción cultural. En especial, del llamado Cabaret, homólogo guantanamero del Tropicana de Santiago de Cuba, pero en el que las bailarinas son las mujeres del campo, el escenario la hierba o los parques al aire libre, y la entrada gratis, para quienes deseen disfrutar y hasta bailar.

Sueños y fantasías, en San Miguel es otro de los “hijos” de La Esperanza, organizado por Ayli Pacheco Dimas, en un pueblo donde no había ninguna fuente de entretenimiento. Ella, una joven de 28 años, se dio a la tarea de armar un proyecto de danza y teatro, con quienes supieran y quisieran experimentar. ¿El resultado? En el último festejo dedicado a la cultura tamense, San Miguel desfiló con una carroza halada por bueyes.

al pie jaguey3Madre e hijo representando el panteón yoruba.

La Esperanza está en el arte

 

Los resultados del proyecto Jagüey-La Esperanza no han pasado inadvertidos nacionalmente. En el XV Concurso Nacional La cultura y los procesos de desarrollo local y comunitario, que tuvo lugar en Sancti Spíritus, sobresalió el trabajo que lidera Jordanis, entre los estimulados por el Centro de Intercambio y Referencia-Iniciativa Comunitaria (Cieric), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Consejo Nacional de Casas de Cultura.

Mientras que en 2015 conquistaron el Premio Provincial de Cultura Comunitaria, entre cinco nominados en ese apartado.

Fueron ellos los escogidos para representar a Guantánamo en la 29 edición de la Caravana de Pastores por la Paz, con notas del changüí, tonadas campesinas y bailes de salón.

Los niños de Jagüey también participan de la limpieza de las plantaciones de caña, para que las piedras no obstruyan las maquinarias. Igualmente, amenizan eventos nacionales y provinciales como la San Lazarina en la Loma del Chivo, representando a los orishas del Panteón Yoruba con gran versatilidad.

No son pequeños prodigios, los hay con bajas notas en la escuela, pero incluso en ese sentido se les apoya para que salgan “del hueco”. Y es que la familiaridad que ha logrado el proyecto es tal, que sería difícil imaginar a Argeo Martínez hoy sin su Jagüey, símbolo de La Esperanza del pueblo y de su capacidad para crecerse ante cualquier dificultad.