No hay dudas de que la ya pasada XLVI edición de la Jornada de Literatura y Artes Plásticas Regino Boti, que tuvo lugar en los primeros días de junio de este 2024, se vistió de largo, sobre todo en el apartado visual, con la presencia de la exposición Fidel entre nosotros, del Premio Nacional de Artes Plásticas 2009 Nelson Domínguez.
Es significativo también que por tercera ocasión se presenta en Guantánamo la obra de Nelson Domínguez. Primero en 2010 con la muestra que preparara por el otorgamiento del Premio Nacional de Artes Plásticas el año anterior. Entonces el espacio expositivo fue la antigua sede de la Uneac, que al no contar con el espacio galérico que acogiera la exposición en su totalidad, esta se expandió por todo el inmueble, convirtiéndose así la sede de los artistas y escritores del territorio en impensada e inusual galería, lo que obligó a repensar la museografía inicial de la muestra.
La segunda oportunidad que hemos tenido los guantanameros de disfrutar la obra de Nelson Domínguez fue con la exposición Mi amiga Alicia, cincuenta trabajos realizados para celebrar los 70 años del Ballet Nacional de Cuba y que de muchas maneras dan fe de la estrecha relación del pintor con la prima ballerina assolutta. Al mismo tiempo que resulta un experimento interesante por la visión y perspectiva desde la visualidad plástica hacia la intrínseca visualidad del ballet.
Ahora, esta nueva edición de la Jornada de Literatura y Artes Plásticas Regino Boti permite un nuevo acercamiento a la obra de Nelson Domínguez, desde una treintena de trabajos reunidos bajo el nombre de Fidel entre nosotros. Lo primero que llama la atención es que se trata una vez más de la aproximación personal del pintor a una figura como el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro; no sólo en tanto imprescindible personalidad de la historia contemporánea, sino como imagen tangible en el imaginario popular de los cubanos.
Y es que esa relación de cercanía del artista con el Líder, y la de éste con el mundo de la creación artística y los artistas, la aprovecha Domínguez para permitirse una mirada desacralizadora y totalmente desalmidonada de la figura de Fidel Castro, a partir de dos elementos de gran fuerza visual y de pura raigambre popular: el perfil aquilino de Fidel y su relación con la figura del caballo.
El primero es uno de los elementos que siempre se ha destacado de la imagen personal de Fidel, su perfil aquilino como de héroe griego y que ha sido consustancial a su figura, aunque no haya sido explotado en profundidad desde la fotografía; lo que si aprovecha en plenitud Nelson Domínguez en este recorrido que es Fidel entre nosotros, para destacar el perfil del líder, su impronta visual y la indiscutible ascendencia popular.
El segundo aspecto, la relación con la figura del caballo, data desde el propio inicio de la Revolución triunfante, cuando el pueblo en su sapiencia infinita lo relacionó y lo quiso como el Uno, al tiempo que lo igualaba con la imagen del caballo, el número Uno en el juego de la Charada.
Esa polaridad entre imagen real e imaginario popular es aprovechada por Nelson Domínguez para acercarnos desde una perspectiva muy personal a la figura del líder revolucionario, quien también resultó un paradigma en la relación con escritores, artistas e intelectuales desde los tiempos iniciales de la Revolución y las Palabras a los intelectuales.
Nelson recrea en toda la plenitud visual la dualidad entre el perfil del líder y su acerbo popular; entre el retrato de perfil y su identificación con el esbelto y airoso animal, con el que la voz popular lo igualó, para ofrecernos una narrativa inusual, diversa, pletórica de referencias conceptuales y de una atractiva dinámica composicional, consecuente con la estética que Nelson Domínguez ha desarrollado en el tiempo.
Fidel entre nosotros, más allá de su significado y alcance, posee otro aspecto de indudable novedad, al menos para Guantánamo. Se trata de la presencia de tres grandes trabajos que rebasan los dos metros de lado, algo poco común para el contexto, y que funcionan como grandes murales en los que la colectividad convertida en muchedumbre involucra, acuna, envuelve al espectador. Lástima que la estructura de la galería no posibilite ese total abrazo.
Esta tercera ocasión de Nelson Domínguez en Guantánamo es una experiencia inigualable para los guantanameros de entrar en contacto con lo mejor de la producción plástica de nuestra contemporaneidad.