Imprimir

Brochet con alas 1Las artesanas muestran y venden sus obras creadas en el proyecto.

¡Teresa!, ¡Teresa!, ¡Teresa despierta!

Sobresaltada mira la hora; es tarde. La voz en su cabeza en vano intentó alertarla ¿y ahora? ¡De prisa, hay que hacerlo todo en el hogar y salir! Salir… es jueves y una aventura soñada le aguarda.

Desde que en 2018 le llegó la carta de jubilación Teresa no madruga. Desayuna calmada, escoge qué quiere comer o cuándo; no duerme tanto (quizás sea la costumbre), pero reposa, sale al exterior, respira. Puede leer, escuchar música, buscar a los nietos, regar las plantas, saludar a los vecinos, ir al TAI CHI… pero no, hoy el día está reservado para una sola cosa.

Teresa vuelve al cuarto, revisa en su vieja gaveta en busca de aquello que atesora más que cualquier joya: la aguja, los hilos, el último bordado… Agarra el bolso, busca unos aperitivos, agua, documentos y después de arreglarse un poco parte a su destino.

En la Casa de la Cultura Rubén López Sabariego, del municipio de Guantánamo, la aguardan unas señoras. La alegría se multiplica al verla entrar. Te esperábamos. ¡Ay, qué deliciosos lucen esos panqueques, con refresco y todo! ¡Panetela! ¡Oye qué bien te sienta esa pamela, hace tanto sol! ¡Hermosos tus nuevos bolsos! ¿Y los tapetes, esa blusa… mira las medias de hilo puro?

Toda la charla sucede en minutos, comparten, indagan en el pasado, en el futuro; sonríen como cuando estaban en el jardín de infantes, aunque tienen más de 50 años la mayoría, pero están vivas y esa es suficiente razón para estar siempre radiantes.

La vejez no es el final, es el comienzo de algo, con más experiencia aunque a veces menos energía, con achaques acumulados ante los que jamás puede uno dejarse vencer, por eso es bueno a esa edad buscar opciones para ocupar el tiempo y así seguir tejiendo cada año el gran tapiz de la vida.

Esa es la idea del proyecto Crochet con Alas que impulsa la Casa de la Cultura para incentivar una ancianidad feliz desde el fomento del amor por el tejido, así lo explica María Cristina Velázquez Leyva, coordinadora de la iniciativa surgida en 2013.

“Yo en realidad no cosía tanto, pero cuando me gradué de instructora de arte atendía a las tejedoras y la verdad me enamoré de este mundo. Al principio lo creamos solo para que las personas mayores tuvieran un espacio y aprendieran a tejer -comenta- pero después notamos que queríamos algo más y empezamos a enseñar otras labores asociadas.

“Llegamos a buscar profesoras de otras provincias y así cada año se fueron incorporando afiliados que ahora no vienen por la pandemia. También nos propusimos salvaguardar la tradición del tejido en Guantánamo. Hoy dominamos técnicas como el Frivolité, el Macramé… y las enseñamos en la Casa de la Cultura, pero también en la comunidad, desde nuestras casas”.

El vínculo con promotores culturales ha sido decisivo en la incorporación de las artesanas a la transformación de los barrios. Tejer deviene un arte, pero a su vez puede servir para generar ingresos al crear y comercializar legalmente piezas bordadas a mano y a máquina.

“Somos actualmente 17, pero llegamos a superar las 30 participantes. En la pandemia, cuando no pudimos trabajar, nos comunicamos por WhatsApp. Hice un grupo de tejido infantil en el portal de mi casa allá en Los Cocos y la idea fue replicada por todas. Internet ayudó mucho”, afirma María.

Crochet con Alas tiene una vitalidad envidiable. Su gente participa en eventos de artes plásticas y compiten con sus trabajos, participa en expo ferias en el boulevard, dan talleres de verano a niños y adultos, tributan a la recreación local, no es solamente una “reunión de viejas” como dicen a veces.

Su mano está ahí, donde menos lo imaginamos. En los juegos tejidos para asientos que todavía se usan mucho, los manteles, la ropa tejida, los pareos… aquí en Guantánamo, y hay quien les reconoce en Granma.

“Nunca hemos salido de la provincia, pero otros proyectos sí han venido y hemos mandado piezas a otros territorios, con gran aceptación. Somos un grupo muy abierto, nunca cerramos matrícula, ni restringimos el acceso exclusivamente para adultos mayores. Tenemos, por ejemplo, miembros de treinta años, una de 24, dos de 18, una embarazada…

“Eso nos obliga a transformar nuestros métodos de trabajo y de enseñanza, incluso damos terapia a quienes tienen problemas personales o de familia. Tuvimos aquí personas con cáncer que venían desalentados, otras que recién se habían jubilado y no sabían qué hacer, muchachas con retraso mental, pero tras un tiempo con nosotras su vida cambió y la nuestra igual”, afirma.

Crochet fue nominado al Premio provincial de Patrimonio y ostenta el de Cultura Comunitaria, además aspira a convertirse en un proyecto de desarrollo local o una cooperativa, la idea es mantener la iniciativa, insertando siempre a personas de la tercera edad para trabajar, tejer, enseñar y preservar tradiciones.

Brochet con alas 2Cada jueves se inaugura una expo diferente de tejidos.

Testimonios entretejidos

Miriam Rivero López es una de las jubiladas pertenecientes a Crochet con Alas. Explica que tras concluir su vida laboral como oficinista en el trabajo se encontró a sí misma perdida, buscando algo que le diera un sentido a su existir.

“Entonces las conocí -revela- estas mujeres son mi motivación. Estar con ellas me trae paz, tranquilidad, algo preciado para toda mujer y abuela. Uno piensa que trabajar es difícil, pero atender la familia y lidiar con los problemas internos, a tiempo completo también puede ser estresante.

“Según comencé aquí en el tejido, me sumé al área del Tai Chi. Dejé de tomar medicamentos y vivo feliz. Ahora la vista está un poco afectada, pero no dejo de tejer, pues cuando estoy media alteradita cojo un poco de hilo y entre puntadas se me olvida el problema. En la pandemia también enseñé a mis nietas, fue un remedio santo para mantenerlas quietas y protegidas”, afirma.

Para Caridad Peña Timitor, Crochet es lo mejor que le ha pasado y lo confirmó tras perder a su hija hace cuatro años. “Mi compañeras me impulsaron a salir adelante, a ver cuánto me queda por hacer y atesorar.

“Desde los 12 años tejo, y nada me había impedido hacerlo hasta que sufrí ese duro golpe. Agradezco a María Cristina, una mujer espléndida, estar otra vez en pie. Me siento muy bien en el taller, aprendo mucho. Yo digo que mientras hay vida uno debería tratar de conocer tanto como pueda y no cansarse, como yo, que tengo 72 y estoy activa. Amo lo que hago”, asegura.

Encarnación Santaya Cuza, es otra miembro de vanguardia del proyecto guantanamero. Hasta organizó en casa un círculo de interés con niñas de la escuela secundaria básica Sergio Eloy.

“Esto ha contribuido mucho a mi salud, a mi bienestar. Salgo de mi rutina diaria, socializo, celebramos cumpleaños colectivos, visitamos enfermos, hacemos trajes para pasarelas y hasta estuches para las botellas de vino que se exhiben en los festivales de vinicultura –añade-. Hemos formado personal de Yateras y Baracoa que a su vez imparte clases en esos municipios y tributan al mantenimiento de las raíces del tejido en Guantánamo, que es nuestra meta”.

Tejer no es cosa fácil, Rosa Elda Columbié Faure lo sabe porque ha vivido en carne propia los avatares que implica sostener tal labor.

“Los recursos son muy caros y no existe una tienda asequible para buscar hilos, ganchillos u otros útiles. Necesitamos más apoyo institucional, porque además defendemos costumbres que vienen de nuestros antepasados, de los aborígenes hasta nosotras. Igualmente nuestras prendas contribuyen al desarrollo y autonomía de la comunidad.

“También requerimos de un local mejor. El calor en la Casa de la Cultura es insoportable y las personas hablan alto, cantan, ensayan y es su derecho, pero los abuelos necesitamos calma y comodidad para nuestro trabajo”, apunta.

Brochet con alas 3Caridad Peña muestra el fruto de su trabajo y años de experiencia.

Pese a las dificultades, Teresa Lobaina Frómeta, la Teresa que acompañamos al principio de esta aventura, prefiere ver a Crochet como la concreción de un sueño, ese viejo anhelo infantil que es hoy realidad.

 

“Llegué sin saber ni un solo punto y ahora enseño a las novatas. El placer de tejer no es lo único que me motiva a volver cada jueves, sino el rato que pasamos juntas, en familia yendo al museo, al Zoológico de Piedra, al intercambiar pañuelos, flores, la vida social es lo que más me apega a esto”.

Croché con Alas es uno de los proyectos más sostenidos que ha tenido la Casa de la Cultura, de acuerdo con Danae Brown Potrillé, subdirectora de la institución, y se debe en gran medida a la estabilidad y compromiso de María Cristina, la instructora a cargo, muy emprendedora.

 

“El proyecto ha obtenido diferentes premios en casa, con el proyecto El Garaje, y en el certamen de Centro de Intercambio y Referencia-Iniciativa Comunitaria donde mereció la máxima puntuación a nivel regional, o sea, que ha sido reconocido también en el país”, asevera Danae.

“Aparte es un colectivo plástico con categoría nacional, que no se detiene. El único de su tipo dirigido a la tercera edad con resultados palpables. Están en las redes sociales, van a los medios de comunicación y mantienen ese vínculo estrecho con la comunidad, que les garantiza la vitalidad necesaria para crecer y aportar desde el tejido al desarrollo sociocultural de Guantánamo”, concluye.