Imprimir

 

Ponerle 2Maritza Pérez Duporté, fundadora e integrante del grupo de baile Mi Changüí Tradicional, se define como “changuisera de pensamiento y de alma”.Se escapaba, de niña, para ver las frecuentes fiestas del changüí que armaban cerca de su casa en la ciudad de Guantánamo, donde todo era alegría, baile y música, muchas veces hasta el amanecer…

La verdad más insólita, empero, es que Maritza Pérez Duporté no empezó a bailar al ritmo de ese género -que nació en los trillos guantanameros- hasta los 58 años, justo en esa etapa de la vida en la que muchos creen haberlo visto todo, hecho todo, experimentado todo.

Para ella fue un despertar que luego quiso compartir -como debería hacerse con todo lo bueno- a través de un proyecto para que las personas de la tercera edad se acerquen al changüí tradicional, y le pongan ritmo a la vejez.

A ella, por lo menos, le ha funcionado. Con 73 años cumplidos se le ve vivaracha, risueña y realizada, a la cabeza del grupo bailador Mi Changüí Tradicional, adscripto como uno de los proyectos que atiende la Casa de Cultura Rubén López Sabariego, de Guantánamo.

La medicina

 

“El conjunto, me dice Maritza, surge para rescatar el modo tradicional de bailar el llamado changüí del monte, que tiene movimientos más lentos, y precisamente por esa razón es el que más nos favorece”.

Lo cultural, como casi siempre, va más allá. El compartir una afición común les cura el cuerpo y el espíritu. “Las cuatro parejas que formamos el grupo somos familia ya. Nos comunicamos, aunque no tengamos actividades, nos acompañamos”, refiere.

A Milagros Minier Pellicier la “arrastró”, como ella misma dice, su esposo Miguel Ángel, y fue un descubrimiento maravilloso, una oportunidad que no piensa dejar ir. “Imagínese, yo antes del conjunto era solo ama de casa, y las horas se me iban en esos trajines, casi no salía, no socializaba”.

Como fundadora, tuvo que empezar de cero, aprender los pasos y a seguir la cadencia característica del género, pero ha valido la pena. “He mejorado mi vida, mi ánimo, hasta mis dolencias. Soy diabética y esa enfermedad es muy dura, pero cuando empiezo a bailar se me olvida todo. Es mi medicina”.

Entonces, comienza a sonar la música y se va, a movimientos acompasados, del brazo de Miguel Ángel. El changüí, que los reúne cada semana para ensayar y muchas veces más para amenizar peñas y espacios de toda la provincia, la llama.

Ponerle 1Presentación del conjunto en la Casa del Changüí Chito Latamblé.

Proyectos de larga vida

 

“Mi Changüí Tradicional, que ostenta categoría provincial, es un ejemplo de que la tercera edad es buen tiempo para aprender, cumplir sueños, ser felices y creativos”, afirma Danais Brown Potrillé, subdirectora de la Casa de Cultura Rubén López Sabariego.

Señala entre sus particularidades, además de cultivar el changüí del monte, el hecho de que las parejas defienden que bailan según sientan la música y por eso marcan el paso al rimo del tres y no de la marímbula, que es lo más extendido entre los cultores del género.

Los grupos de changüí integrados por personas de la tercera edad forman parte de un entramado más complejo relacionado con los compromisos del país para garantizar una vejez con calidad de vida e inclusión, como parte de la llamada política demográfica ante los desafíos del envejecimiento poblacional en la nación.

Yusimí Ramírez Tamés, subdirectora provincial de Cultura -entidad que forma parte de la comisión gubernamental que atiende esa política- explica que “la idea es crear espacios que favorezcan el desarrollo pleno de las personas de la tercera edad”.

Dentro del sistema institucional, precisa la funcionaria, “hay proyectos, espacios, talleres, peñas, clubes, iniciativas comunitarias, grupos del movimiento de artistas aficionados que incentivan la participación de la población de esta edad como elenco o público, según sus preferencias”.

El peso fundamental lo tiene el sistema de Casas de Cultura con su red de instructores. “Atendemos a todos los grupos de edades, pero debido al envejecimiento poblacional los mayores son una prioridad”, retoma la palabra la subdirectora de la Rubén López Sabariego.

A esa institución y a sus homólogas en toda la provincia corresponde aportar la fuerza técnica principal para el desarrollo artístico y cultural. En el municipio de Guantánamo, asegura la funcionaria, hay al menos un espacio fijo mensual donde se atiende a los mayores en cada Consejo Popular.

En la propia Casa, precisa, “funcionan cinco espacios protagonizados por personas de la tercera edad y dedicados a ellos: A ritmo de Changüí, Noche danzonera, Música y tradición, Crochet con alas y Por quien merece amor”.

Con ellos, continúa Brown Potrillé, “se trabaja, además, para preservar las tradiciones culturales guantanameras y el patrimonio inmaterial como la Tumba francesa y el changüí, este último mediante agrupaciones y peñas, como la de Maritza Pérez Duporté.

Desde el sistema institucional, señala, también se atienden los hogares de ancianos por medio de instructores de arte y agrupaciones del catálogo provincial que van a estos centros o reciben a los abuelos en las Casas de la Trova y del Changüí, la Sala de Conciertos Antonia Luisa Cabal (Tootsie), el cine-teatro Huambo.

Los desafíos, no son pocos. Según las estadísticas, el 21 por ciento de los cubanos tienen 60 años o más y para el 2030 se estima que seamos el país más envejecido de la región de América Latina y el Caribe, una estadística que responde tanto a la disminución de los nacimientos como al incremento de la expectativa de vida.

Guantánamo no escapa a esa realidad. A pesar de que datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) sitúa a la provincia como una de las menos envejecidas del país, el número de personas de la tercera edad creció de 17,7 en 2017 a 19,4 al cierre de diciembre pasado.

El reto es grande y complejo: lograr que la vida larga de los guantanameros, y de los cubanos, sea plena y digna, una palabra que para muchos ancianos, como los bailadores de este reportaje, viene también en compás de dos por cuatro y suena a marímbula, bongó, tres y güiro.