artista baracoaLeandro Gómez Quintero tiene 46 años y se mantiene activo creando nuevas piezas artesanales con materiales reciclados.

No es mecánico, pero ha dedicado su vida a estudiar al dedillo los más diversos modelos de autos americanos, rusos… tampoco es artesano de profesión, sin embargo, con sus manos transforma, crea, de hecho, es tan singular la obra del baracoense Leandro Gómez Quintero, que incluso el destacado periodista internacional Guy Trebay en un artículo dedicado a la cultura latinoamericana incluyó su historia en el The New York Times.

“Del pueblo rural de Baracoa en el oriente cubano, el ex profesor de historia comenzó a ilustrar sus lecciones con los vehículos de la época que enseñaba. Las imágenes las convirtió en modelos de jeeps militares, automóviles, motocicletas y botes, altamente coleccionables y creadas a partir de papel, objetos encontrados en la playa, polietileno y otros desechos que usa para fabricar componentes de los vehículos”, refiere el artículo traducido al español.

 

Gómez Quintero es una joya dentro de la Primada de Cuba y el Times así los significó tras descubrirle en una exhibición dentro del Mercado Internacional de Arte Popular en Santa Fe, Nuevo México.

 

El reconocimiento de sus esculturas por el American Craft Council o Consejo Americano de Artesanías, organización nacional sin fines de lucro radicada en Minneapolis, Minnesota, Estados Unidos, también habla a favor del artista, quien autodidactamente fue capaz de concebir una obra trascendental.

 

Hombre común

 

Leandro Gómez es natural de la Primada, allí ha hecho su vida y obra, como profesor de Historia y Marxismo, enseñando filosofía en el Centro Universitario de Ciencias Médicas e incluso de delegado a la Asamblea Municipal del Poder Popular…un hombre común, pero con grandes sueños.

 

“Todo empezó en el preuniversitario. En décimo grado no podía trabajar en el campo y me quedaba limpiando la escuela. En el patio, -recuerda- había un carro paralizado por falta de piezas y combustible. Un día me llamó la atención porque el carro manchaba de aceite el piso cada vez que limpiaba y me puse a investigar; resulta que debajo del motor tenía un salidero de aceite.

 

“Entonces convertí en una rutina meterme debajo del carro, estudiarlo pieza a pieza, ese fue mi entretenimiento aún sin saber de mecánica. Aquel auto se me quedó grabado en la mente y precariamente, con unos pedacitos de cartulina, pintura, pegamento y otras cosas, armé tres armatostes similares, en un año más o menos, fueron muchas horas de trabajo y observación, pero los hice.

 

“A mi familia no le gustaba que me dedicara a ello, porque decían que me quitaba tiempo de estudio y en aquella época todos debíamos aspirar a ser universitarios. Así que guardé en una gaveta mis modelos y solo los sacaba esporádicamente para enseñarlo a los amigos”, rememora Gómez Quintero.

 

Corrían entonces los años 80 según cuenta a Venceremos el baracoense, y pese a las presiones de la familia nunca dejó de armar sus “aparatitos” a escondidas. Entonces sumó a su colección aviones, el aeromodelismo le fascinaba, y hasta se integró a un club de fans en su natal Baracoa.

 

“Inicié los estudios de marxismo, como querían en casa, y allí comprendí más la interrelación entre el transporte, su historia y lo que ocurría en el mundo, en Cuba… Eso me motivó más. Quise mostrar los cambios que se daban en mi país, a partir del trabajo con los carros. Esa idea me apasionó, por eso me puse a investigar, estudiar. Agradezco ahora la existencia del Internet que facilita mis procesos creativos y los visibiliza”.

artista baracoeso 2Cada pieza es una demostración del poder de permanencia del cubano, pese a los obstáculos y la escasez.

La obra siempre la obra

 

A fuerza de constancia, de exploración y superación profesional Leandro Gómez Quintero perfiló su obra al detalle, podría decirse que llegó a especializarse en automovilística moderna, aunque de todos los modelos prefería al Willy americano –confiesa- por la historia que tiene y el papel tan importante que jugó como arma en la Segunda Guerra Mundial.

 

“En el 2001 la galería de arte de Baracoa me dio la posibilidad de exponer mis creaciones. La muestra incluyó jeeps, camiones particulares (en esa época recién empezaban a armarse con sus bancos de hierro, sin techo), y otros medios de transporte. Como eran tan caros e incómodos nombré la exhibición Infierno en la carretera porque era realmente un infierno salir y volver aquí.

 

“Desde entonces todos los años hasta el 2011 hice exposiciones, siempre ganando en calidad, seriedad y conceptualización de los trabajos, y el público los admiraba porque eran reflejos de la cotidianidad. Mi casa hoy es una suerte de taller para yo trabajar y la sede de un proyecto de la comunidad, que acude a crear y aportar al entorno sociocultural baracoense”, detalla el entrevistado.

 

“El reciclaje ha sido parte importante de esta iniciativa, fue una opción alternativa que manejé en medio del periodo especial y ahora resulta además, barato. Reciclar enseña a aprovechar los productos locales y le da valor a cosas que se botan aun cuando tiene una segunda oportunidad de ser útiles.

 

“En el proyecto mis estudiantes desarrollan habilidades como el arte de recortar, pegar, lijar, medir en la práctica; pero más que todo entienden la importancia de ponerle seriedad al trabajo, y para muchos es una suerte de oficio estar aquí conmigo. Lo mejor es que no solo aprenden artesanía, conversamos de música, arte, economía, los aconsejo, oriento y ellos ganan en responsabilidad, que para mí y las familias es el mayor de los premios”, agrega.

 

Al trascender al plano comunitario la obra de Gómez Quintero se hace más relevante, pues ayuda a la transformación espiritual de la sociedad, sin dejar de participar y conquistar premios en salones locales, nacionales e internacionales. Es ese el camino que lo condujo al Consejo Americano de Artesanía, a varias ferias populares en América y al The New York Times.

 

“En todos los sitios que he llevado mis piezas han funcionado, pues pese a su simplicidad aparente, todas están meticulosamente armadas, como testimonio alegórico de las locas y mezcladas obras automotrices cubanas”, afirma.

 

El hecho es que cada llanta desgastada, volante agrietado, cables del tren de rodaje, motor híbrido, y asiento de cuero roto, por años de clima y peso, deviene, gracias a Quintero, una demostración del poder de permanencia del cubano, pese a los obstáculos, la escasez… Su mensaje, es claro: el largo aislamiento al que se ve forzada Cuba no mella su capacidad de reinventarse.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar

feed-image RSS