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JuanCada año es tradición en la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa llegar al pintoresco poblado de Vega del Toro, allá en las alturas del Consejo Popular de Bernardo, en Yateras. Con el tiempo se ha convertido en un deber, casi un compromiso inviolable acudir allí, para compartir con su gente, descansar del largo trayecto sorteado desde Manuel Tames, y retomar energías para volver a la carga.

Juan Matos Matos es, entre los residentes de la comunidad, el que más tiempo lleva recibiendo a los cruzados.

“Desde que comenzó el evento yo he estado aquí, esperándolos y ellos no han fallado en venir. Son tantos años que ya son como mi familia y les echamos mucho de menos cuando se van. Solo compartimos aquí dos días, pero en ese periodo ellos lavan, cocinan, juegan, se bañan en el río, realizan funciones y finalmente cerramos con una gran fiesta en la que las autoridades de Yateras los despiden del municipio.

“Ahora el festejo es con música grabada, pero al principio yo mismo tenía un grupo en el que tocaba toda mi familia, música tradicional campesina, cumbia mexicana… Voces del Toa se llamaba el conjunto y cómo gozábamos entonces.

“Recuerdo la primera vez que los vimos llegar. ¡Una maravilla! Aquí presentaban muy buenas obras. Hubo un día que nos reímos bastante, porque una muchacha que iba a actuar tenía que montarse en un caballo y no sabía hacerlo y cuando iba a subirse se cayó…

“Eran muy buenos tiempos. Teníamos mejor amplitud y condiciones para recibirlos. Aparte de la casa, había un rancho de Cubacafé que pertenecía a una despulpadora, todo fue destruido porque generaba contaminantes al río Toa. En ese secadero de café nosotros supimos lo que era el teatro, y después que terminaba toda la actuación entonces comenzábamos a festejar”.

Juan Matos tiene 65 años, pero su memoria está más fresca que nunca. Recuerda cada uno de los rostros y nombres de quienes han cruzado su vida y su casa con la magia del teatro.

“Hay amigos que ya no han vuelto, porque eran de otros países o provincias,  incluso algunos han fallecido, pero a todos los llevo en mi corazón y mi familia también los recuerda. Yo tengo hijos allá en La Habana, en Pinar del Río y desde allá saben cuando la Cruzada está en mi casa y eso les trae un poco más de alegría.

“También los cruzados se acuerdan de nosotros. Los artistas más veteranos vienen a Vega del Toro y me preguntan por todos mis familiares, en especial por mi niño que tocaba el acordeón en el antiguo grupo que hoy ya no existe.

“Yo estoy solo ahora en casa. Tengo un hermano como vecino y una hija que vive a 70 metros más o menos, pero no estoy triste porque en estos dos días que estoy con los cruzados ellos son mi compañía. Compartimos el agua, las frutas, mi sala, mis sillas, el café de la mañana, el traguito de ron para calentar el cuerpo en las noches frías, todo para que se sientan bien.

“Antes habían más pobladores que se reunían para celebrar la estancia de la Cruzada, de un centenar de habitantes, ahora solo quedamos una decena. La gente se ha ido en busca de mejores condiciones, más cercanía de los servicios, pero yo me quedo acá, porque si me voy ¿quién va atender a mis cruzados?”