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andres quialaAndrés: “No concibo mi vida sin enseñar, y lo haré hasta el final de mis días”.

"Jamás pensé dedicarme a enseñar. No me atraía. Mi hermano había optado por una carrera pedagógica en ese momento y yo vivía molestándolo por eso. Vas a ser maestro, le decía, y me reía, sin saber que el destino haría que él no se dedicara al magisterio, y yo sí". Esas fueron las palabras de Andrés Sayú Quiala al preguntarle cómo había llegado la pedagogía a su vida, y su rostro reflejaba muchas emociones al decirlo.

 

Fue un niño como otro cualquiera. Jugó, estudió, hizo las travesuras propias de la infancia y la inocencia. Por deseos de su padre comenzó a estudiar en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. Así se introdujo en la vida militar, pero un 'no apto' en el chequeo médico previo al Servicio Militar Activo lo condujo a cambiar los planes.

 

"Me dieron la oportunidad de seguir estudiando, por lo civil. Elegí Lenguas Extranjeras, específicamente el ruso. En aquel momento existían buenas relaciones con el campo socialista y el ruso era una opción atractiva. Estudié en la antigua escuela de lenguas extranjeras Warner Moro Pérez, en Santiago de Cuba, la cual ya no existe. Me gradué en 1979", rememora el entrevistado.

 

Con poco tiempo de experiencia fue ubicado en Baracoa. "Era parte de quienes iniciamos la enseñanza del idioma ruso en la provincia", recuerda. Está orgulloso, y sus ojos lo delatan. Era muy joven y "quería comerse el mundo".

 

El amor a su tierra y el deseo de permanecer aquí lo hicieron regresar a Guantánamo. "Comencé a trabajar en la Escuela Vocacional de Arte Regino Eladio Boti, en el curso 1982-1983. Ahí empecé a enamorarme de la Enseñanza Artística".

 

El también jefe del Departamento de Música en la Escuela Profesional Antonia Luisa Cabal recuerda con gran añoranza sus años de juventud en dicho centro, además de la compañía de sus primeros alumnos. "A veces, en la calle, me encuentro con estudiantes de aquel entonces y me saludan y me dicen 'profe, todavía me acuerdo del ruso', y para mí es una gratificación inmensa saber que, a pesar del paso del tiempo, me recuerdan.

 

"Muchos me tildan de ser un poco exigente con mis estudiantes, antes más que ahora, pero es porque me interesa que aprendan. Mis compañeros y exalumnos me dicen que ya no soy ni la quinta parte de lo que era y creo que es normal. Uno va cambiando, madurando", reconoce.

 

Ese proceso de crecimiento, según dice, lo ha hecho mejor persona. Al principio, "tenía ciertos prejuicios, que existen hoy en la sociedad. Prejuicios al ver a un varón bailando, por ejemplo, y con el tiempo aprendes que no es así, que el arte es para todos. Ese aprendizaje tributa a tu cultura personal y te permite seguir enseñando", admite.

 

Velar por sus alumnos, más allá de lo académico, es parte indispensable de su personalidad. No persigue solo la integralidad o el talento artístico. Su búsqueda es más profunda, porque no forma, como el mismo dice "músicos para Guantánamo, sino para Cuba. Para que, donde sea que estén quieran a su Patria y defiendan sus tradiciones".

 

Asegura que disfruta los resultados de los educandos como suyos. "Cuatro de mis estudiantes aprobaron las pruebas del Instituto Superior de Arte este curso, tres más que el año anterior. Estoy muy emocionado por ellos, al saber que contribuí a su formación".

 

No sorprende que un hombre con tantos años al servicio de la Enseñanza Artística, se interese por la cultura y las tradiciones de su terruño. "En ocasiones siento nostalgia. Hubo un momento en que en Guantánamo había una efervescencia musical, danzaria y teatral, la cual ha disminuido. La vida cultural es menor, aún existiendo agrupaciones destacadas en el entorno artístico y se necesita rescatar eso.

 

"Quisiera que la cultura llegue a los jóvenes. Hoy se habla mucho del reguetón, de las tecnologías y son fenómenos que no van a desaparecer. Por eso se necesita captar la atención de niños y adolescentes, y es una de las funciones que trato de desempeñar, como docente y desde la escuela".

 

El profe Sayú es también parte de la Asociación de Pedagogos de Cuba, y precisamente a esa arista educativa de su vida quiere dedicar sus últimos años laborales. "Tengo ya 65 años y estoy en proceso de jubilación. En lo único que no pienso es en estar en la casa, sentado. Pretendo reincorporarme al trabajo, si la salud me acompaña en la vida".

 

"Hace tiempo quiero escribir un libro. Tengo muchos datos, memorias, testimonios sobre el arte guantanamero y quisiera dejarlos, como un legado a generaciones futuras, como mi aporte a la cultura guantanamera", confiesa finalmente.