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Si usted tiene adolescentes en casa, probablemente lo ha escuchado mencionar en los últimos meses. Se trata de un cocodrilo con cuerpo de avión militar que «lanza bombas» en batallas ficticias y que existe junto a toda una fauna generada por inteligencia artificial (IA): Tralalero Tralala, un tiburón de tres patas que corre a gran velocidad, acompañado por trabalenguas en italiano; Tung Tung Tung Sahur, un objeto de madera antropomórfico que porta un bate de béisbol; Vaca Saturno Saturnita, una vaca fusionada con el planeta Saturno, entre otras criaturas.

Todos forman parte de un fenómeno viral conocido como «brainrot italiano», el cual ha tenido como escenario las redes sociales, especialmente TikTok, Instagram y YouTube Shorts. 

El término brainrot se traduce literalmente como «podredumbre cerebral», y en este contexto describe un tipo de contenido digital caracterizado por su humor absurdo, personajes surrealistas generados por inteligencia artificial (IA) y narrativas caóticas que combinan imágenes grotescas con audios en italiano caricaturesco. 

Desde su surgimiento, a principios de 2025, estos personajes capturaron la atención de los adolescentes de todo el mundo, especialmente de las llamadas Generación Z y Alpha, pero al mismo tiempo, despiertan preocupación entre expertos en salud mental, educadores y padres, quienes advierten sobre los posibles efectos negativos de su consumo excesivo en el desarrollo cognitivo y emocional de los jóvenes.

Con herramientas de IA como DALL·E o Midjourney han sido creadas estas animaciones que combinan elementos visuales y sonoros para dar vida a personajes híbridos, mezclas de animales, objetos cotidianos y nombres pseudoitalianos, acompañados de audios con rimas pegajosas, frases sin sentido, insustanciales y, sin embargo, en las propias redes encontré esta traducción que mi hijo de 13 años ya repetía de memoria: «Bombardiro Cocodrilo, un maldito aligator volador que vuela y bombardea a los niños en Gaza…»
 
El texto sigue igual de feo; tanto, que ni vale la pena reproducirlo completamente. Estos personajes se presentan en videos cortos diseñados para captar la atención inmediata a través de colores estridentes, ediciones rápidas y audios repetitivos que refuerzan su carácter adictivo. Las narrativas suelen ser incoherentes, con historias improvisadas sobre batallas, rivalidades o relaciones ficticias entre los personajes, lo que ha dado lugar a una especie de «mitología digital» colectiva en la que los usuarios participan activamente creando contenido nuevo.

Al parecer, quienes los crearon, lo tienen «to’ pensa’o» para conquistar al público adolescente: videos optimizados para plataformas como TikTok y YouTube Shorts, de entre cinco y 15 segundos, lo cual responde a la preferencia de las generaciones más jóvenes por contenido rápido y de alto impacto. Por otro lado, la ironía y el absurdo como formas de expresión, nombres cómicos en sí mismos, una combinación estética entre lo grotesco, lo surrealista y lo caricaturesco y, lamentablemente, una opción de entretenimiento que no requiere contexto ni reflexión.

¿En qué mundo vivimos? Pues en uno donde preferimos contenidos diseñados para sobrecargar los sentidos con colores brillantes y, casi, anular el pensamiento crítico. El brainrot italiano prioriza el impacto inmediato sobre la profundidad o el valor educativo y la creatividad significativa. 

Según especialistas, el consumo excesivo de tendencias como el brainrot puede afectar la capacidad de concentración, la memoria y el aprendizaje, especialmente en niños y adolescentes cuyos cerebros aún están en desarrollo. Un psicólogo clínico citado en medios españoles advirtió que este contenido «afecta muchísimo a la estructura cerebral, conlleva a la soledad y a una actitud pasiva en el aprendizaje».

Y no vamos contra el absurdo en sí, claro que a veces hace falta cierta dosis de entretenimiento puro, todo no tiene que ser aleccionador en la vida, incluso, vale reconocer que el brainrot italiano es un fenómeno fascinante, pero, si bien no se trata de demonizarlo o prohibirlo, demuestra que es crucial acompañar a nuestros adolescentes en sus andares inevitables por la Internet y las redes sociales. El mundo que tendremos está, de muchas formas, en sus manos, así que, en última instancia, el desafío radica en encontrar un equilibrio entre el entretenimiento caótico y la construcción de una dieta digital que fomente la reflexión, la creatividad y el crecimiento personal.

 

Tomado de Cubasí