Rider agradece a todos los contribuyeron a su formación.Rider Pérez Milán es el Premio provincial de Danza Elfriede Mahler de 2022. Se suma así a la prestigiosa lista de galardonados con ese lauro en el territorio y, a su vez, se convierte en uno de los referentes más importantes de la manifestación para los jóvenes bailarines en el Alto Oriente cubano, junto a Felipe Adriano Catalá, también, premiado este año.
Sin apenas contener su emoción por el reconocimiento, declara: “No lo esperaba, pero llegó. El premio valida la certeza del camino escogido, la danza es mi vida, y a ella me dedicaré siempre”, comenta el novel artista a Venceremos.
Más que hablar, preferiría bailar -dice, en un intento por huir al cuestionario-. Supón que nosotros también somos parte de tu coreografía -le sugiero. ¿Conversamos?”
Acto 1. De niño no sabía bailar
Rider es el primer solista bailarín de la compañía Danza Libre de Guantánamo. Ello significa que el nivel artístico-técnico del joven es de los mejores que tiene la provincia, y así lo demostró, con excelentes resultados, en la reciente evaluación ante el Consejo de las Artes Escénicas. Sin embargo, al dialogar con él, confiesa algo sorprendente.
“De niño nunca fui buen bailarín, era tímido… de esos que prefieren pasarse el cumpleaños sentado mientras los demás disfrutan. La idea de estudiar danza fue un embullo, la emoción de un momento que terminó convirtiéndome en una persona totalmente diferente, mejor, aunque sigo siendo algo inhibido -admite frente al micrófono que graba para la prensa.
“Así que, oficialmente, empecé a bailar en quinto grado. Al inicio fue un trauma, porque me daba pena, no sabía ni un movimiento, pero cuando entré a la escuela gracias a Alfredo Velázquez Carcassés superé mis miedos. Siempre estuvo ahí con nosotros, nuestra aula era su aula, nos sacaba a bailar donde fuese. Las sedes de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC), el Teatro Guaso, el Guiñol… los conocí por él.
“Alfredo siempre le decía a mi mamá que tenía fe en que yo podía ser alguien grande y ella, que se llama Georgelina Milán Barrientos, también confiaba en mí. Nunca me faltó el apoyo de la familia, y tampoco de mis profesores César, Edgardo, Manuel, y el propio Elio; por ellos estoy aquí”.
Acto 2. Mi sueño: estar en Danza libre
El 2018 marcó un momento vital para la carrera profesional de Rider, la apertura de una plaza como bailarín en la compañía Danza Libre constituyó la materialización del viejo anhelo que lo acompañó durante sus años de formación en la Escuela Profesional.
“Yo quería ser como Alfredo Velázquez. Estar donde estuvo él, porque desde que lo conocí se convirtió en mi referente. Luego supe de la compañía que él dirigía, y me dediqué a observarlos ensayar, en esa época estaban sin sede y sus obras las montaban en los tabloncillos de la escuela.
“Con Danza Libre actué, aún siendo estudiante, en el espacio fijo Los Viernes de la Danza, e incluso bailé coreografías que eran de la escuela, pero probábamos con el público de la AHS para saber su impacto. Fue un periodo muy activo que me convenció de que esa era la compañía donde debía estar y así fue. Cursando el 12 grado, Elio Orestes Reyna, actual director de la agrupación, me hizo la propuesta, sin saber que yo ya estaba convencido.
“Trabajar en Danza Libre es muy difícil. Uno llega de la formación de la escuela y cree que se las sabe todas, pero en la compañía la vida te cambia, aprendes nuevas cosas, desaprendes otras, te exigen y te exiges a ti mismo, porque constantemente uno se está retando a ser mejor.
“Lo bueno es que siempre, tras cada ensayo, por muy intenso y agotador que sea, está el aliento de todos en la compañía. Les agradezco a ellos por ayudarme y porque cada vez que hacía algo mal me obligaban a repetirlo hasta ejecutarlo perfecto”, afirma.
En la obra Resiliencia, interpreta al padre fallecido (a la derecha).
Acto 3. Momentos, proyectos…
Seis años lleva Rider Pérez Milán en la nómina de Danza Libre. En ese periodo ha asumido múltiples roles, con la modestia y la disciplina que lo distingue. Obras como Diana Ta Tan Dile, Como el ave fénix, Los hijos de Bernarda… marcan el crecimiento del joven intérprete, quien de todas las piezas llevadas a escena guarda dos con especial cariño en su memoria.
“Lorca, un último momento, es una coreografía que me gusta mucho. Yo la veo y me enamoro cada vez más de ella -añade-. Siempre había querido hacerla alguna vez y la hice. Es una obra contemporánea, de danza moderna, que me completa y me recuerda mucho al maestro Alfredo.
“También adoré Los hijos de Bernarda, porque me costó trabajo entender ese personaje, que además es el protagonista. Tenía que sobresalir entre mis colegas y transmitir al público las frustraciones de ese joven, cuya madre no lo aceptaba por su orientación sexual. Estudié mucho esa psicología, me sentaba en el parque y miraba en busca de algún referente. La gente a veces me veía y creía que me estaba volviendo loco, pero yo necesitaba entender e interpretar.
“Bernarda fue la coreografía que me hizo salir de mi zona de confort, y ser quien soy: el primer solista de Danza Libre. La montamos en una semana gracias al proyecto de colaboración internacional Juntarte, en La Habana, allí se estrenó y fue un éxito. Después vino Resiliencia. Con ambas logramos premios en el Concurso Danzandos, de Matanzas”, detalla el entrevistado.
Rider, quien también es uno de los más recientes miembros de la Asociación Hermanos Saíz, de Guantánamo, asegura que ya no es ese niño tímido que apenas disfrutaba la música de lejos, hoy baila de todo, aunque si le dieran a escoger preferiría trabajar más la danza contemporánea.
También disfruta los talleres con los más pequeños y adolescentes, como parte de su contribución a formar la cultura de apreciación en los públicos desde edades tempranas.
“Los viernes, escogemos representantes de diversos grados que van a la compañía y se sientan ahí para ver el proceso de montaje de nuestro repertorio y, al final, interactuamos con ellos para ver si le gusta o les interesa lo que vieron, y resulta muy grato saber cuánto aprecian las puestas en escena.
“Conocer que tienes un público que te sigue y admira tus obras es un estímulo para cualquier creador, y ahora que se suma el Premio Elfriede Mahler, siento que debo hacer más. Quisiera empezar a coreografiar, armar mis obras con la compañía o en la escuela, sin dejar de interpretar. Creo que puedo llevar ambas profesiones a la vez, porque en sí forman parte de es la Danza, mi razón de ser y vivir”, concluye.