Danza LibreLos hijos de Bernarda: tres hermanos. La madre. Una discusión a raíz de la homosexualidad del hijo menor conlleva a su exilio y, luego, intento de suicidio que evitan sus hermanos. Solo queda la culpa y el cargo de consciencia de la madre, agudizado por la entrega de una flor, la misma que él le regaló en algún momento, y ella desechó.

La puesta en escena de la coreografía Los hijos de Bernarda, de la compañía Danza Libre, en su recién concluida temporada danzaria, da material digno de la reflexión por parte del público que asistió al Teatro Guaso durante los días 20 y 21 de junio.

La muestra, obra del maestro y director de la compañía Elio Orestes Reyna, cuenta con momentos de tensión e incomodidad que captan la atención del público gracias a la proyección escénica y el acompañamiento musical, obra de Jeaffrei Lewis al frente de Cafeína Studios.

A pesar de la baja calidad del sonido, se logró una sincronización de los movimientos con la música, salvo en determinados momentos en que no se lograban captar los sonidos bajos, elementos idóneos para una presentación en vivo, pero se logró transmitir el sentir emocional del lenguaje corporal de los bailarines.

La luminotecnia tuvo un matiz lúgubre. Las condiciones técnicas del teatro no son favorables para una presentación en escena de mayor calidad, puesto que limita el desarrollo de la obra. Aun así, se logró transmitir el mensaje dirigido al público.

En cuanto a la interpretación, el elenco estuvo formado por el propio Elio Orestes, encarnando al hijo menor que, junto a Bernarda, interpretada por la primera bailarina Aylín Columbié, cargan con el mayor peso de la trama y resultan ser los personajes más controversiales de toda la puesta en escena, y Keyler Robert, primer bailarín de la compañía, y Gerald Fortines, como los demás hijos.

El vestuario tuvo mucho que jugar. La selección de los colores influyó en la percepción de la obra, al utilizar los hermanos el mismo ropaje donde resalta un color anaranjado que sicológicamente transmite ideas de energía, creatividad y entusiasmo, que luego sería removido con el transcurrir de la historia, significando así la pérdida de los valores predicados hasta el momento. No así con Bernarda, de vestiduras con tonalidades grises y oscuras, revelando un lado siniestro, imponente y furioso.

El punto clímax fue la escena de la “aparente” muerte del hijo menor, desnudo ante el público, en un claro estado de depresión, tristeza y melancolía por el rechazo de su familia. A manera personal, no pude evitar sentirme impactado por la crudeza de las imágenes transmitidas.

Fin del acto. Aplausos. Clamores del escaso público presente. Intercambio de saludos. Reverencias. Una prédica al respeto nos presenta Danza Libre, que se consagra como una compañía de baile que incita a realizar un viaje introspectivo a través de las situaciones cotidianas. Con una potente proyección escénica es capaz de sensibilizar con el mínimo movimiento al público que asista a sus presentaciones y hacer, desde el arte, un momento de libertad danzaria.

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